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Estados Unidos y la UE elevan la presión sobre Putin con la amenaza de fuertes sanciones económicas

La videollamada de Biden y Putin concluye con la advertencia de que si Moscú acomete una nueva agresión contra Ucrania habrá represalias que lastrarán su economía

Videollamada de Biden y Putin
Los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y Estados Unidos, Joe Biden, durante su cumbre virtual centrada en la tensión en torno a Ucrania. La imagen está tomada en Sochi (Rusia).Sputnik / Mikhail Metzel

La videollamada más tensa de los casi 11 meses de Joe Biden en la Casa Blanca se ha saldado con una advertencia al presidente ruso, Vladímir Putin: Estados Unidos prepara con sus aliados europeos “fuertes sanciones económicas” para el caso de que Moscú aumente su presión sobre Ucrania. Bruselas también ha advertido a Moscú de que cualquier nueva agresión provocará graves represalias comerciales por parte de la UE, lo que podría dañar gravemente a la economía rusa. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha anticipado una “robusta escalada y expansión de los actuales regímenes de sanción”.

El encuentro entre Putin y Biden empezó en un ambiente, con todo, cordial, con Putin al otro lado de la línea, al final de una larga mesa de madera en su residencia de Sochi, ciudad de vacaciones en la costa del mar Negro. De fondo, estaban las tensiones, en un tono cada vez más rojo vivo entre Occidente y Moscú por la crisis en la frontera con Ucrania. Washington cree que Putin prepara para principios de 2022 una operación militar con hasta 175.000 soldados, extremo que este niega. Rusia, por su parte, exige garantías de que Kiev no entrará en la OTAN y de que Ucrania no va a lanzar una ofensiva para recuperar el control de las regiones de Donetsk y Lugansk, en el este del país, donde se vive un conflicto armado desde 2014 con los separatistas prorrusos apoyados por el Kremlin. La reunión se ha prolongado durante poco más de dos horas.

El presidente Biden participa, junto a varios colaboradores, en la videoconferencia del martes con Putin, en una foto cedida por la Casa Blanca.
El presidente Biden participa, junto a varios colaboradores, en la videoconferencia del martes con Putin, en una foto cedida por la Casa Blanca.DPA vía Europa Press (Europa Press)

El líder estadounidense ha expresado a Putin su honda preocupación por su actitud en esta crisis, según un comunicado de la Casa Blanca, y ha reclamado una “inmediata desescalada” en el conflicto y “una vuelta a la diplomacia”. Ha reiterado su apoyo a la “soberanía” y a la “integridad territorial” de Ucrania. Descartada la idea de enviar soldados a la frontera, Biden ha advertido de graves sanciones económicas que incluirían impedir a los grandes bancos rusos que conviertan rublos a dólares y otras divisas. La agencia Bloomberg ha informado de que Washington baraja restringir a los inversores la compra de deuda rusa. Y también el refuerzo del flanco oriental de la OTAN si se produce ese ataque sobre suelo ucranio, según adelantó el lunes un alto funcionario de su Administración. La relación entre ambas potencias está en niveles de tensión propios de la Guerra Fría.

Desde Rusia, el Kremlin informa que tanto Putin como Biden han autorizado a sus equipos a mantener contactos en cuestiones sensibles. Según Moscú, la conversación —“abierta” y “profesional”— ha abordado principalmente el estancamiento de la implementación de los acuerdos de Minsk, cuyo fracaso fue achacado por Putin a “la línea destructiva” de Kiev.

Los acuerdos de Minsk II fueron firmados en 2015 en la capital bielorrusa por Moscú, Kiev y la OSCE, con la mediación de Alemania y Francia. A diferencia de Minsk I, este pacto se cerró en plena ofensiva separatista con apoyo de artillería y brigadas acorazadas rusas. El Gobierno ucranio, liderado entonces por Petró Poroshenko, aceptó una reforma constitucional para conceder más autonomía a la región a cambio de recuperar el control de la frontera del Donbás con Rusia. Pero pocos avances sobre estos pactos se han realizado en estos seis años.

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El asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, en una rueda de prensa en la Casa Blanca. AFP/EFE

“La parte rusa ha propuesto anular todas las restricciones acumuladas sobre las misiones diplomáticas, lo que podría ayudar a normalizar otros aspectos de las relaciones bilaterales”, señaló el servicio de prensa del Kremlin.

Putin recalcó a Biden que Rusia está interesada en obtener la garantía de que la OTAN no se expandirá hacia el este ni desplegará armas en sus países vecinos, y también ha destacado “la importancia de la implementación total del Plan de Acción Integral Conjunto original”, el acuerdo internacional de Viena de 2015 sobre el programa nuclear iraní. Según el Kremlin, ambos mandatarios comparten que su diálogo debe continuar teniendo en cuenta su especial responsabilidad para mantener la seguridad y la estabilidad en el mundo.

