Putin anuncia más impuestos a los ricos días antes de una votación popular clave para su continuidad
El presidente ruso propone que el gravamen sobre la renta sea progresivo por primera vez en dos décadas
Vladímir Putin domina el arte de la sincronización. A ocho días de la votación de la reforma constitucional que le allana el camino para perpetuarse en el poder, el presidente ruso ha anunciado este martes una batería de medidas populares de apoyo económico a las familias, los desempleados y a las empresas. Por primera vez en casi dos décadas, el pago del impuesto sobre la renta será progresivo gravando más a los más ricos. Ahora todos los rusos, independientemente de sus ingresos, pagan un 13%; desde el año que viene, quienes ganen más de cinco millones de rublos al año (unos 64.000 euros) pagarán un 15% por encima de ese nivel; aunque se estima que son menos del 1% de los 145 millones de rusos. El conjunto de medidas sociales enunciado por Putin supone así un guiño a las clases medias y bajas en un momento clave para su continuidad en la presidencia.
“Hemos probado que Rusia es capaz de resolver problemas de extrema dificultad”, ha recalcado el presidente ruso en un discurso a la nación, emitido por los canales estatales, en el que ha elogiado la respuesta rusa ante la pandemia de coronavirus. Los 60.000 millones de rublos (900 millones de euros) que el Kremlin cree que se recaudarán con la subida de impuestos con la escala progresiva se dedicarán a tratar a niños con enfermedades graves y raras, dijo. El líder ruso da así marcha atrás a una de sus primeras (2001) y más emblemáticas reformas económicas: un tipo único en el impuesto sobre la renta, y no en función de lo que se gana, que introdujo en un intento de reducir la evasión fiscal y asegurar un flujo de ingresos más constante para las arcas públicas rusas.
La economía rusa ya estaba muy tocada por las sanciones occidentales derivadas de la anexión rusa de la península ucrania de Crimea –que ya van por su sexto año y se han ampliado–. Ahora, la caída de los precios del petróleo y la pandemia del coronavirus han agudizado esa crisis. La economía rusa se contraerá hasta un 6%, según el Banco Central ruso, y ya se está empezando a notar en las cifras de desempleo, que han alcanzado su máximo desde 2012: un 6,1%, una cifra alta para un país que no está acostumbrado al paro.
Un ambiente en el que las medidas de Putin —que ha visto como sus niveles y popularidad han caído en las encuestas entre otras cosas por la gestión de la pandemia y la situación económica— pretenden resonar. El líder ruso anunció una ampliación de los beneficios para los desempleados y una segunda paga del equivalente a unos 130 euros para las familias por cada niño menor de 17 años. Además, prometió créditos preferentes a las empresas más afectadas por la pandemia; créditos que no tendrán que devolver si esas compañías mantienen su plantilla.
Putin quiere atraer a Rusia a inversores y empresas. Sobre todo compañías de nuevas tecnologías, uno de los sectores en los que el país euroasiático está avanzando y es competidor global. Desde el año que viene, las tecnológicas establecidas en Rusia pagarán un impuesto del 3% de sus ganancias, en lugar del 20% actual. “Será una de las tasas impositivas más bajas del mundo”, resaltó Putin. Las acciones de gigante Yandex y de Mail.ru subieron un 3% tras el anuncio.
Putin, de 67 años, se enfrenta a uno de los momentos más importantes para su legado. Y así se lo ha hecho saber a los rusos, que el 1 de julio votarán la reforma Constitucional, que conformará un país de poder más centralizado, conservador y nacionalista. Las medidas, además de incluir otros ganchos en forma de medidas sociales, añaden un punto que pone a cero el contador presidencial de Putin, con lo que salvaría el veto actual que permite solo dos mandatos consecutivos y le permitiría volver a presentarse a las elecciones en 2024.
Las enmiendas (que ya recibieron luz verde parlamentaria y cuya votación popular se había pospuesto por el coronavirus) “deben ser aprobadas” por la ciudadanía, remarcó Putin. Porque pese a que la consulta popular no es vinculante, el líder ruso quiere dar a la reforma una legitimidad de la que carecería si el 1 de julio se produce un fiasco de participación. “Las enmiendas, de ser aprobadas, marcarán unas demandas más altas para la eficacia y el contenido de toda nuestra política socioeconómica”, declaró Putin en su discurso de una hora.
Para animar a los rusos a votar en medio de la pandemia, el Kremlin ha impulsado el sufragio online en algunas regiones, abrirá los centros de votación desde varios días antes y está alentando a las regiones y empresas de su confianza a que den a quienes participen incentivos en forma de vales-descuento para restaurantes y supermercados. En algunas regiones se llegan a sortear coches o apartamentos entre los votantes. El domingo Putin reconoció por primera vez abiertamente lo que los analistas llevaban poniendo negro sobre blanco meses: que si la ciudadanía apoya la reforma de la Constitución podría tratar de quedarse en el Kremlin. “No excluyo la posibilidad de postularme”, señaló el líder ruso, que remarcó que es hora de trabajar y no de buscar sucesores.
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