Escándalo político en Alemania por supuestas concesiones irregulares de asilo
El ministro de Interior comparece en una comisión del Bundestag para aclarar la extensión de las las supuestas irregularidades
La gestión fraudulenta de más de un millar de demandas de asilo en Bremen por parte del organismo responsable de aprobarlas ha derivado en un escándalo político, que ocupa desde hace días las portadas de la prensa alemana y que supone un considerable desafío para el nuevo Gobierno alemán. Lo que empezó siendo un caso puntual, se extiende según recientes revelaciones periodísticas más allá de Bremen.
El nuevo ministro de Interior, Horst Seehofer y la responsable de la oficina federal para la Migración y los Refugiados (Bamf), Jutta Cordt, han comparecido el martes en una comisión del Parlamento a puerta cerrada. El objetivo de la sesión parlamentaria consistió en tratar de aclarar cómo fue posible que reinara semejante descontrol en la tramitación de demandas de asilo durante los años en los que se registró un pico de llegadas en Alemania. Los diputados quieren saber hasta dónde se extiende el fraude y cuándo exactamente tuvieron Cordt y Seehofer conocimiento de lo que ocurría en Bremen y si han tratado de ocultarlo. Las penúltimas revelaciones apuntan a que Cordt tuvo conocimiento del descontrol en las oficinas de Bremen ya en febrero de 2017.
El caso de Bremen es el más abultado, pero la prensa alemana ha desvelado en los últimos días que hay más administraciones afectadas. La Bamf investiga al menos 13 de sus 70 oficinas repartidas por el país después de destaparse el caso de Bremen. Allí, entre 2013 y 2016, las autoridades tramitaron favorablemente unas 1.200 solicitudes de demandantes de asilo que presuntamente no cumplían los requisitos. Según un informe interno del Bamf, tres abogados, un traductor y la responsable de la oficina de Bremen manipularon los procedimientos de asilo. “La identidad de demandantes sirios e iraquíes no se comprobaba, a pesar de que había indicios de que se trataba de nacionales turcos o miembros de clanes delicitivos”, publica Bild. Los sospechosos están ahora siendo investigados por la Fiscalía regional, acusados de haber aceptado sobornos y de haber convertido su delegación en un coladero para demandantes de asilo.
La posibilidad de que entre los beneficiados por la trama fraudulenta hubiera criminales es uno de los argumentos que manejan los que como la extrema derecha o los liberales exigen una investigación a fondo de este caso. A raíz del escándalo, unas 8.500 solicitudes de asilo están siendo nuevamente revisadas, además de las 18.000 de Bremen, al norte del país. El ministro de Interior ha ordenado que la oficina de Bremen deje de tramitar temporalmente procedimientos.
Cerca de millón y medio de refugiados han recalado en Alemania desde 2015, cuando el aluvión de llegadas se convirtió en un espectacular reto logístico y político. La canciller, Angela Merkel, atravesó su peor crisis política a raíz de las tensiones migratorias, alimentadas por fuerzas políticas como Alternativa para Alemania (Afd), el partido que defiende el cierre de las fronteras y que ha entrado por primera vez en el Parlamento.
Críticas a Merkel
El endurecimiento de la política y la retórica migratoria y el correspondiente descenso de llegadas logró mitigar parcialmente las críticas a Merkel, que ahora amenazan con resucitar con fuerza a raíz del escándalo de Bremen. Más allá de la mala gestión de un funcionario u otro, la canciller, sostenía el martes Die Welt, es la responsable última de la política de puertas abiertas para los refugiados decretada a raíz de la guerra en Siria y de haber sometido al Bamf a una presión desmesurada. Al margen de consecuencias políticas concretas, este escándalo corre además el riesgo de reavivar las pulsiones antiinmigración que habitan en ciertos sectores de la población alemana.
No es ningún secreto que ya en 2014, la Bamf, por donde pasan todas las solicitudes de asilo, se había convertido en un cuello de botella del proceso y que el pico de llegadas de 2015 agravó la situación. Aquellos meses faltaron funcionarios y recursos por todas partes. Este escándalo se suma a otros más puntuales, pero ilustrativos del caos administrativo que vivió Alemania en aquellos meses. El año pasado por ejemplo salió a la luz la increíble historia de un soldado ultraderechista que se hizo pasar por sirio y al que se le concedió el asilo a pesar de no hablar árabe.
El escándalo de Bremen tiene un considerable potencial explosivo, también para Horst Seehofer. Por un lado, el nuevo ministro de interior representa en el Gobierno de coalición del ala más dura en materia de inmigración y el escándalo de Bremen le permite reafirmarse en su tesis de que Merkel nunca debió dejar entrar a tantos demandantes de asilo. Pero por otro, sobre el nuevo ministro de Interior recae ahora la responsabilidad de gestionar un asunto políticamente muy delicado, a cuatro meses de las elecciones regionales de Baviera, una cita electoral crucial para su partido, la CSU. Por primera vez, los conservadores bávaros podrían perder su hegemonía política, debido al avance de Afd y su retórica antiinmigración.
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