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El Brasil de Bolsonaro, a través de cuatro familias y un profesor

El presidente cumple dos meses en el poder. EL PAÍS entrevista, en cinco ciudades, a varios de sus votantes y a una familia que no le apoya para saber qué opinan de sus primeros pasos

El brasil de Bolsonaro

Hace muchas décadas que Brasil no tenía un presidente como él. Ultraderechista, militar retirado, nostálgico de la dictadura, lenguaraz, abiertamente homófobo, racista y misógino. Pero también hacía años que un jefe de Estado no generaba tanta ilusión (y tantos temores) en el país sudamericano. Jair Messias Bolsonaro cumple dos meses en el poder, incluidos 17 días que estuvo hospitalizado, con una aprobación del 57%, cifra que palidece ante al 83% de Luiz Inácio Lula da Silva en su estreno, pero que supone un subidón de optimismo tras el desencanto y el escepticismo que marcaron la anterior etapa.

Para tomar el pulso al Brasil de Bolsonaro, EL PAÍS ha viajado a cinco ciudades (Salvador de Bahía, São Paulo, Manaos, Porto Alegre y Brasilia), donde ha entrevistado a familias que encarnan los cuatro pilares de su programa de Gobierno (seguridad, valores, economía y lucha contra la corrupción) y a una quinta que representa al electorado que no le votó en unas elecciones que ganó por el 55% frente al 45%.

La pareja Paim-Pretto, de Salvador de Bahía.
La pareja Paim-Pretto, de Salvador de Bahía. RENATO ALBAN

SEGURIDAD | FAMILIA PAIM-PRETTO

Rita Paim, 52 años; Sérgio Pretto, 60 años.
Residencia
: Salvador de Bahía.
Prioridades: "Hay que poner orden para después traer progreso. Eso es lo más importante para Brasil ahora"

Cuando Rita Paim, 52 años, representante de una farmacéutica, oyó por primera vez a Bolsonaro hablar sobre seguridad pública durante la campaña se acordó inmediatamente del atraco a mano armada que sufrió en la puerta de su casa. “Se llevaron el coche... se lo llevaron todo. Fue una experiencia horrible. Por eso voté al presidente: pensando en la seguridad”, cuenta en su apartamento de un barrio de clase media alta de Salvador de Bahía, al lado del paseo marítimo.

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El año pasado Brasil fue, con 64.000, el país con más asesinatos del mundo. Y Bahía es uno de los Estados más peligrosos: tiene el récord de muertes violentas de jóvenes entre 15 y 29 años, según el último Atlas de la Violencia. Solo en Salvador, la capital, con 2,6 millones de habitantes, hubo 80 asesinatos con robo —un aumento del 27%— y unos 2.000 atracos en autobuses, según las autoridades.

Paim y su novio, el diseñador gráfico Sérgio Pretto, de 60 años, pertenecen a la minoría que votó a Bolsonaro en Salvador, donde Fernando Haddad (del Partido de los Trabajadores) ganó en todos los distritos. El ahora presidente logró sus mejores resultados en los barrios más ricos, como Pituba, donde vive la pareja y en el que la creciente violencia preocupa al vecindario. “Somos nosotros los que vivimos en una cárcel. Los comerciantes tienen que tener rejas, nosotros estamos encerrados en casa, tenemos miedo de salir. Mi hijo tiene una tienda y está siempre asustado; durante el carnaval no la abre por miedo a que aumenten los atracos”, se lamenta Pretto en un salón decorado con un gran oratorio barroco con un Cristo crucificado.

Ambos votaron a Lula durante años, hasta que a la tercera fue elegido, creyendo que “salvaría el mundo”. Hoy se sienten decepcionados con el “desastre que fueron sus Gobiernos” y evitan hasta nombrarle. Bolsonaro se ganó su admiración y su voto con promesas como bajar la mayoría de edad penal (de 18 a 16 años) y endurecer las penas para los criminales.

Esta pareja conoció al actual mandatario hace años, cuando era diputado y sus polémicas frases triunfaban en un programa que podría ser el equivalente al Caiga quien caiga español en Brasil. “El tipo tenía unas salidas un poco locas, como cuando decía ‘hay que matarlos de verdad’, pero hoy expresa mejor esas ideas”, comenta Pretto.

