Ludmila Alekséyeva, veterana activista de derechos humanos en Rusia
Disidente y exiliada de la URSS, criticó la guerra de Chechenia y la presencia rusa en Ucrania
Ludmila Alekséyeva, una de las figuras históricas en la defensa de los derechos humanos en Rusia, falleció el sábado en Moscú a los 91 años de edad. Emprendedora y optimista a ultranza, Alekséyeva (Slávinskaia de soltera) inició su actividad en el movimiento disidente de la URSS de la década de los sesenta del pasado siglo. Nacida en Eupatoria (Crimea), desde su infancia vivió en Moscú, adonde sus padres (una matemática y un economista), se trasladaron en los años treinta del pasado siglo.
Tras perder a su padre en la Segunda Guerra Mundial, Alekséyeva estudió historia en la Universidad Estatal de Moscú y en 1950, al acabar sus estudios, comenzó a dar clases en una escuela profesional. En 1952, ingresó en el Partido Comunista de la URSS y en 1956, cuando concluyó sus estudios de posgrado, su piso era ya un centro de difusión de literatura samizdat, tal como se conocía a las ediciones caseras de obras prohibidas en la URSS.
Marcada por el "deshielo” que siguió a la muerte de Stalin, Alekséyeva participó en actividades en defensa de los escritores Andréi Siniavski y Yuri Daniel, juzgados por publicar sus libros en el extranjero saltándose la censura soviética. En abril de 1968 fue expulsada del PCUS y despedida del trabajo. Por esa época, comenzó a mecanografiar los primeros boletines de la Crónica de los acontecimientos actuales, que durante sus 14 años de existencia informó de centenares de procesos de origen político. En 1976 ingresó en una nueva organización de defensa de derechos humanos, el Grupo de Helsinki de Moscú, después de que en 1974 el KGB le hiciera una advertencia por “confeccionar de forma sistemática y difundir textos antisoviéticos".
Obligada a emigrar de la URSS en 1977, Alekséyeva se estableció en EE UU, donde publicó la Historia del pensamiento disidente en la URSS, la primera gran investigación sobre las corrientes críticas en aquel país. De vuelta a Rusia en 1993, fue elegida presidenta del Grupo de Helsinki de Moscú en 1996 y dirigió la federación internacional de Helsinki de noviembre de 1998 a 2004.
En 2002, Alekséyeva se integró en la Comisión de Derechos Humanos adjunta al presidente de Rusia, desde donde protestó contra la guerra en Chechenia. En 2003, se pronunció en contra de la intervención norteamericana en Irak por considerar que socavaba las bases del “orden mundial contemporáneo”.
En 2009, participó activamente en el movimiento Strategia 31 y en las manifestaciones que se organizaban a fines de cada mes en Moscú en apoyo del artículo 31 de la Constitución (libertad de reunión). En la protesta del 31 de diciembre de aquel año, fue detenida por las tropas de intervención especial.
En 2014, Alekséyeva firmó una declaración exigiendo a los dirigentes del país “interrumpir la aventura agresiva y retirar las tropas rusas del territorio de Ucrania y cesar el apoyo propagandístico, material y militar a los separatistas del sudeste de Ucrania”. Posteriormente se manifestó en contra de la prohibición del Mezhlis, el órgano de autogobierno de los tártaros de Crimea.
Condecorada con numerosos premios, Ludmila Alekséyeva se caracterizaba por su hospitalidad y su domicilio, en el popular barrio del Arbat, atraía a activistas perseguidos por razones varias, intelectuales diversos, así como políticos tanto internacionales como rusos. Uno de estos, el 20 de julio de 2017, fue el presidente Vladímir Putin, que acudió a felicitarla y le llevó de regalo un grabado con una vista de su ciudad natal en Crimea. Alexeieva no desperdició la ocasión e intercedió ante el presidente para que indultara a un condenado por asesinato, de cuya inocencia ella estaba segura.
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