Esclava desde los ocho años en un hogar acomodado del Brasil del siglo XXI
Madalena Gordiano trabajó como criada durante cuatro décadas sin paga ni vacaciones. Ejemplo extremo de racismo, refleja el legado de siglos de esclavitud
Ocho años tenía la brasileña Madalena Gordiano cuando tocó una puerta para mendigar comida. Alguien invitó a entrar a aquella niña negra que tenía una gemela y siete hermanos más. La señora de la casa, profesora, blanca, prometió adoptarla. Su madre aceptó. Pero nunca fue adoptada ni regresó a la escuela. Cocinar, lavar, fregar baños, quitar el polvo, poner orden en la casa de la familia de Maria das Graças Milagres Rigueira se convirtió en su día a día durante las siguientes cuatro décadas. Víctima de explotación racista, era una esclava del siglo XXI en el hogar de una familia acomodada en un edificio de apartamentos en una ciudad de Minas Gerais. Nunca tuvo paga, libranzas o vacaciones, según los fiscales que investigan el caso. Cuando Gordiano fue rescatada, el pasado 27 de noviembre, era una mujer de 46 años, pelo muy corto y grandes dificultades para expresarse.
“Fui a pedir pan porque tenía hambre, pero ella me dijo que no me lo daba si no me quedaba a vivir con ella”, contó la víctima a Fantástico, el programa de investigación que reveló el caso a las puertas de la Navidad, el más famoso de la televisión brasileña. UOL, una web informativa, fue descubriendo otros detalles perversos de la historia.
El infierno de esta criada compone un ejemplo extremo del legado que más de tres siglos de esclavitud han dejado en Brasil. Principal destino del tráfico negrero, fue el último país americano en liberar hace 130 años a la mano de obra trasladada a la fuerza desde África. Las últimas amas de cría brasileñas son de hace una generación, pero empleada del hogar es todavía un oficio tradicional de mujeres negras.
Aquella familia respetable en apariencia y fama de tradicional no solo se aprovechó del trabajo de Gordiano. La convirtió en una fuente de ingresos. Los Milagres Rigueira la forzaron a casarse con un pariente anciano cuando era todavía una veinteañera. Él tenía 78 años y una pensión. De las mejores de Brasil, de militar. Combatiente en la Segunda Guerra Mundial, recibía más de 8.000 reales mensuales (1.300 euros) que la mujer con la que nunca convivió heredó a su muerte. Oficialmente, ese dinero era de ella, pero solo recibía migajas. Los patrones se lo quedaban.
El dinero de la empleada doméstica sin sueldo sufragó, según UOL, la carrera de Medicina de una hija de la familia. Porque, en otro hecho que parece directamente sacado de las relaciones de los amos con sus esclavos, Gordiano fue cedida a otro hijo de la familia, el profesor de Veterinaria Dalton Milagres Rigueira. Durante la esclavitud era frecuente donar esclavos a los hijos como regalo de bodas o incluirlos en el testamento con el resto de los bienes. A menudo eran lo más valioso del patrimonio.
La historiadora Claudielle Pavão considera que este “es un caso extremo de racismo estructural que expone de manera muy didáctica lo que es la blanquitud brasileña, forjada en un sistema esclavista”. Añade la investigadora que “mucha gente dirá que acoger una niña para que haga las tareas domésticas a cambio de comida y cama es mucho mejor que dejarla en la calle. Es un pacto social que está tan normalizado que la gente no lo encuentra ofensivo”.
La investigación periodística ha revelado que la hermana gemela de Gordiano, Filomena, vivió también como empleada del hogar con otra rama de la misma familia, pero recibía un salario. Dejó a sus patrones hace una década.
Tras la abolición, el Estado brasileño atrajo mano de obra europea con la concesión de tierras y otras ventajas con el fin declarado de blanquear la sociedad. Mientras, los esclavos recién liberados quedaron a su suerte sin ninguna ayuda pública, recalca la historiadora Pavão. La arraigada desigualdad que persiste en el Brasil de 2021 deriva de aquellos brutales siglos.
Los negros y mestizos son más pobres que sus compatriotas blancos: suponen el 56% de la población, pero el 75% de los asesinados, el 64% de los desempleados, el 60% de los presos, el 15% de los jueces y el 1% de los actores premiados, según datos de la agencia Lupa. Sus familias ingresan la mitad de dinero que las blancas. Y viven menos.
El caso de la empleada doméstica esclavizada causó conmoción en Brasil, como un mes antes la muerte de un cliente negro por la paliza de dos guardas blancos a las puertas de un supermercado.
La criada esclavizada fue localizada por las autoridades en el hogar que el profesor de Veterinaria compartía con su esposa en Patos de Minas, una ciudad de 100.000 habitantes de Minas Gerais.
Gordiano dormía en un cuartito sin ventana. No tenía móvil ni televisión. Su única posesión, tres camisetas. Su único alivio, escuchar misa en una Iglesia católica, donde aparentemente nadie sospechó del infierno en que vivía. Pudo ser rescatada por la denuncia de algún vecino de su edificio, con los que tenía prohibido hablar. Supieron de sus penurias porque colaba papelitos por debajo de las puertas. Con letra temblorosa les pedía dinero para comprar jabón y otros artículos de aseo. Las autoridades sospecharon hace años de la pensión de viudedad de Gordiano, pero el asunto fue archivado por falta de pruebas. Ocasión perdida de salvarla.
El profesor Dalton Milagres Rigueira, acusado con su madre, Maria das Graças, de un delito de mantener a la víctima en condiciones análogas a la esclavitud, explicó al ser interrogado que la empleada era como de la familia. Añadió que “no (la) incentivó a estudiar porque no creía que eso la beneficiara”, según Fantástico. La universidad donde trabaja le ha suspendido de empleo. El abogado de la familia considera “prematura e irresponsable la divulgación del caso por parte de los fiscales” sin haber condena e insta a hacer “una reflexión cautelosa en este momento de confraternización cristiana”. Más de 55.000 brasileños que trabajaban en condiciones similares a la esclavitud han sido rescatados en los últimos 25 años, incluidas 14 criadas el año pasado.
Las empleadas domésticas, mayoritariamente negras, son una figura central en la sociedad brasileña. El reconocimiento legal de sus derechos laborales fue una gran conquista para millones de lavanderas, planchadoras, niñeras, cocineras, jardineros y conductores particulares, pero provocó la indignación de algunos patrones. El clasismo cotidiano es visible y de vez en cuando se verbaliza. “Todo el mundo viaja a Disneylandia, la empleada doméstica va para Disneylandia... un fiestón. Mejor que vayan al nordeste, que está lleno de playas bonitas”, dijo hace unos meses el ministro de Economía, Paulo Guedes, alegrándose de que el dólar subiera.
Una de las primeras cartas que se conocen en Brasil en la que un esclavo denuncia malos tratos es la escrita por Esperança Garcia con cuidada caligrafía en septiembre de 1770 al gobernador de Piauí. Alfabetizada ilegalmente por los jesuitas, es una de las personalidades históricas recientemente rescatadas. Garcia protestaba por el maltrato físico además de suplicar que le permitieran reunirse con su esposo y bautizar a su hija. Se cree que lo logró.
El cautiverio de Gordiano ha terminado gracias a un anónimo vecino, lo que le ha permitido disfrutar de la Navidad en un refugio para mujeres a la espera de poder reunirse, con permiso de la pandemia, con algunos de los hermanos con los que mendigaba pan hace cuatro décadas.
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