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Berlín y París discrepan sobre la estrategia de la UE para la era post-Trump

Macron apuesta por acelerar el proceso de independencia estratégica de la Unión Europea, mientras que Merkel pone el acento en recomponer los lazos rotos

La canciller de Alemania, Angela Merkel, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el pasado junio en el castillo de Meseberg.
La canciller de Alemania, Angela Merkel, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el pasado junio en el castillo de Meseberg.Europa Press

Bruselas y la mayoría de las capitales del continente coinciden en que la salida de Donald Trump de la Casa Blanca permitirá a la Unión Europea replantear su relación con EE UU tras cuatro años de hostilidades, contraataques arancelarios y choques diplomáticos por doquier. Pero la UE tiene dudas sobre el camino a seguir en la nueva etapa que se abrirá el 20 de enero con la presidencia de Joe Biden. El mandatario francés, Emmanuel Macron, lidera a los socios comunitarios partidarios de continuar e incluso acelerar el proceso de independencia estratégica de la UE puesto en marcha en los últimos años. En cambio, la canciller alemana, Angela Merkel, es partidaria de recomponer en la medida de lo posible los lazos rotos y de reafirmar la posición de EE UU como socio indispensable para la unidad, estabilidad y seguridad del Viejo Continente.

Fuentes diplomáticas reconocen que “París y Berlín coinciden en la necesidad de seguir avanzando en la autonomía estratégica, pero difieren en cuanto al alcance y repercusión de ese concepto”. El Ejecutivo de Macron, según esas fuentes, aboga por una autonomía mucho más profunda que convierta el planteamiento “eurocentrista” en el eje de la geoestrategia del Viejo Continente durante las próximas décadas. Berlín, en cambio, desea encuadrar la estrategia europea en el marco de una alianza transatlántica similar a la vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El Ejecutivo de Pedro Sánchez se alinea en este debate mucho más cerca de las tesis de Merkel que las de Macron, según indican fuentes españolas. Madrid teme que la autonomía estratégica defendida por París derive en una suerte de “autarquía y proteccionismo que lleve a Europa a cerrarse en parte al mundo”. El Gobierno español prefiere una solución “más pragmática, como la defendida en este caso por Alemania”.

Célia Belin, analista de Brookings Institution en Washington, considera que las divergencias entre Alemania y Francia “se refieren más al modelo sobre Europa que a la propia relación con EE UU”. Belin prevé que “la Administración de Biden va a buscar la alianza con Europa porque necesita un socio fuerte para forzar a China a aceptar un mercado internacional más transparente y competitivo”. La analista también cree que el riesgo es que “Europa no esté a la altura y se convierta en un socio junior si no define claramente su posición”.

El Alto Representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell, recomienda “evitar el debate estéril, basado en la premisa falsa de que hay que elegir entre atlantismo y europeísmo”. Borrell recordaba esta semana en una entrevista con EL PAÍS que “[Barack] Obama fue el primer presidente que empezó a desentenderse de Europa y a centrarse en el Pacífico”. El jefe de la diplomacia comunitaria aboga por ampliar también los horizontes de la política exterior europea, en particular hacia Asia, preservando al mismo tiempo la tradicional relación privilegiada con EE UU.

Pero a pesar de la petición de Borrell, el debate sobre atlantismo y europeísmo gana fuerza por momentos en Bruselas. Y puede ir a más si el desenlace definitivo de las elecciones estadounidenses da la mayoría del Senado a las huestes de Trump o si el Partido Republicano se mantiene en la próxima legislatura en la deriva populista y unilateral iniciada por el actual inquilino de la Casa Blanca. En ese caso, los partidarios de forjar una independencia geoestratégica sumarían previsiblemente adeptos en Europa.

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Las dudas sobre la futura relación con Washington cunden incluso ente los aliados de Berlín. “Hemos aprendido que la relación transatlántica es esencial, pero está estancada y viviendo de las rentas”, reconoce una fuente diplomática del bando partidario de mantener y reforzar el vínculo con EE UU. “La ventaja ahora”, añade esa fuente, “es que a Biden le va a interesar una Unión Europea fuerte como aliado, mientras que Trump pugnaba por debilitarnos para imponernos su criterio”.

Peter Sparding, analista de The German Marshall Fund (GMF), apunta que “París y Berlín pueden definir la autonomía estratégica de manera muy diferente y Alemania desde luego va a buscar una relación lo más estrecha posible con la Administración de Biden”. Pero Sparding añade que “la incertidumbre de los años de Trump ha sido un serio aviso para Berlín, de modo que Alemania tendrá que buscar un entendimiento con París”.

Las diferencias entre París y Berlín fueron evidentes desde la misma tarde del 7 de noviembre, cuando las proyecciones electorales mostraron la clara victoria de Biden y casi todas las capitales europeas salieron en tromba a felicitar al candidato demócrata. La calurosa felicitación de Merkel subrayaba: “Nuestra amistad transatlántica es indispensable”. La sucinta felicitación de Macron solo sugería: “Trabajemos juntos”.

Merkel redobló el 9 de noviembre su apertura hacia Washington con una intervención sin preguntas en la que definió a EE UU como “el aliado más importante” y se mostró dispuesta “a asumir más responsabilidades”, un guiño a la voluntad de aumentar el gasto alemán en defensa tal y como exigía Trump y, antes que él, Barack Obama y George W. Bush.

Macron, en cambio, ha mantenido un perfil más bajo desde la victoria de Biden. Y aunque ha celebrado la posibilidad de revitalizar el multilateralismo, circunscribe la renovada colaboración con Washington “al clima, la sanidad, la lucha contra el terrorismo y la defensa de los valores fundamentales”, según comentó el propio líder francés al presidente electo de EE UU durante una conversación telefónica mantenida esta semana.

La posición europea deberá surgir de la conciliación de los matices y tonos que por ahora separan a París y Berlín. Sparding cree que el objetivo debe ser “establecer una relación UE-EE UU más estable y madura, y que no sea fácilmente trastocable por el resultado de las próximas elecciones presidenciales [en 2024]”.

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