Trump apremia al Congreso para que dé luz verde el nuevo acuerdo comercial con México y Canadá
La Casa Blanca amenaza con la cancelación del TLC de 1994 para forzar a los demócratas a que voten a favor del nuevo pacto
Donald Trump tiene prisa por cerrar por completo el otro gran frente comercial de los dos últimos años. De regreso a Washington, tras la cumbre del G20 celebrada el viernes y el sábado en la capital argentina, el presidente de Estados Unidos, conocido por sus inclinaciones proteccionistas, lanzó el último órdago para sacar adelante lo antes posible el T-MEC, que sustituirá al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) de 1994.
Para que el pacto, acordado hace un par de meses y firmado en Buenos Aires por los presidentes de los tres países participantes —EE UU, México (Enrique Peña Nieto) y Canadá (Justin Trudeau)—, sea un hecho necesita aún del visto bueno definitivo de todos los Congresos. Y Trump quiere que el proceso no se demore demasiado tras el cambio de mayoría en la Cámara de Representantes, en la que los demócratas, tradicionalmente más duros con los acuerdos comerciales con otro países, tienen ahora el mando.
A bordo del avión presidencial Air Force One, Trump anunció que iba a pedir al Congreso que "pusiera fin" al TLC "en un período de tiempo relativamente corto". Este proceso activaría un plazo de seis meses antes de que Washington abandone finalmente el acuerdo: en ese medio año, tanto la Cámara de Representantes como el Senado tendrían que elegir entre aprobar el T-MEC como nuevo paraguas que rija sobre las relaciones comerciales en una de las regiones más interconectadas y competitivas del planeta, o dejar a su país sin ningún tipo de acuerdo con sus vecinos del norte y del sur. Con este movimiento, el magnate republicano deja la pelota sobre el tejado de la mayoría progresista en la Cámara de Representantes, que acarrearía con todo el coste político en caso de que decidiese no dar luz verde al nuevo tratado.
La jefa de los demócratas en el Congreso, Nancy Pelosi, dijo el viernes que el acuerdo "aún debe ser trabajado", y declaró que México no se ha dotado aún de una ley sobre los salarios y las condiciones de trabajo. Como en 1994, ese punto es el más espinoso para los demócratas, que quieren evitar a toda costa cualquier traza de dumping laboral. No obstante, en este casi cuarto de siglo de vigencia del TLC, muchas empresas estadounidenses han hecho uso del instrumento —que creó el mayor área de libre cambio del mundo— para trasladar parte de su producción a México, donde los salarios en el sector manufacturero son hasta seis veces más bajos. El nuevo acuerdo incorpora un capítulo laboral más estricto que el actual y promete mejorar las condiciones de trabajo de los empleados mexicanos, incluida una sindicación real que hoy brilla por su ausencia en muchas empresas.
Trump dijo el viernes que el nuevo acuerdo es “mucho mejor” que el TLC, que volvió a tildar de "desastroso" para su país. Aunque es cierto que las autoridades mexicanas y canadienses han cedido en puntos clave para lograr el nuevo acuerdo, las modificaciones introducidas no justifican las palabras de Trump, que tienen que ver más con su venta política que con un cambio real en el equilibrio norteamericano. Ahora, agregó el presidente estadounidense, “se pondrá fin [al TLC] y el Congreso tendrá la opción entre el T-MEC o la situación anterior al TLC, que funcionaba muy bien”. Las grandes empresas con operaciones en México y Canadá y los Estados más exportadores no piensan lo mismo.
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