Un desafío nuclear calculado al milímetro
El anuncio iraní de una nueva violación de las condiciones del pacto atómico está calibrado para evitar una ruptura irreversible
Los profetas de la catástrofe han encontrado en la última crisis de Oriente Próximo una ocasión para anunciar el Armagedón. Para ellos la guerra entre Irán y Estados Unidos es inevitable; también toman al pie de la letra la retórica bélica con la que los gobernantes iraníes e iraquíes están respondiendo al asesinato del general Soleimani y varios jefes milicianos por tropas norteamericanas. Así que cuando Teherán ha dado a conocer un nuevo paso en la reducción de sus compromisos con el acuerdo nuclear han interpretado que lo abandonaba. No es así. El régimen iraní puede ser acusado de muchas cosas menos de precipitación.
Renegar de las limitaciones en el enriquecimiento de uranio constituye una nueva violación, muy calculada, de las condiciones que Irán aceptó en 2015 cuando firmó el pacto con las seis grandes potencias (EE UU, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania), no su abandono. De hecho, se trataba de un lance esperado, el quinto desde que en mayo del año pasado empezara a descolgarse de sus obligaciones en respuesta a la salida del acuerdo por parte de Washington un año antes y a las sanciones que le impiden vender petróleo desde entonces.
Con anterioridad, la República Islámica ya se saltó el límite de uranio enriquecido y agua pesada que el Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC) le permite almacenar, la pureza a la que puede enriquecer, los modelos de centrifugadoras autorizados para ello o los lugares donde puede llevar a cabo ese proceso, que tanto sirve para obtener combustible para las centrales nucleares, como material fisible de grado militar. Ha sido un goteo en plazos de 60 días.
La coincidencia ahora con la crisis desatada por el asesinato de Soleimani ha añadido dramatismo al nuevo anuncio, pero no lo ha motivado. Al contrario, expertos y diplomáticos subrayan que podía haber sido peor. Como ha destacado Mark Fitzpatrick, director del programa de No Proliferación y Política Nuclear del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos y exfuncionario del Departamento de Estado norteamericano, “mantiene la opción de regresar [al pacto] si EE UU lo hace”.
La reimposición de sanciones europeas y de la ONU que establece el propio pacto es la más obvia de las razones para quedarse en el PIAC
Esa coda ha sido una constante desde que Teherán inició su estrategia de reducción de compromisos para presionar al resto de los firmantes del acuerdo, en especial a los europeos, a compensarle por el daño económico que le causaba la salida de EE UU. El propio ministro de Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, reiteró en su cuenta de Twitter que este paso y los anteriores “son reversibles a partir de la puesta en práctica EFECTIVA de las obligaciones recíprocas”.
Tanto o más importante, Zarif subrayaba que su país va a continuar su “total cooperación con el OIEA”, el organismo de la ONU que vigila el acuerdo. Eso le deja margen de maniobra para negociar y constituye un indicador claro de que Irán no quiere salirse del PIAC. Hay diversas razones objetivas para ello. La más obvia es la reimposición de sanciones europeas y de la ONU que establece el propio pacto. Aunque no se trata de un mecanismo automático, tampoco es previsible que lleve demasiado tiempo dado que los europeos están empezando a perder la paciencia con los ultimatos iraníes que consideran una “estrategia equivocada”.
Vinculada a la anterior está también el hecho de que, entre las provisiones del acuerdo nuclear, se contempla el progresivo levantamiento del embargo a las transferencias de tecnología y armas a Irán. El próximo 18 de octubre, cinco años después del día en que se adoptó formalmente, vence el plazo que exigía la aprobación por el Consejo de Seguridad de cualquier venta de armas (convencionales) a la República Islámica. En un momento de tensión con EE UU cerrarse esa puerta sería como pegarse un tiro en el pie.
Sin negar la gravedad del gradual avance de Irán hacia el vaciado de contenido del Plan, también conviene distinguir entre la retórica y la realidad. El pasado julio anunció que dejaba de respetar el límite de enriquecimiento de uranio (capado por el pacto a un 3,67%). No obstante, según las últimas medidas de los inspectores del OIEA, no ha pasado del 4,5%, muy por debajo del 20% que alcanzó antes de la firma y del 90% que constituye el grado de pureza necesario para una bomba atómica.
El catastrofismo viene avalado por la sucesión de conflictos que desde hace décadas vive Oriente Próximo. Al mismo tiempo, cualquier conocedor de esta zona sabe que la política regional es enormemente enrevesada y rara vez las cosas son blancas o negras. Tal vez sea ilusorio pensar que aún se puede negociar con Irán, pero la alternativa resulta tan terrible que conviene no cerrar de antemano las escasas puertas entreabiertas.
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