Putin busca impulso en el nacionalismo con un gran desfile patriótico antes del referéndum constitucional
Rusia conmemora la victoria en la Segunda Guerra Mundial pese a la persistencia del virus en la recta final de la campaña para el voto que puede eternizar al presidente
Como si la batalla frente al coronavirus también se hubiera vencido, miles de soldados rusos han marchado este miércoles codo con codo en varias ciudades de Rusia para conmemorar el 75º aniversario de la victoria soviética frente a la Alemania nazi. Solemne, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha presidido el desfile de la victoria en la Plaza Roja de Moscú, rodeado de decenas de ancianos veteranos que lucharon en las filas soviéticas en la Segunda Guerra Mundial. Con las solapas cuajadas de medallas y sin mascarillas. Por un día, la covid-19, que contabiliza 600.000 contagiados en Rusia, ha quedado a un lado. “Ni siquiera podemos imaginar en qué se habría convertido el mundo si el Ejército Rojo no hubiera salido en su defensa”, remarcó Putin en su discurso. El desfile, que se celebró con retraso por la pandemia, es una de las fiestas nacionales más importantes y emotivas para los rusos. Y es una carta importante para insuflar ánimos patrióticos a la ciudadanía cansada y golpeada por la crisis económica y sanitaria en un momento clave para Putin. El líder ruso, con la popularidad en mínimos históricos, necesita el apoyo de sus compatriotas para legitimar la reforma de la Constitución que le allana el camino para mantenerse en la presidencia y que se vota el 1 de julio.
“Defendieron su tierra, liberaron los Estados de Europa de los invasores”, enumeró Putin. “Siempre recordaremos que fue el pueblo soviético quien aplastó el nazismo”, ha declarado el presidente ruso. “Estamos abiertos al diálogo y la cooperación sobre las cuestiones internacionales más actuales. Entre ellas, la creación de un sistema de seguridad confiable y general, que el mundo moderno y que cambia rápidamente necesita. Solo la unidad puede defender las nuevas amenazas del futuro”, añadió. En un momento turbulento, con Estados Unidos y China cada vez más enfrentados y nuevas alianzas forjándose, Putin quiere que Rusia sea una de las grandes potencias que debatan sobre el nuevo orden mundial.
El discurso del líder ruso ha sido mucho más conciliador que el que ha entonado en las últimas semanas, cuando ha acusado a Occidente de reescribir la historia de la guerra para ignorar el papel de la URSS en la victoria. “Nuestra deuda es recordar que el pueblo soviético llevó la peor parte de la lucha contra el nazismo. Esta es la verdad principal, pura e inalterada sobre la guerra. Debemos protegerla y defenderla, transmitirla a nuestros hijos, nietos y bisnietos. El desfile militar de hoy es en honor a esta sagrada verdad, en honor a la destacada generación de vencedores que determinaron el resultado de toda la Segunda Guerra Mundial”, incidió Putin. A su espalda, decenas de veteranos de entre 80 y 90 años, que han pasado las últimas dos semanas protegidos en balnearios y hoteles de las afueras de Moscú para poder participar en la ceremonia y estrechar la mano del presidente, escuchaban erguidos sus solemnes palabras.
Con las restricciones derivadas de la pandemia, el gran acontecimiento patriótico diseñado por Putin para exhibir el potencial militar ruso ante los líderes mundiales ha quedado deslucido. El acontecimiento que se planeaba como el mayor desfile de la historia reciente de Rusia ha recibido apenas una decena de mandatarios, en su mayoría aliados de las antiguas repúblicas soviéticas, como el presidente de Bielorrusia, Aleksander Lukashenko. Excepto el presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, todos los líderes europeos eludieron la visita a Moscú, como ya es habitual desde que Rusia se anexionó la península ucrania de Crimea, en 2014. El presidente de Croacia, Zoran Milanovic, que había confirmado su presencia, finalmente no acudió a Moscú y comunicó que no viajaba porque su avión se había estropeado. El líder de Kirguistán, Sooronbay Jeenbekov, tuvo que quedarse en su hotel de Moscú después de que el viernes por la noche dos miembros de su delegación diesen positivo por coronavirus.
