La milicia ultra se prepara para el combate con Rusia
Grupos ucranios armados, vinculados a la extrema derecha, entrenan y se organizan ante una posible escalada en el conflicto con Moscú
En medio de un campo nevado, Dan Romanchenko prepara el fusil. Apunta y dispara a la diana colocada en un árbol, a unos cuantos metros de distancia. Detrás, varios de sus compañeros de la Milicia Nacional aguardan su turno para practicar con el arma. Entre los árboles salpicados de copos blancos, un grupo de hombres enfundados en trajes de camuflaje inspeccionan el terreno. Tras el grave incidente naval con Rusia en el mar de Azov, que ha agudizado aún más el conflicto con Moscú, más de 200 miembros de la organización paramilitar de extrema derecha han sido convocados de manera urgente a los ejercicios de adiestramiento en el abrupto terreno de un cuartel que el Ejército les ha prestado, a unos 60 kilómetros de Kiev.
“Estamos preparados para enfrentar la agresión rusa y creo que debemos hacerlo. Tenemos que defendernos. La situación es muy complicada y cada vez peor”, afirma rotundo Romanchenko. Lejos, a su espalda, pueden adivinarse sus tres disparos en la diana. Hace más de un año que este estudiante de Tecnología de 20 años rubio, espigado y con mirada de niño se alistó en esta organización ultranacionalista ucrania, vinculada al llamado Movimiento Azov, un grupo de ultraderecha —creado en Mariúpol, justo al borde del hoy en disputa mar de Azov— que colaboró con el Ejército ucranio en la lucha en las regiones separatistas del este del país y que desde 2014 ha alumbrado numerosos grupos afines.
Hoy se trata de una corriente de unos 11.000 partidarios, según sus propios cálculos, formada por un caleidoscopio diverso de activistas antiestablishment, nacionalistas radicales, hooligans de fútbol, personas de ideología abiertamente neonazi y simples convencidos de que un ataque directo y abierto de Rusia es posible e inminente.
A ese último grupo pertenece Mijaíl Gromiko. Ajustándose una braga negra para protegerse del frío, cuenta que se ha apuntado a la milicia para “cambiar el país desde dentro”. “Está en nuestra mano hacer algo. El Gobierno y los políticos no están haciendo lo suficiente, así que tenemos que estar preparados para defender nuestro país y también para cambiar lo que no funciona”, dice. Este joven de 22 años, que estudió para ser piloto y que ahora se dedica al activismo político y social, afirma que no tiene miedo de ir a la guerra, de morir, de resultar herido. “Si fuera necesario iría al frente”, zanja.
Partidarios del Movimiento Azov, que varios analistas han vinculado con posturas neonazis, salieron a la calle el domingo para exigir al presidente, Petro Poroshenko, y a la Rada (Parlamento) la declaración de la ley marcial tras el incidente en el estrecho de Kerch y el apresamiento por parte de Rusia de una veintena de marinos ucranios. Y su brazo político, el National Corps —con dos escaños en la Rada—, liderado por el político de ultraderecha Andréi Beletski, fue una de las formaciones que más fervientemente reclamaba la medida, que entra en vigor este miércoles en una decena de regiones fronterizas con Rusia.
Desde entonces, la “organización cívica” —como se autodefine el grupo paramilitar— a la que pertenecen Romanchenko y sus compañeros y que cuenta con un millar de miembros en todo el país (según sus datos), está “todavía más alerta". “Somos patriotas que queremos proteger Ucrania y a los ucranios. Y somos todos voluntarios, unidos por la idea de hacer un país mejor, de cambiar lo que no está bien”, resume en el campo de tiro Igor Vdovin, veterano del Ejército ucranio y ahora comandante en la Milicia Nacional. Como él son varios los antiguos militares que han pasado a formar parte del grupo civil armado, muchos de ellos antiguos miembros del llamado Batallón Azov, el grupo armado que nació del Movimiento Azov y que acabó pasando a formar parte regular de la Guardia Nacional de Ucrania.
La milicia no depende del batallón, dicen. Y es totalmente autónoma del Ejército, afirma el portavoz de la organización Igor Mijailenko. Asegura que las patrullas ciudadanas —exclusivamente masculinas, aunque tienen su equivalente femenino, llamado Ángeles Blancos—, distribuidas por todo el país, subsisten de donaciones de particulares y también de pequeños empresarios, que comparten la ideología de extrema derecha.
