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Voces recuperadas de la dictadura argentina

Familiares y allegados de víctimas del régimen militar narran en primera persona las últimas horas de sus seres queridos en vida

Marcha en Buenos Aires el 24 de marzo, a 43 años del golpe de Estado.
Marcha en Buenos Aires el 24 de marzo, a 43 años del golpe de Estado.EFE

"Mi nombre es Ángel Gerardo Pisarello. Es 24 de junio de 1976 y creo que me vienen a buscar los militares", se escucha en un audio difundido en las redes sociales hace dos semanas. Es su nieto, Sebastián Lorenzo Pisarello, quien recupera esta voz silenciada para siempre por la dictadura argentina. Una veintena de familiares y allegados convocados por el proyecto "30.000 somos todos" se han sumado a esta iniciativa que busca homenajear a las víctimas del terrorismo de Estado entre 1976 y 1983. Las grabaciones conmocionan, al devolver al presente el momento de mayor oscuridad de la historia del país sudamericano.

Cuando secuestraron a Pisarello habían pasado sólo tres meses desde el golpe de Estado. En ese tiempo, el histórico dirigente de la Unión Cívica Radical y conocido militante de los derechos humanos en la provincia de Tucumán, en el norte del país, había presentado habeas corpus exigiendo la aparición de los desaparecidos e iba con regularidad a visitar a presos. "Hice lo que pude para denunciar la represión. Siento golpes en la puerta. Me vinieron a buscar. Es la patota del tuerto Albornoz. Mi cuerpo, torturado, apareció en el parque Aguirre de la capital De Santiago del Estero", dice Pisarello a través de su nieto.

"Fue una experiencia muy movilizante porque le lleva a uno pensar en la escena final, en su cuerpo torturado. Yo no lo llegué a conocer, pero vivo ese dolor atravesado por mi familia. Es como un fuego que arde, que genera mucha tristeza y al mismo tiempo genera la necesidad de seguir luchando por la memoria de Argentina por las nuevas generaciones", describe por teléfono Sebastián, nacido en 1983, el año que el país recuperó la democracia.

Este periodista tucumano es sobrino de Gerardo Pisarello, el menor de los cuatro hijos del dirigente político asesinado por los militares y actual vicealcalde de Barcelona. Sebastián cuenta que hizo la grabación a escondidas de su familia "un poco por pudor y por la responsabilidad de ponerle voz en nombre de todos" pero se alegró cuando lo escucharon "muy emocionados". "La recuperación de los testimonios que hacen conocer esa vieja militancia nos ayuda a identificarnos, a saber que peleaban por un objetivo que en algún sentido hoy se mantiene", concluye.

"El 21 de junio del 77 le dije a Tati: 'Voy y vuelvo'. Pero en la puerta de casa los militares me metieron en un auto y no volví más", recuerda Luis Alberto Sosa, más conocido como Lucho Sosa, encarnado en su hijo Javier. Al principio lo representó un amigo de la familia porque Javier no se atrevía, pero cambió de opinión después de escucharlo, detalla su hermana, Mariana Sosa. "Para los familiares más directos, como hijos o hermanos, es más complicado porque el sentimiento es muy fuerte", cuenta esta tucumana, una de las impulsoras de la iniciativa 30.000 somos todos.

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Los participantes fueron convocados a narrar en un minuto y medio las últimas horas con vida de sus seres queridos. Aunque el proyecto nació en Tucumán, esta abierto a todo el país. "Las voces recuperadas son un homenaje y también una forma de traerlos al presente, porque no tenemos otra", señala Mariana Sosa. Ella y su hermano Javier buscan aún, 42 años después, al padre que les desapareció la dictadura. "Todavía no lo encontramos, pero tenemos esperanza", asegura.

La familia de Susana Macor tampoco ha vuelto a tener noticias de ella desde 1976. El 27 de mayo de ese año, fue secuestrada con sólo 21 años junto a su esposo y dos hermanos de la casa en la que vivía. Tenía un bebé de un año, Álvaro, que las cuñadas de Macor lograron poner a salvo en la casa de sus abuelos. "Mi hijo fue adoptado por mi hermana Patricia y su esposo Poli. Gracias infinitas por haberle dado una familia", dice una voz temblorosa.

El cuerpo de Ana María Sosa de Reynaga fue hallado 40 años después de su desaparición, en el pozo de Vargas, a las afueras de San Miguel de Tucumán. De ese pozo de agua, a 33 metros de profundidad, fueron fueron rescatados entre 37.000 y 40.000 fragmentos óseos de unos 140 cadáveres arrojados entre 1975 y 1979. "Seguro creyeron que nunca nos iban a encontrar, que nunca se iba a saber, que nunca iban a pagar por lo que hicieron, pero en estos 40 años hubo mucha gente que no se rindió, muchos que dedicaron su vida a la memoria, la verdad y la justicia", dice Sosa de Reynaga, que tenía 30 años cuando fue secuestrada.

Argentina se ha convertido en un ejemplo mundial en la recuperación de la memoria histórica y el juicio a los responsables de los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la dictadura. Cada 24 de marzo, fecha del golpe militar, se celebran movilizaciones multitudinarias para exigir que nunca más se repita. "Memoria, Verdad y Justicia. 30.000 somos todos", cierra cada uno de los testimonios sonoros de víctimas a las que familias y amigos han devuelto la palabra.

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