Él y su compañera celebran el decreto que facilita la tenencia de armas —Bahía es, también, el Estado con más muertes por disparos (5.450, en 2016), según el Atlas de la Violencia—. “Si tienes un arma, el ladrón se lo pensará dos veces antes de entrar en tu casa. Estarás preparado para defenderte”, dice ella, que no se considera “capacitada” para tener una.

“La gente está en contra porque dice que la violencia contra la mujer aumentaría, pero las mujeres que son víctimas de feminicidio, desgraciadamente, seguirán muriendo con o sin una ley de tenencia de armas. Es una cuestión cultural, de educación de la sociedad”, añade Pretto.

La pareja también aplaude el proyecto de ley anticrimen que presentó el ministro de Justicia, Sérgio Moro (el primer juez que condenó a Lula por corrupción), que endurece la lucha contra la corrupción, el crimen organizado y los delitos violentos.

Discrepan de los que critican, en nombre de los derechos humanos, la mano dura que pregona Bolsonaro. “Esto de ser bueno no funciona. ¿Derechos humanos para los criminales? Bolsonaro está cubierto de razón cuando dice que habrá tolerancia cero y que los policías podrán actuar”, comenta Paim. “Hay que poner orden, para después traer progreso. Eso es lo más importante para Brasil ahora”, concluye ella haciendo un juego de palabras con el lema de la bandera nacional: orden y progreso.

El pastor evangélico Marcos Galdino con su hijo Levy en São Paulo.
El pastor evangélico Marcos Galdino con su hijo Levy en São Paulo.LELA BELTRÃO

VALORES | FAMILIA GALDINO

Marcos Galdino, 34 años; Liliana Galdino.
Residencia: São Paulo.
Prioridades: Que el Gobierno "desideologice las escuelas"

El pastor evangélico Marcos Galdino Júnior supo pronto que Bolsonaro era su candidato. Le gustaban los valores que defendía, su discurso y sus promesas. Galdino, 34 años, y su esposa, Liliana, eran veinteañeros cuando empezaron a formar una familia tradicional que hoy incluye tres hijos. Para ellos es prioritario que el nuevo Ejecutivo se centre en la educación. Que, como dicen los bolsonaristas, “desideologice las escuelas”, explica él en el templo de la Iglesia Asamblea de Dios, en un barrio del sur de São Paulo, donde lidera a 100.000 feligreses. Y eso significa que la escuela dé a Giovanna (de 12 años), Marcos Levy (4 años) y al bebé Pedro (18 meses) educación básica, pero no los eduque en valores. Ese capítulo de la formación debe quedar en el hogar. Que si les hablan de sexualidad en el colegio, les hablen de biología, no de ideología, dice. “Nosotros educamos a nuestros hijos en valores cristianos. Si otras familias quieren educar a los suyos en otros, está bien, pero que lo hagan en su casa”, subraya.

Este pastor explica así qué es lo primero que espera de la Administración de Bolsonaro en materia de valores: “Que acabe con la ideología implantada por el anterior Gobierno que pretendía tapar en la mente de nuestros niños lo que está en la Constitución, que dice que la familia es la unión de un hombre, una mujer y sus hijos”. Así consta en el artículo 226.3 de la Ley Fundamental, pero hace seis años el Poder Judicial legalizó las uniones gais. Es precisamente por decisiones como esa por lo que a Galdino le molesta que “el Tribunal Supremo legisle” sin que el Congreso se pronuncie. Sostiene que, si el Estado quiere hablar de “la cuestión de género” o de familias con dos madres o dos padres, debe hacerlo en la universidad, “donde los alumnos ya disciernen”, no a críos como su pequeño Marcelo Levy.

Galdino y sus fieles encarnan el voto evangélico en Brasil, la pujanza de una comunidad que no para de alcanzar nuevas cotas de poder social y político. Apoyaron en masa a Bolsonaro hasta colocar los valores, la moral, en lo alto de la agenda política. Si en 1991 suponían el 9% de los brasileños, dos décadas después eran ya el 20%, según el último censo.

