Putin se adelanta en el juego del átomo
Rusia se afianza como potencia mundial, pero su éxito entorpece aún más el inicio de negociaciones para controlar los arsenales atómicos
La seguridad occidental frente a las armas nucleares acaba de saltar por los aires. Moscú ha ganado a Washington la carrera para tener un misil hipersónico que deja obsoletos los escudos antimisiles. Se afianza así Rusia como potencia mundial, pero su éxito entorpece aún más el inicio de negociaciones para controlar los arsenales atómicos. Aunque el tiempo apremia, los dos protagonistas, Donald Trump y Vladímir Putin, se exhiben como machos alfa y no como responsables de la seguridad del planeta.
Bajo la supervisión de Putin, el miércoles voló con éxito por vez primera un misil hipersónico, el Avangard. A velocidades entre 5 y 20 veces la del sonido, el artefacto recorrió en minutos los 6.000 kilómetros entre los Urales y la península de Kamchatka. A diferencia de los misiles intercontinentales clásicos —con trayectorias balísticas previsibles y calculables—, los hipersónicos varían su trayectoria constantemente hasta el final. Con el Avangard, se cumple el vaticinio de 2002 cuando Washington abandonó el Tratado de Misiles Antibalísticos (AMB) para desarrollar sin cortapisas su escudo: tarde o temprano, Rusia —y pronto China— desarrollaría sistemas para sortear la barrera.
Es decir, que la iniciativa alentaría más carreras de armamento. Llega ahora otra oleada con los misiles hipersónicos. No tardará EE UU, que ahora reconoce su incapacidad para defenderse del Avangard, en construir ingenios similares. Solo este año ha invertido 23.000 millones en mejorar su capacidad nuclear. Pero las reglas han cambiado con esos imparables misiles, que auguran ataques globales inmediatos, en minutos, a cualquier punto del mapa con cabezas convencionales o nucleares.
Pese a semejante amenaza para el planeta, Putin y Trump desaprovechan ocasiones de oro —como la de Helsinki en julio— para prorrogar el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (New START) que expira en febrero de 2021 y que limita a 1.550 la posesión de ojivas nucleares. Por el contrario, Trump dice que abandonará el de Misiles de Alcance Medio (INF) de 1987 —prohíbe misiles en tierra que lleguen a entre 500 y 5.000 kilómetros— porque Rusia, argumenta, lo incumple. Ambos acuerdos han sido claves para el equilibrio nuclear entre EE UU y Rusia, que poseen el 92% de las 15.000 cabezas nucleares en el mundo. Contra toda lógica, los dos actúan como gallos de pelea con espolones de uranio. Para Putin, sus armas “invencibles” marcan “el mayor hito en la historia de las fuerzas armadas”. “Escúchennos ahora”, bramó en marzo al explicar su nuevo arsenal. “Si quieres una carrera de armamento, perderás”, le respondió Trump. “No pueden jugar conmigo a ese juego. Tenemos más dinero que nadie”. La paz mundial pende de quienes así se expresan. Mejor confiar en la suerte.
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