Putin busca vías para reflotar la economía y su popularidad
El Kremlin diseña un plan de reactivación en medio de la crisis sanitaria y con la peor recesión en una década
Con la crisis sanitaria por el coronavirus aun latiendo fuerte en Rusia, la peor recesión en más de una década y la popularidad mermada, el presidente ruso, Vladímir Putin, busca vías para reflotar la economía y la confianza. Tras las críticas por mantenerse distante a los problemas económicos y sociales derivados de la emergencia y esbozar medidas modestas en comparación con otros países, Putin y su primer ministro, Mijaíl Mishustin, han esbozado este martes un plan de reactivación por valor de unos 65.000 millones de euros. Pero en vez de una gran presentación y sonoros discursos, el Kremlin ha preferido que las medidas se desgranen en los próximos días. Todo con la mirada puesta en el 1 de julio, cuando los rusos deben votar la reforma de la Constitución con la que Putin podría perpetuarse en el poder.
Con unos 9.000 contagiados nuevos diarios y más de 423.000 casos registrados en un país de 145 millones de habitantes; además de 5.037 muertos, según las cifras oficiales, puestas en duda por expertos y analistas, la normalidad todavía parece algo lejana en Rusia. Pese a que poco a poco y por regiones está acabando el confinamiento. La hibernación económica decretada para atajar la epidemia de coronavirus y la crisis sanitaria están lastrando la economía rusa -muy dependiente del sector energético- ya tocada por el desplome de los precios del petróleo, por años de sanciones de Occidente, por la falta de reformas estructurales y por una política severa de contención del gasto.
Los bolsillos de los rusos han llegado a la era covid, además, ya muy esquilmados por la caída de los ingresos reales. La situación económica unida a la gestión de la pandemia está creando una sensación de hastío y descontento social que se ha traducido en pérdida de confianza de popularidad de Vladímir Putin. El líder ruso, pese a que al principio delegó las malas noticias en sus subordinados y en los gobernadores regionales, está obteniendo sus peores notas en dos décadas, recuerda la diputada municipal por Moscú Yulia Galiámina (independiente).
La hibernación económica ha estado costando al día unos 1.300 millones de dólares, según el ministro de Economía, Maxim Reshetnikov. El desempleo, tradicionalmente muy bajo en Rusia, ha aumentado hasta el 5,8% en abril. Ese mes, el PIB se contrajo un 12%, la mayor reducción desde 2009. Y el pronóstico es duro: el Banco Central Ruso prevé una caída general del 6% este año (antes de la crisis sanitaria, se esperaba un crecimiento del PIB de alrededor de un 3% entre 2021 y 2022).
Este caldo de cultivo ha atenazado el objetivo del líder ruso de fortalecer la economía con un gran plan conocido como “Proyectos Nacionales”, esbozado a principios de año con medidas sobre educación, sanidad, infraestructura o apoyo a las familias, con un presupuesto de unos 400.000 millones de dólares. El programa ahora “requerirá ajustes”, reconoció el presidente ruso este martes. La situación puede suponer un revés para su plan de liderazgo en un momento clave para la reforma Constitucional y para el legado de Putin.
De ahí la sincronización del nuevo plan de reactivación. “Suena a propaganda antes de la votación de la reforma constitucional. Sobre el papel está muy bien, pero hay que ver cómo piensan hacerlo. Sobre todo porque antes se impusieron metas idénticas que no se cumplieron ni siquiera en un entorno más favorable”, apunta la economista Aleksandra Súslina, de la consultora especializada Economic Expert Group.
El programa contiene unas 500 medidas, algunas recicladas, según los borradores a los que han tenido acceso varios medios rusos. Se divide en tres etapas hasta finales de 2021 -“estabilización, recuperación y crecimiento”-. Prevé cambios en la regulación laboral para flexibilizar el empleo, dispone un nuevo salario mínimo por hora para apoyar el trabajo a tiempo parcial y fomentar el empleo, dicen, y luchar contra la economía sumergida en un país que tiene un salario mínimo mensual medio de unos 160 euros. Además, aumenta la prestación por desempleo y se impone el objetivo de impulsar el crecimiento de los ingresos reales por encima del 2,5%.
No se ha precisado de dónde procederán las líneas de gasto, y el Kremlin siempre ha sido muy reacio a gastar el llamado Fondo de Bienestar, procedente de los ingresos del petróleo en los tiempos de bonanza (se ingresaba el excedente cuando el crudo superaba los 42 dólares el barril), que ha acumulado unos 170.000 millones de dólares. El pronóstico, por tanto, no es muy halagüeño dice la experta de Economic Expert Group: “Tras una caída, la recuperación de los precios del petróleo puede llevar a un cierto crecimiento, pero objetivamente no se puede esperar que ayude mucho. Ahora otros motores obtienen mayor importancia, como el consumo. Y este no parece que vaya a reactivarse mucho”.
Política de disuasión nuclear
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha aprobado este martes la llamada ‘política de disuasión nuclear’. La estrategia, que el Kremlin ha hecho pública por primera vez, traza las directrices de actuación y habla de la capacidad de respuesta con armas atómicas a un ataque convencional dirigido a la infraestructura militar y gubernamental crítica de la nación. Una advertencia de represalias dirigido a EE UU. Entre los peligros clave enumerados por el Kremlin está también "la acumulación por parte de un posible adversario de las fuerzas armadas convencionales, incluidos los sistemas de entrega de armas nucleares, en territorios vecinos de la Federación de Rusia y sus aliados y en áreas marítimas adyacentes", según el decreto publicado. Los otros peligros que pueden llevar a Rusia a utilizar sus capacidades de disuasión nuclear incluyen "el desarrollo de sistemas de defensa y ataque de misiles y su despliegue en el espacio ultraterrestre". Otro mensaje a la Administración Trump y sus últimas regulaciones.
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