El templo de Galdino impresiona incluso vacío. Puede albergar hasta 2.700 personas. El pastor explica que este barrio de Santo Amaro es de comerciantes, “lo que llamamos clase B, pero hasta aquí viene gente de clase C y D” porque la iglesia se ubica estratégicamente a pie de autopista, en un punto de fácil acceso desde muchos lugares de la metrópoli.

Este líder evangélico (y otros muchos como él) han encontrado en Internet una atalaya desde la que hablar de política a quien quiera escuchar (incluidos sus fieles), sin violar la ley. Galdino dedicó nada menos que 17 retransmisiones en vivo desde su página de Facebook (que suma más de 10.000 seguidores) a Bolsonaro y sus propuestas electorales. Fueron 17 porque ese era el número de candidato del antiguo capitán, que creció como candidato en la red social.

“Me gusta mucho que en el arranque de este Gobierno el ministro de Educación haya anunciado que volverán a dar portugués, matemáticas…”. Pero, ¿ahora no se imparten esas materias? “Sí se dan, pero las escuelas habían reforzado la enseñanza de la ideología”, insiste.

El pastor no tiene urgencia por cambiar las leyes que amparan el matrimonio homosexual o el aborto en tres supuestos. Es tradicional, pero no fundamentalista. “Estoy en contra del aborto. Creo que la ley vigente ya atiende muy bien a la sociedad”, explica. Le parecería bien que la norma fuera abolida pero, desde luego, para él impulsar la economía o luchar contra el crimen es más urgente.

Galdino recalca que su esposa y él enseñan a sus hijos “que debemos respetar a todo el mundo, sea cual sea su opción sexual, si es rico o pobre, si es negro… todos nosotros somos iguales”. El respeto al prójimo y a la ley vigente son innegociables para él. Tampoco le incomoda que Bolsonaro sea católico. Le entusiasma que haya convertido a familias como la suya en una bandera del cambio.

Los Prado Neves en su casa, en Porto Alegre.
Los Prado Neves en su casa, en Porto Alegre.TANIA MEINERZ

ECONOMÍA | FAMILIA PRADO NEVES

Ereni (57), Gessian (29) y Anriel (24 años)
Residencia: Porto Alegre
Prioridades: Crecimiento económico y estabilidad en el empleo para la familia. Solo la matriarca tiene contrato laboral

La familia Prado Neves vive en la periferia de Porto Alegre. “Es el último pasaje que cruza la calle 9 de Julio antes de que deja de estar asfaltada”, explica Anriel, de 24 años, refiriéndose a una de las vías que cortan la favela Morro da Cruz de arriba abajo. Comparten el optimismo con el que una mayoría de los brasileños encaran mandato que acaba de arrancar, según las encuestas. Lo que los Prado Neves realmente quieren es que la economía brasileña despegue en los próximos años. Es el gran desafío del nuevo presidente y los últimos datos fueron peores de lo esperado. El crecimiento fue del 1,1% en 2018 tras el frenazo del cuarto trimestre, que no refleja el optimismo del mercado y el sector privado con Bolsonaro.

La matriarca, Ereni, es la única con contrato de trabajo. Cuidadora de ancianos, recuerda que ya ha atendido a pacientes que llevaban una bolsa de colostomía, como el presidente hasta principios de febrero, y se conmueve al pensar que ha mantenido su rutina de trabajo con esta limitación. “No es fácil”, asegura. Su hijo Anriel conduce para Uber. Y su hija, Gessian, 29, fue madre por tercera vez y aún no ha regresado al trabajo. Sumando los ingresos de los tres, incluida la ayuda social de Bolsa Familia, que recibe Gessian, este hogar de seis se mantiene con una media de 3.000 reales al mes (700 euros, casi 800 dólares).