Mijailenko recalca que la milicia no solo se prepara para una posible lucha cuerpo a cuerpo: “Estamos muy activos en las comunidades y los vecindarios para mantener el orden, también en las regiones del este donde la guerra es una realidad tangible. Ayudamos a los ciudadanos”. Afirma que luchan con muchos problemas que afectan a Ucrania y que el Gobierno “no soluciona”: desde la tala ilegal hasta los problemas de “focos de drogadicción y delincuencia”. A su lado, un grupo de hombres prepara, limpia y carga los fusiles. Practican con armas de caza que pertenecen a miembros de la milicia con licencia o a los veteranos, precisa. También tienen “modelos” de pistolas y fusiles Kaláshnikov.
Con el conflicto con Rusia lejos de solucionarse y una economía que se ha contraído más de un 17% en los últimos años, grupos antiestablishment y ultranacionalistas como el Movimiento Azov están haciéndose hueco entre los jóvenes de Ucrania (unos 44 millones de habitantes), hastiados de la falta de cambio y desilusionados. Las últimas encuestas, de hace un par de meses, dan a su brazo político liderado por Beletski solo alrededor de un 5% de los votos, pero los analistas creen que si el conflicto se calienta y la recesión no se aligera el apoyo crecerá. Y solo quedan cuatro meses para las elecciones presidenciales.
Más que su número, su influencia, su visibilidad y sus demostraciones de fuerza preocupan a organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional o Human Rights Watch (HRW), que alertan de la vinculación con la ideología nazi de estos grupos y sus nexos con otras organizaciones de extrema derecha en toda Europa. También de sus relaciones con las autoridades y de la falta de respuesta de estas ante el aumento que han detectado de los crímenes de odio. “En los últimos meses, los activistas de ultraderecha son más visibles, y al mismo ritmo los ataques contra personas LGTBI y de etnia gitana se han incrementado”, afirma Tania Cooper, investigadora de HRW. Hace unos meses, su organización denunció el ataque por parte de la Milicia Nacional a un campamento en el que vivían gitanos, al oeste del país. En el incidente murió una persona.
Ya en la capital, en la bulliciosa sede del partido National Corps, su portavoz, Roman Chernushev, niega toda vinculación con la ideología neonazi del partido o de las milicias. Aunque aclara que cada miembro es soberano. "La ecuación entre cualquier tipo de patriotismo nacionalista y el llamado neonazismo fue creada en tiempos de la Unión Soviética para prevenir cualquier tipo de independencia de las repúblicas de la URSS", considera. Sostiene que el incidente en el campamento de gitanos no tuvo nada que ver con su etnia. “Los vecinos nos llevaban meses pidiendo que lo desmontáramos porque había graves problemas de delincuencia”, se escuda.
También niega que la organización tenga un poso xenófobo, como denuncian las organizaciones de derechos humanos: "Aceptamos y respetamos todas las nacionalidades siempre que respeten la ley y la nación ucranias, pero lo que no toleramos es el crimen; y hay que decir que las estadísticas señalan que de manera más frecuente son personas extranjeras las que cometen delitos. Y ante esto hay que responder de manera dura".
Chernushev, antiguo periodista político a bordo de esta formación política desde hace más de un año, afirma que el partido defiende una “postura antiestablishment de derechas" y recalca que la ideología nacionalista es “lo mejor y lo único” para acabar con los problemas del país. Y enumera: la corrupción en la política, en el Ejército, la crisis económica, el desempleo. El National Corps no está satisfecho con la respuesta internacional "mayoritariamente tibia" ante lo ocurrido el domingo. Tampoco ante el conflicto con Rusia en el este de Ucrania, que se ha cobrado ya más de 10.000 vidas; y después de que Moscú se anexionase la península de Crimea, en 2014.
“Somos nacionalistas de nueva generación, del siglo XXI”, se define Elena Semanyaka, secretaria de relaciones Internacionales del partido, que explica que la organización tiene muy buenas relaciones con los que llama “grupos populistas de derechas”. Entre sus contactos están otras organizaciones de extrema derecha de toda Europa. También de conocidos supremacistas blancos de Estados Unidos.
Chernushev lo tiene claro: “Aquellos que dicen que el nacionalismo es una ideología anacrónica, antigua y pasada de moda están equivocados. Luchar por los nuestros y por nuestro país es la única opción. Queremos hacer una Ucrania mejor y combatir la amenaza rusa con un nacionalismo nuevo, moderno, dinámico”.
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