Trump-Bolsonaro: terminó la luna de miel
Las dificultades del brasileño para mantener la alianza con Trump en relación con Venezuela se harán más evidentes en noviembre cuando Brasil será el anfitrión de una cumbre de los BRICS
La insinuación de Donald Trump sobre una posible intervención armada en Venezuela sigue teniendo consecuencias imprevistas en el tablero internacional. La más reciente fue exhibir la fisura que existe en materia de política exterior en el máximo nivel de Brasil. Jair Bolsonaro había admitido la posibilidad de que su país acompañe un ataque militar de los Estados Unidos para derrocar a Nicolás Maduro. Pero su vicepresidente, Hamilton Mourão, le desmintió. Un detalle importante: Mourão es militar.
La cuestión venezolana sirvió para que quede más expuesta la herida que mortifica al Gobierno brasileño. Allí el Ministerio de Relaciones Exteriores está a cargo de Ernesto Araújo. Este embajador profesional, apadrinado por el gurú anti-globalización Olavo de Carvalho, disfruta escandalizando con extravagancias conceptuales. Por ejemplo, sostener que los nazis son de izquierda. Mourão le ha desautorizado varias veces. Una de ellas fue para aclarar que, contra lo que se había prometido a Benjamin Netanyahu, la embajada de Brasil en Israel no sería desplazada de Tel Aviv a Jerusalén.
Las disonancias de Mourão llaman la atención porque se trata de un funcionario cuya remoción es dificilísima, ya que fue electo junto al presidente. Aun así, el diputado Marco Feliciano, uno de los líderes del oficialismo en el Congreso, propuso removerle. Fue más una protesta que un proyecto. Mourão expresa el pensamiento de los militares. No solo de los retirados que integran el gabinete de Bolsonaro, quien también proviene de las fuerzas armadas. También de los que están en los cuarteles y no quieren ser arrastrados a una aventura armada contra un país vecino.
Las dificultades de Bolsonaro para mantener la alianza con Trump en relación con Venezuela se harán más evidentes en noviembre de este año. El 13 y 14 de ese mes el Gobierno de Brasil será el anfitrión de una cumbre de los BRICS. La agenda de esa reunión ofrece un inconveniente: no se puede hablar de la crisis venezolana. La razón es sencilla: Rusia, India, China y Suráfrica siguen reconociendo al Gobierno de Maduro. Solo Brasil respalda a Juan Guaidó.
La posición de los BRICS que no han roto con Maduro no es uniforme. Rusia ha enviado tropas a Venezuela. No tanto para defender a su dictadura como para establecer una simetría con la presión que los Estados Unidos ejercen en favor de Ucrania. Los chinos, en cambio, no han destacado un solo soldado en Caribe. Lo que unifica al grupo BRICS en relación con Caracas es el rechazo a la intervención militar que sugirió Trump. Así se explica por qué el canciller Araújo, en una conferencia ante empresarios, sugirió que en la cumbre de noviembre no tendría que hablarse de cuestiones geopolíticas. Quizá tampoco de problemas comerciales, que serían otro motivo de conflicto: Bolsonaro, en otro tributo a Washington, había dicho que China era desleal, posición de la que también se distanció Mourão. Araújo ya aclaró que en noviembre prefiere limitarse a una agenda tecnológica o productiva. El bloque BRICS, que ya tenía poco de qué hablar, amenaza con enmudecer.
La de lanzar una intervención militar en Venezuela es una ocurrencia extraña. Trump la propone al mismo tiempo que se retira de casi todos los escenarios donde sus fuerzas armadas están involucradas. Y Estados Unidos queda más aislado. De alentar un movimiento internacional de defensa de la democracia venezolana, pasó a la solitaria advertencia de un ataque armado. Solo Maduro aprovecha esa amenaza para sensibilizar el nervio nacionalista de los generales que todavía lo sostienen. Ni Bolsonaro acompaña ahora a Trump.
El alineamiento incondicional que el presidente de Brasil ofreció en un primer momento a los Estados Unidos está exponiendo, casi siempre por boca de Mourão, sus limitaciones. ¿Habrá alguna respuesta desde Washington? La alianza que se prometía en un comienzo suponía para Bolsonaro un beneficio: el apoyo de los Estados Unidos para que los brasileños ingresen a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Pero ese impulso todavía no llegó. Según comentan diplomáticos que trabajan en esa organización, al representante de Washington todavía no le llegaron las instrucciones prometidas a Brasil.
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