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Fuerzas kurdo-árabes libran su última batalla contra el ISIS en el este de Siria

La coalición que lidera EEUU y milicias aliadas ultiman la ofensiva final contra un millar de yihadistas tras evacuar a más de 18.000 personas

Natalia Sancha

Más de un millar de muyahidines del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) siguen atrincherados en Baguz, un poblado en el desierto sirio y fronterizo con Irak, rodeados por los combatientes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS, fuerzas árabo-kurdas) y vigiladas desde el aire por los cazas de la coalición internacional que lidera EE UU. Las fuerzas aliadas reanudaron este lunes la ofensiva iniciada el pasado mes de septiembre para acabar con el último bastión yihadista al este del Eúfrates tras cerca de cinco años de lucha.

Un miembro de las Fuerzas Democráticas Sirias, este martes en Baguz.
Un miembro de las Fuerzas Democráticas Sirias, este martes en Baguz. D. SOULEIMAN (AFP)

“El avance está siendo lento debido al enorme número de minas plantadas en el camino y por los ataques suicidas a los que hemos de hacer frente en un espacio muy reducido”, cuenta desde el frente de Baguz, vía WhatsApp, el comandante de las FDS Adnan Afrin. El intercambio de fuego de morteros se ha recrudecido este miércoles cuando combatientes yihadistas “han aprovechado una tormenta de arena para lanzar un contrataque”, explica también por WhatsApp el Centro de Información de Rojava. Diez milicianos heridos y cuatro bajas entre las filas de las FDS frente a 38 yihadistas muertos es el balance que hizo anoche en su cuenta oficial de Twitter Mustafa Bali, portavoz de las FDS.

La coalición y sus aliados no esperaban encontrar un número tan elevado de civiles dentro de Baguz. Solo en la tarde de ayer se entregaron 3.000 civiles y combatientes yihadistas. En lo que va de mes, la ofensiva ha sido paralizada en repetidas ocasiones para poder evacuar a más de 15.000 civiles (la gran mayoría, esposas extranjeras de los yihadistas junto a sus hijos) y miles de combatientes radicales extranjeros. “No sabemos con certeza nada sobre posibles rehenes occidentales o milicianos capturados por Daesh [acrónimo árabe para referirse al ISIS] que sigan con vida dentro”, responde el comandante Afrin después de que al menos 24 efectivos de las FDS hayan sido liberados.

En este desarrapado oasis, entre zanjas, palmeras, túneles y endebles tiendas de palos y sábanas resiste el núcleo más recalcitrante de un califato desmoronado. Son los muyahidines extranjeros —occidentales, africanos, asiáticos y árabes— que desde 2014 viajaron a Siria e Irak para sumarse a un ejército entonces en expansión. Desde octubre de 2017, cuando las fuerzas kurdo árabes tomaron Raqa, estos yihadistas y sus familias se han visto progresivamente arrinconados hasta este pedazo de menos de un kilómetro cuadrado del desierto sirio. La mayoría de los milicianos arabo-kurdos consultados creen que su líder, Abubaker al Bagdadi, hace tiempo que huyó de Baguz, a través de la red de túneles excavados bajo el árido suelo.

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Campos de acogida saturados

Los avances en el terreno han provocado una estampida de mujeres, menores, ancianos y heridos hacia los tres campamentos habilitados para acoger a los familiares del ISIS. El de Al Hol, a unos 300 kilómetros de Baguz, ha quedado saturado con más de 66.000 personas —el 90%, mujeres y niños—, según el recuento de la ONU. Varios centenares de yihadistas y sus familiares han logrado también escapar rumbo a Irak o hacia territorio bajo control del Ejército sirio, y al menos 400 de ellos han sido interceptados durante la última semana por las FDS.

Por su parte, UNICEF, la agencia de la ONU para la infancia, ha hecho saltar la alarma sobre las “condiciones extremas” en que se encuentran también 3.000 menores en estos campos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha cifrado en 106 el número de personas que han muerto en el trayecto de seis horas a bordo de camiones que separa Baguz del campo de Al Hol, la mayoría de ellos lactantes. “Hay niños que llegan famélicos y otros heridos. Es desolador, pero no tenemos más medios para hacer frente a un número tan elevado de personas”, lamenta una combatiente kurda apostada en el punto de criba. No obstante, las risas también resuenan cuando tres mujeres y cuatro menores yazidíes son liberados. Fueron secuestrados en Irak y en los últimos cuatro años se vieron convertidos, ellas en esclavas sexuales; ellos, en niños soldado.

Los líderes de las FDS han realizado repetidas llamadas a los países aliados de la coalición y de la región para que repatríen a sus ciudadanos yihadistas capturados. Irak y Marruecos han fletado a docenas de ellos en las últimas semanas, mientras que EE UU y Europa han respondido que estudiarán “caso por caso”. Las mujeres y menores cautivos en los campos representan un espinoso rompecabezas para la justicia europea y sus países de origen.

Conforme las FDS se aprestan desde hace semanas a proclamar la victoria contra el ISIS en el noreste de Siria, los grupos yihadistas vinculados a Al Qaeda se hacen fuertes en la frontera occidental con Turquía. Al otro lado del Éufrates, son los soldados el Ejército regular sirio y las milicias aliadas quienes combaten en tierra con apoyo aéreo ruso a los miles de yihadistas del ISIS aún activos en el territorio bajo control del Gobierno de Damasco. La guerra siria entrará el próximo viernes en su noveno año de contienda con una estremecedora factura humana que supera el medio millón de muertos.

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