Gessian espera a que su hija Lara, de 10 meses, cumpla un año —la edad mínima exigida por las guarderías municipales de Morro da Cruz— para buscar empleo. “Una guardería privada cuesta 800 reales (unos 185 euros, 211 dólares); me sale más a cuenta quedarme en casa con ella”, se resigna. No obstante, está animada. Cree que la era Bolsonaro será positiva para encontrar un empleo. Tiene experiencia como vendedora en tiendas y grandes almacenes, pero no le importaría cambiar de sector. Incluso piensa en hacer un curso que le abra las puertas a otro segmento con demanda, quizá auxiliar de enfermería u otra profesión en el área de la salud, siguiendo los pasos de doña Ereni. Gessian también espera que su hijo mayor, Gabriel, de 14 años, consiga entrar en el mercado laboral mediante programas como Joven Aprendiz, o vía unas prácticas.

Lo que la matriarca quiere para este año es que la reforma de las pensiones —un reto descomunal y urgente para sanear las cuentas públicas— no altere su plan de jubilarse. Sumando el tiempo que trabajó de joven plantando maíz, soja y yuca podría hacerlo dentro de dos años. “Ahora quieren que las mujeres trabajen hasta los 62, y yo pretendo jubilarme con 57, pero creo que podré hacerlo. Solo cambiará para quien está empezando a trabajar”.

Anriel, el benjamín de la matriarca, fue uno de los más activos defensores de la candidatura de Bolsonaro en el barrio. Colocó un adhesivo con su cara en el coche Uber que conduce, contrariando las recomendaciones de las aplicaciones de transporte. Influido por la victoria del antiguo capitán, el precio del dólar ha bajado desde las elecciones. Y eso es importante para Anriel, porque ahora puede soñar con comprarse un kit multimedia para el coche y porque, explica, supone un abaratamiento general de la vida de los Prado Neves. “El precio del combustible varía mucho con el precio del dólar, fíjate. Con el diésel más barato, podemos hacer una comida decente, porque todo en Brasil se transporta con camiones. El año pasado, cuando subió, aumentó el precio del arroz, los frijoles, la verdura, todo lo que poníamos en el plato”, recalca el conductor de Uber.

Ya no lleva la pegatina y ha silenciado los grupos de WhatsApp pro-Bolsonaro. El episodio de la cuchillada, que hirió gravemente al entonces candidato, y la animosidad electoral lo han motivado. “Se ve que no estamos en un país normal”, lamenta. Pese a las polémicas y sospechas de corrupción, sigue confiando en el hoy presidente. “Él mismo dijo que al principio sería duro, que la situación incluso podría empeorar, porque la dificultad era muy grande”, justifica.

Adalcyr Luiz da Silva en Brasilia.
Adalcyr Luiz da Silva en Brasilia.CADU GOMES

CORRUPCIÓN | LUIZ DA SILVA

Adalcyr Luiz da Silva (54), ortodoncista y profesor
Residencia: Brasilia
Prioridades: reformular un sistema político corroído por la corrupción

Hace casi cuatro años que el ortodoncista y profesor universitario Adalcyr Luiz da Silva, de 54 años, solo enciende la televisión para ver Netflix o algunos partidos de fútbol. Antes, seguía al menos tres telediarios por día. Ahora, se informa en Internet y, por supuesto, vía los mensajes que recibe por WhatsApp, aunque desconfía de muchos de ellos. Da Silva decidió votar al capitán retirado principalmente porque creía que era el momento de reformular el sistema político que, a su juicio, estaba corroído por la corrupción. “La forma que encontré de cambiarlo fue eligiendo a un nuevo candidato. Y, necesariamente, el candidato más alejado del Partido de los Trabajadores, del Gobierno que estaba en el poder, era Bolsonaro”.

¿Y qué es lo que espera del hombre que desde hace poco más de dos meses gobierna con su boli Bic, con el que firma decretos, en el Palacio del Planalto? “Lo que yo quiero de un presidente es que no se case con nadie”. Espera una mejora gracias a las leyes anticrimen propuestas, pero es un tanto escéptico. A fin de cuentas, para él, la corrupción no acabará de la noche a la mañana. Está arraigada en la sociedad brasileña, sacudida por el megacaso de Lava Jato que ha afectado a múltiples partidos y empresas. Según Transparencia Internacional ocupa el puesto 105 entre 180 países en cuanto a percepción de la corrupción, el peor resultado de los últimos años.

