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Los ‘rusos nuevos’ acuden en masa a votar desde el Este de Ucrania

Durante varios días, habitantes de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk han cruzado la frontera para participar en la consulta popular sobre las reformas constitucionales en Rusia

Habitantes de la región de Donetsk mostraban el pasado sábado sus pasaportes rusos en el autobús de camino a Rusia.
Habitantes de la región de Donetsk mostraban el pasado sábado sus pasaportes rusos en el autobús de camino a Rusia.Alexei Alexandrov (AP)
Pilar Bonet

Para los rusos nuevos del Este de Ucrania, aquellos que han recibido un flamante pasaporte gracias al presidente Vladímir Putin, la consulta sobre la reforma constitucional ha tenido un valor especial y participar en ella se ha convertido casi en un deber sagrado.

Durante varios días, caravanas de vehículos y autobuses, especialmente organizadas, han cruzado la frontera con Rusia desde las autodenominadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk (RPD y RPL) (los territorios de las regiones de igual nombre no controlados por Kiev). En los convoyes viajaban personas mayores de 18 años, que han recibido los pasaportes rusos y, por lo tanto, podían votar en la consulta. El decreto promulgado por Putin a finales de abril de 2019, a tenor del cual los habitantes de la RPD y de la RPL obtuvieron el derecho a acceder por la vía simplificada a la nacionalidad rusa ha generado centenares de miles de rusos nuevos. Las cifras oscilan. En enero pasado, Valentina Kazakova, jefa de la dirección de emigración del Ministerio del Interior de Rusia, calculaba en 277.000 los nuevos ciudadanos rusos oriundos de la RPD y la RPL. Pero en junio, informaciones de la RPD se referían a 110.000 habitantes con pasaporte ruso, 15.000 en espera de que sus documentos sean revisados y un ritmo de 500 solicitudes al día en aquel territorio. Por otra parte, datos de la RPL de las mismas fechas cifraban el número de rusos nuevos locales en 120.000. La posesión de los pasaportes de las “repúblicas populares” (que solo Moscú reconoce) da derecho a solicitar el pasaporte ruso.

La entrega de pasaportes rusos, que se hace en la provincia rusa de Rostov del Don, se ha visto algo frenada por las restricciones de movimiento impuestas a raíz de la pandemia de coronavirus. Para los rusos nuevos del Este de Ucrania, la reforma constitucional es la primera gran ocasión de demostrar su nueva ciudadanía. En los últimos días, las redes sociales en la RPD informaban de la organización de los convoyes de autobuses con destino a 12 colegios electorales en localidades de Rostov del Don. En Facebook se creó una página (Donbás vota por las enmiendas de la Constitución Rusa) donde los votantes compartían las fotos e impresiones del viaje. En uno de los diálogos registrados, el argumento de votar en contra porque la Constitución establece la inviolabilidad de fronteras y eso supondría que Donbás nunca sería ruso era rebatido con el punto de vista, según el cual la inviolabilidad de fronteras es “válida cuando se trata de recortar, pero no cuando se trata de ampliar territorio”. En el servicio de mensajería instantánea Telegram se relataban los trámites en los puestos fronterizos con Rusia, la toma de la temperatura a los viajeros, la mejor o peor desinfección de los vehículos o las compras de mercancías para llevar de vuelta a Donetsk, donde son escasas o caras.

Las facilidades para ir a votar a Rusia contrastan con los problemas para cruzar la llamada línea de contacto entre la RPD y el territorio controlado por Kiev. Debido a la pandemia, estas lindes permanecieron cerradas desde el pasado marzo, excepto en contados casos humanitarios. La semana pasada se realizó un intento de abrirlas, a resultas del cual decenas de personas quedaron atrapadas en la tierra de nadie entre las dos partes y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) tuvo que ayudar a la organización de urgencia de un campamento para acogerlas en una improvisada cuarentena. Tras este fiasco, la línea de contacto con la RPD se volvió a cerrar, aunque se ha logrado abrir el paso con la RPL.

El conflicto entre Kiev y los secesionistas del Este apoyados por Rusia se inició en 2014 y afecta a más de 5 millones de personas. Según datos de enero de 2020, 3,4 millones requerían asistencia humanitaria y protección, de ellas 1,9 millones en la zona controlada por los secesionistas y 1,5 millones en la controlada por Kiev y se habían producido 350.000 desplazados. Los tiroteos, aunque esporádicos, continúan y en las atascadas negociaciones de Minsk bajo la égida de la OSCE las partes muestran poca voluntad de compromiso. Kiev no quiere hacer ninguna concesión sustancial a los separatistas y se niega a verlos como un sujeto al margen de Moscú. Los secesionistas se orientan hacia la integración con Rusia y a menudo muestran frustración porque el Kremlin no les ha abierto aún las puertas de la madre Rusia. En lo que a manifestaciones de solidaridad con la política del Kremlin se refiere, los secesionistas tratan de mostrarse más patriotas que los rusos de Rusia, por ejemplo en la celebración del Día de Rusia y la celebración de los desfiles del Día de la Victoria, como si Donbás nunca hubiera sido parte de Ucrania, como si sus dirigentes locales no hubieran llegado a la alta política en Ucrania. “Es un sorprendente caso de amnesia colectiva”, afirma una persona que ha visitado recientemente Donetsk.

Rusia ha repartido pasaportes en otros territorios desubicados de la URSS como son Abjasia, Osetia del Sur y el Transdniéster, y esos pasaportes han servido para justificar la expansionista política rusa. Su valor práctico varía de un lugar a otro y, en la colección de identidades documentales, el caso extremo es el del Transdniéster (en Moldavia), donde pueden encontrarse personas con media docena de pasaportes (del mismo Transdniéster, de Moldavia, de Ucrania, de Rusia, de Bulgaria y en los últimos años también de Rumania). Pero en ninguno de los territorios problemáticos heredados de la URSS exhiben sus documentos rusos como lo hacen los rusos nuevos de Ucrania para implorar a Moscú que los acoja junto con su territorio. Y los dirigentes de hecho de las autodenominadas repúblicas esperan que “cuando haya el número suficiente” de nuevos rusos el Kremlin así lo hará.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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