Desde 2014, la UE ha adoptado una amplia batería de medidas contra Rusia como represalia por la anexión ilegal del territorio ucranio de Crimea. Pero ha evitado una ruptura brutal de relaciones comerciales y ha mantenido los canales abiertos de comunicación con el régimen de Putin, sobre todo, a través de la canciller alemana, Angela Merkel. La posible invasión de Ucrania, sin embargo, marcaría un punto de inflexión, que coincidiría, además, con la llegada a Berlín de un nuevo Gobierno mucho más duro con Moscú.

Von der Leyen ha denunciado “los movimientos militares de Rusia y su masiva acumulación junto a la frontera oriental de Ucrania”, así como “el descarado intento de intimidar al Gobierno reformista de Moldavia”. La presidenta de la Comisión considera imprescindible “proteger las democracias frente a esos cínicos juegos de poder geopolítico”.

Las palabras de Von der Leyen, pronunciadas durante el encuentro anual con los embajadores de la UE, llegaban casi al mismo tiempo que la reunión virtual entre Biden y Putin. Y mostraban el alineamiento de la Unión con las posiciones defendidas por el presidente de EE UU, que antes y después de la reunión se coordinó con las principales potencias europeas (Alemania, Francia, Italia y, fuera de la UE, el Reino Unido).

La entrada de Ucrania en la OTAN es una vieja aspiración que se remonta a la Declaración de Bucarest de 2008. Sin embargo, Moscú considera que aquel país forma parte de su zona de influencia. El secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, advirtió el domingo de que su organización “permanece vigilante” ante la escalada militar rusa en la frontera ucrania y de que cualquier agresión “tendrá consecuencias”.

La integración de Ucrania en la OTAN parece, no obstante, muy remota. Alina Frolova, exviceministra de Defensa ucrania y directora del Centro de Comunicación Estratégica StratCom Ucrania, explica por teléfono a EL PAÍS que “en Kiev no hay expectativas de ello; no hay progreso desde hace mucho tiempo, incluso con el apoyo mostrado por Stoltenberg”. Sin embargo, Frolova no cree que Occidente los haya abandonado. “EE UU ha enviado armas y ha demostrado que mantiene su compromiso. El Reino Unido, también. No es una cuestión de número de fuerzas, sino de demostración política”. Según esta experta, la advertencia rusa “es una amenaza global, no solo a Ucrania” y buscaría con ello “un gran acuerdo, un reparto de áreas de influencia” entre potencias.

Sobre un posible despliegue ruso en el Donbás, Frolova insiste en que Moscú no ha reconocido hasta ahora las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk pese a haber entregado más de medio millón de pasaportes rusos a sus habitantes, y que todas sus acciones han sido enmascaradas, “como el envío de armas al Donbás, la reciente crisis de los migrantes en Bielorrusia o las provocaciones en Crimea”. “Pero al mismo tiempo, la guerra comenzó sin dar credibilidad a las amenazas. Ahora está el despliegue en Crimea, en las fronteras, las declaraciones de [el presidente bielorruso, Aleksandr] Lukashenko... En el terreno, la situación parece muy seria”, agrega.

En la zona separatista del Donbás también están expectantes. Uno de sus comandantes más populares, Alexandr Jodakovski, ha afirmado en el canal de Telegram donde cuelga sus reflexiones: “De una cuestión local hemos pasado a la expansión de la OTAN y las líneas rojas que Biden no va a reconocer. Es decir, volvemos a 2014, cuando dijimos que esto era una guerra entre Rusia y Occidente”.

Sobre el órdago de Putin hay todo tipo de opiniones en Rusia. Mijaíl Kasiánov, primer ministro durante su primera legislatura y actual líder del partido liberal Parnas, defendió en Twitter el llamado “paquete nuclear” de sanciones que Washington prepara en caso de conflicto. “Seguramente lo detendrá. No habrá guerra, o de lo contrario Rusia retrocederá 30 años”, dijo el político sobre unas medidas que pondrían a la economía rusa en un aprieto cuando su moneda nacional sigue hundida a 74 rublos el dólar (35 antes de la guerra en 2014) y el banco central admite que no dispone de herramientas para controlar una inflación que se acerca peligrosamente a los dos dígitos porque esta se debe a los problemas de suministro que sufre todo el planeta.

Posibles efectos sobre la llegada del gas a Europa

La UE apenas ha explotado hasta ahora su capacidad para golpear a la economía rusa. La lista negra de sanciones incluye a 185 altos cargos o empresarios rusos y a 45 empresas. Pero Europa es aún el principal mercado energético para las exportaciones de Rusia, y Berlín incluso impulsó la duplicación del gasoducto del Báltico (Nord Stream) para facilitar la llegada directa y más rápida de gas ruso a Alemania y por ende, a la UE. La puesta en marcha del segundo gasoducto (Nord Stream II), sin embargo, ha quedado paralizado por una cuestión regulatoria planteada, precisamente, al calor de la creciente tensión en la frontera de Ucrania.

Un ataque ruso podría dar la puntilla a una infraestructura que ya ha sido completada, pero que cuenta con el rechazo de muchos socios de la UE, así como de Ucrania. Berlín ha defendido a capa y espada el proyecto, dada su dependencia del gas ruso, pero al mismo tiempo cuenta ya con otros proveedores como Noruega y Países Bajos, que cubren casi el 40% del consumo alemán.

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