“En Brasil está en todas las instituciones. No solo en el Gobierno. Incluso en mi sector, algunos colegas reciben un incentivo para poder recomendar un determinado producto o medicamento. Eso no deja de ser un tipo de corrupción, porque estás intentando engañar a la gente para beneficiarte”, explica. Pero cree que llevará tiempo: “No creo que en cuatro años cambie toda una cultura que ya existe. Me parece que es un proceso lento”.

Su apoyo a Bolsonaro, sin embargo, no es ilimitado ni ciego. Cuando se le pregunta qué nota (del 1 al 5) le daría a las propuestas de Bolsonaro contra la corrupción, dice que “un 3”. Y explica que es una media aritmética: “En cuanto a la lucha contra la corrupción, le daría un 5. Ahora bien, cuando veo las situaciones que tienen que ver con las actitudes de nuestro presidente, especialmente en el caso del [exministro Gustavo] Bebianno, le pondría un 1”. Bebbiano, que fue su jefe de campaña, fue cesado por Bolsonaro de malos modos tras revelarse sospechas de que creó candidaturas fraudulentas. La lógica de Adalcyr Júnior es que la misma medida valdría para los hijos de Bolsonaro, si se comprueba que cometieron alguna irregularidad.

Para llegar hasta el ortodoncista, hizo falta recorrer una especie de periplo. Dos entrevistas antes de la suya (con un vigilante se de seguridad privada que presta servicio en organismos públicos y un gestor público de salud) fueron canceladas. Ambos adujeron que sus jefes les pidieron que no tocasen “temas espinosos”.

Los Filho-Chaves con sus hijas y su perra, en Manaos.
Los Filho-Chaves con sus hijas y su perra, en Manaos.ALBERTO ARAÚJO

LOS QUE NO LE VOTARON | FAMILIA FILHO-CHAVES

Allan Kardec Filho (37 años) y Ana Claudia Chaves (38)
Residencia: Manaos
Prioridades: Nadie que haya estudiado el pasado de Bolsonaro debería confiar en él.

Son empresarios y votaron a contracorriente de Brasil y de Manaos, la capital del Amazonas, donde viven. Allan Kardec Filho, de 37 años, y Ana Claudia Chaves, de 38, antiguos vecinos, pareja desde hace más de 20 años y casados desde 2010, convergieron en un pensamiento común de izquierdas. Votaron por Haddad.

“Suelo decir que Ana Claudia no es solo la mujer que amo. Es la que me salvó de un pensamiento ombliguista”, dice él. La pareja tiene dos hijas, Ana Luiza y Raquel, una bóxer, Greta, y un perro llamado Lula, en homenaje al expresidente, y otros tres gatitos. Ambos recalcan que no votarían a Bolsonaro porque considera que cualquiera que haya estudiado su pasado no confiaría en él.

Para Chaves, el discurso de Bolsonaro revela prejuicios contra las mujeres negras, algo que encubierto o no ella ha sentido y combatido en su vida. Todas sus expectativas para este Gobierno son malas, solo discrepan entre ambos en cuánto durará: “No veo posible que este Gobierno, que se vale del WhatsApp para tomar decisiones y que utiliza a la ministra [de Mujer, Familia y Derechos Humanos] Damares Alves para desviar la atención de la reforma de las pensiones, pueda llegar a fin de año”, considera la empresaria.

Su marido cree, en cambio, que cumplirá los cuatro años. “La clase que lo votó es tozuda y va a seguir apoyando todo lo que hace, incluso su falta de preparación travestida de simplicidad cutre”.

Chaves conoció de cerca al hoy presidente cuando era diputado. Era jefa de Gabinete en Brasilia del dirigente indígena Jecinaldo Barbosa en 2012, cuando escupió a Bolsonaro después de que aquel le dijera en el pleno que debería “comer pasto afuera [del Congreso] para mantener sus orígenes”. La empresaria recalca que “lo que nadie podría imaginar en ese momento es que un día pudiera convertirse en presidente de Brasil”.

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