Tampoco acudió el presidente chino, Xi Jinping, aliado de Putin. Ni su homólogo francés, Emmanuel Macron, a quien el líder ruso está cortejando para sacar a Rusia del aislamiento occidental después de la anexión de Crimea, y a quien tenía la esperanza de recibir en Moscú. En la marcha participaron numerosas delegaciones y contingentes extranjeros. Entre ellos lo de China —el más numeroso― y la India, embarcadas en un enfrentamiento en los últimos días por un conflicto en sus fronteras.
Con alrededor de 7.000 infectados de coronavirus nuevos detectados cada día, Rusia es, con más de 600.000 contagiados, el tercer país del mundo con más casos registrados, por detrás de Estados Unidos y Brasil. El país euroasiático ha contabilizado 8.513 muertos, según datos oficiales. Y con esos datos, una quincena de regiones rusas decidieron suspender o aplazar todavía más sus desfiles. Pero la gran marcha de Moscú se mantuvo. Por la Plaza Roja, engalanada para la ocasión con banderas rusas y del Ejército Rojo y estandartes históricos, desfilaron 14.000 soldados, artillería, 234 vehículos blindados y 75 aviones y helicópteros militares, una cifra muy simbólica. Entre los elementos de última tecnología militar rusa, como los interceptores MiG-31, que transportan misiles hipersónicos, un escuadrón de tanques T-34 de la Segunda Guerra Mundial, que en su época fueron el orgullo de los blindados soviéticos que combatieron en Alemania, retumbó en el pavimento del centro de Moscú.
Pese a las recomendaciones del alcalde, Serguéi Sobianin, decenas de personas se agolparon en las zonas del centro de la capital por donde transcurría el desfile. Sin apenas mascarillas y sin distancia social. “Nuestro pueblo liberó a Europa del nazismo. Esa es una realidad que todos deben conocer, que no se puede perder en las generaciones que vienen”, recalcó levantándose la mascarilla para hablar Aleksander Vostrikov, moscovita y pensionista de 71 años, que se acercó a los alrededores de la Plaza Roja para ver el desfile. “Igual que ganamos la Gran Guerra Patria [el periodo de la II Guerra Mundial en el que participó la URSS] también ganaremos al coronavirus. Y para eso necesitamos un líder fuerte y estabilidad en Rusia”, comentó Svetlana Mayunova, profesora de 58 años de la cercana Tula.
Rusia ha empezado a salir de la hibernación económica y a aligerar las medidas de confinamiento a tiempo para la gran fiesta patriótica, que estaba originalmente prevista para el 9 de mayo, el Día de la Victoria, pero que se aplazó por la covid-19 hasta otra fecha también de carácter simbólico: el 24 de junio de hace 75 años se celebró en Moscú el primer desfile frente a Iosif Stalin. Algunos, como el opositor Alexéi Navalni, conocido bloguero anticorrupción, han criticado que se celebrase y lo han tildado de “estupidez” en un momento de crisis sanitaria. El Kremlin ha asegurado, sin embargo, que se han tomado medidas para proteger a los asistentes.
El desfile militar del Día de la Victoria ha cobrado fuerza y poderío en los últimos años hasta convertirse en una de las fiestas nacionales más importantes, si no la más. Entre 25 y 27 millones de ciudadanos soviéticos (militares y civiles) murieron en la Segunda Guerra Mundial y el 95% de los rusos consideran la victoria soviética de 1945 el evento más importante del siglo XX para Rusia, según datos de esta semana de la encuestadora estatal VTsIOM. Putin ha colocado este momento histórico en un lugar central en su discurso patriótico y nacionalista. Y este año, pese al coronavirus, no ha querido renunciar a él en un momento clave para su continuidad y en vísperas de la votación nacional sobre la reforma de la Constitución, que incluye una enmienda que le permitiría presentarse de nuevo a las elecciones una vez que su actual mandato expire en 2024.
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