El optimismo alemán frente al gruñido populista
El partido ecologista alemán triunfa en las encuestas con un discurso positivo y alejado de exigencias maximalistas
El rutilante colíder de Los Verdes, Robert Habeck, anunció esta semana que se bajaba de Twitter después de meter la pata por segunda vez en pocos meses en la red social. Sus tropiezos constituyen una rareza en la reciente trayectoria de un líder y sobre todo de un partido en imparable ascenso. El buque insignia del ecologismo político europeo encadena triunfos en elecciones regionales y se ha convertido en el segundo partido en intención de voto en Alemania, superando con creces a la socialdemocracia. Los Verdes alemanes han sido capaces de ofrecer una alternativa atractiva al populismo, con un relato optimista, europeísta y tolerante, en la era del cabreo ciudadano y la indignación permanente. De momento, les funciona.
“Nos hemos convertido en la voz del optimismo, decimos claramente lo que queremos”, sostiene Franziska Brantner, una de las líderes de Los Verdes en el Parlamento alemán y portavoz de política europea. Su éxito, reconoce sin embargo, obedece en parte al declive de los partidos tradicionales alemanes —conservadores (CDU/CSU) y socialdemócratas (SPD)— que atraviesan horas muy bajas. “Sinceramente, parte de nuestro éxito responde también a la debilidad de los demás partidos. Los socialdemócratas (SPD) están muy debilitados, la CDU y Die Linke están inmersos en sus pelas internas. Nosotros, sin embargo, en el último año hemos estado muy unidos”, asegura Brantner.
Mostrar unidad dejando atrás la eterna pelea entre realos —más pragmáticos— y fundis —más radicales— y mostrarse como un partido flexible y dispuesto al compromiso son sus principales bazas, aún a riesgo de que su identidad acabe por diluirse. “Tienes que ser radical en tus objetivos de salvar al planeta y salvar Europa, pero tienes que ser flexible a la hora de decidir cómo alcanzar esos objetivos”, sostiene Brantner. “El mundo se ha convertido en un lugar muy complejo. Todo cambia muy rápido y hay que ser capaz de ser flexible y adaptarse”, dice sin complejo la representante de un partido que poco tiene que ver con aquella formación antiestablishment y pacifista radical, que en los ochenta se presentaba en el Parlamento con zapatillas de deporte y flores en las manos.
Un hito clave en su actual ascenso fueron las fallidas negociaciones para formar gobierno el año pasado, que se prolongaron durante cuatro intensas semanas. Tras ganar las elecciones, Merkel, trató de formar un Ejecutivo tripartito —la famosa coalición Jamaica por los colores de la bandera de la isla caribeña—. La intentona terminó saltando por los aires por culpa de los Liberales, que se levantaron de la mesa de negociación. Los Verdes por el contrario, mostraron en todo momento una disposición para el pacto y un sentido de la responsabilidad política, que resultó muy apreciado por los votantes. La aritmética electoral quiere, sin embargo, que de celebrarse hoy elecciones serían el único partido con el que los conservadores obtendrían mayoría suficiente para formar Gobierno.
Explica el magnetismo que ejerce el pragmatismo un militante verde de Langen (oeste de Alemania), en contacto permanente con los votantes desde hace ocho años. “Hacemos campañas en la calle todos los domingos y la gente nos dice que tiene la sensación de que ya no somos un partido de oposición fundamental, que somos más pragmáticos y que estamos dispuestos a encontrar objetivos realistas. El maximalismo espantó a mucha gente en el pasado”, interpreta el militante y representante municipal Olaf Hermann, de 52 años. Siente que su partido atraviesa ahora un momento de especial efervescencia. “Los resultados este año han sido consistentemente buenos. Estamos muy motivados. Sentimos que algo ha cambiado”.
Jürgen Falter, politólogo de la Universidad de Mainz, explica que “los nuevos votantes de Los Verdes ya no se sienten representados por partidos tradicionales. Los Verdes sin embargo, tienen una imagen de partido moderno y moderado, que se ocupa de temas que le importan a la gente como el cambio climático o el transporte. Como muchos alemanes, son además firmes defensores de la integración europea”. Y añade, que “con su concepto de patriotismo positivo han sabido además convencer a la gente de que representan a la Heimat [un término de difícil traducción a medio camino entre patria, comunidad y sentido de pertenencia], de que son capaces de preservar el campo y el paisaje alemán”.
Los Verdes participan en nueve Gobiernos regionales, pero no forman parte de la coalición de Gobierno del Ejecutivo federal de Angela Merkel. Estar en la oposición, les ofrece una ventaja frente al SPD, cuyo programa se desdibuja a ojos de muchos votantes en el seno de la gran coalición con los conservadores. Para muchos votantes, Los Verdes son el nuevo SPD, en esta fase álgida, con escasos precedentes.
Hubert Kleinert, miembro de la generación fundadora de Los Verdes y ahora profesor de la Escuela Política y de Administración de Hesse, invita sin embargo a la prudencia y muestra un “cierto escepticismo de que vayan a ser capaces de mantenerse” en torno al 20% de intención de voto que indican los sondeos. Y cita como ejemplo cómo el accidente nuclear de Fukushima catapultó en 2011 a Los Verdes, y más tarde en las elecciones de 2013 retrocedieron al 8,4% pese a que las encuestas apuntaban a una cifra muy superior. Las elecciones regionales de este año en tres Estados del Este, donde son más débiles, servirán para calibrar su renovada fortaleza y también para ver hasta que punto los votantes jóvenes, urbanos y acomodados son su techo.
Ahora no hay un catalizador único y sí hay una coyuntura, el auge del populismo, que amenaza con permanecer. Kleinert explica que Los Verdes, con su halo progresista, joven y urbanita representan las antípodas de la ultraderecha (Alternativa por Alemania, AfD). AfD lucha contra las transformaciones sociales progresistas que Los Verdes han contribuido a forjar. “Representan los dos polos opuestos. También en cuanto actitud, y eso es un factor muy importante. Si para unos [AfD], todo es degeneración y declive, Los Verdes, aunque hablen de crisis ecológica, son capaces de vincularlo con un espíritu positivo”, añade Kleinert. Los colíderes Robert Habeck y Annalena Baerbock, dos tipos telegénicos y articulados, que caen simpáticos a muchos electores, han contribuido en buena manera a marcar un tono de buenas vibraciones, frente al gruñido populista de los ciudadanos cabreados.
La lucha política en Alemania pasa también por la influencia que ejercen ambos polos en el debate político y en su capacidad para permear el discurso de los hasta ahora grandes partidos tradicionales. Las cruciales elecciones en la conservadora Baviera de octubre fueron una muestra de la creciente fuerza de Los Verdes para influir en la batalla por el contagio. “Al margen de que aumentáramos en votos —lograron un 17,6%; una subida de nueve puntos y quebraron la histórica hegemonía conservadora—, logramos de facto desafiar el relato de AfD. Al final de la campaña, la CSU [los todopoderosos conservadores bávaros] tuvieron que cambiar su discurso en cuanto a inmigración. Contribuimos a centrar el debate”, asegura Brantner, la dirigente verde.
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