Cómo localizar a parientes extraviados en la guerra
La Cruz Roja recompone familias rotas por conflictos o migraciones. La de la africana Bintou es una de ellas
Durante una década no supo nada de él. “Mi marido salió al mercado. Antes de regresar, los rebeldes entraron en la casa”, recuerda Bintou (nombre ficticio) en Madrid, donde con ayuda del Comité Internacional de la Cruz Roja logró reencontrarse con él. Con voz temblorosa pero determinada, continúa su relato: “Mataron a mi suegro y su esposa, prendieron fuego a la vivienda y a mí, embarazada y con un niño de diez meses en los brazos, me violaron”. Bintou, que pide omitir su identidad real, la de su familia y su origen por seguridad, asegura que fue ahí cuando perdió a su marido Adama en 2003.
Cogió los pasaportes y unos visados escondidos en una olla con idea de escapar a Londres, y salió huyendo con su bebé y varios vecinos de un país de África occidental al que había llegado escapando de otra guerra. Tenía 19 años. Su historia es extraordinaria, pero a la vez común; mucha gente se extravía en los conflictos o en las rutas migratorias. Niños, pero también adultos.
Los que ya no saben cómo o dónde buscar a sus seres queridos piden ayuda a la Cruz Roja, que tiene encomendada esta misión desde la Segunda Guerra Mundial. “Las personas acuden a nosotros como último recurso debido a la conectividad de hoy”, explica Lucile Marbeau, portavoz del Comité Internacional de la organización (CICR) en París. Los móviles y las redes sociales permiten mantener el contacto con una fluidez inimaginable antaño.
Más de 99.000 personas buscan a sus familiares en el mundo, según el CICR. Solo en 2017, hubo 33.000 nuevas demandas, un 46% más que en 2016. Estas cifras contrastan con los pocos casos que se resuelven. “Es como buscar una aguja en un pajar”, asegura Nieves Alonso Cemillán, una de las responsables del programa de restablecimiento familiar de la organización en Madrid y que siguió el caso de Bintou.
En España, la Cruz Roja trató de ayudar a 1.023 personas a localizar a familiares el año pasado, un 21% más que en 2015, cuando empezaron a llegar a Europa miles de refugiados de Siria. Pero solo se logró dar una respuesta a 107. “Nosotros podemos buscar, pero es muy difícil dar respuestas concluyentes”, apunta Alonso Cemillán.
Las causas de la pérdida de contacto van desde la separación obligada de las familias al cruzar fronteras a la trata de personas, pasando por detenciones o el hecho de que no siempre huyen al mismo tiempo. “Incluso tuvimos a un chico que perdió a su hermano en una tormenta de arena”, recuerda Marbeau por teléfono desde París. La naturaleza irregular de los traslados y el hecho de que las rutas migratorias “cambien constantemente” tampoco ayuda a la localización. Además, según explica Joel Millman, portavoz de la Organización Internacional de las Migraciones, “algunas políticas migratorias incitan a buscar otras rutas clandestinas, que se vuelven así más peligrosas”.
Bintou tuvo que detallar en una entrevista dónde vio a su marido por última vez y cómo llegó a España. Tras su huida, permaneció más de ocho meses en un campo de refugiados hasta que logró llegar a Malí en autobús. Allí cogió un avión a Marruecos, antes de llegar a Madrid. “Llevaba una túnica para que no vieran que estaba embarazada. Apenas llegué, rompí aguas”, recuerda. El primer paso para buscar a los familiares no es fácil. “Siempre hay que volver muy atrás en la historia de las personas y lidiar con el estrés postraumático. Surge la contradicción a veces de que quieren buscar a su familia pero no quieren hablar”, señala Alonso Cemillán.
Empezar de nuevo
En la Cruz Roja, Bintou rellenó el formulario de búsqueda, que fue remitido a distintas sedes de la organización. Para tratar de encontrar a los familiares, se consultan diversas bases de datos, de desaparecidos a detenidos. También se contacta con autoridades extranjeras que puedan tener información tras pedir permiso a los afectados. En algunos casos, la organización visita centros de detención, hospitales o morgues. Encontrar a un pariente no siempre implica encontrarlo vivo.
El caso de Bintou se complicó aún más cuando una persona de uno de los tantos centros de acogida donde ha estado en España reconoció a su marido en la foto de boda que guardaba en el pasaporte. Le comentó que la patera en la cual habían viajado se había hundido. “No puede ser, él tenía documentos”, pensó. Pero, poco a poco, se hizo a la idea de que había muerto. Hasta que un día, la historia dio otro vuelco en casa de unos amigos que solían viajar a Bélgica y encontrarse con miembros de su comunidad de origen. Bintou vio a su marido en una de las fotos de Facebook que le enseñaron.
Pero dudó, no dijo nada: “Qué vergüenza hubiera sido no reconocer a mi propio marido”. No pegó ojo en toda la noche. Al día siguiente, acudió de nuevo a Cruz Roja para contarlo todo. Fue en 2013. La organización reabrió el caso de su marido tras haberlo clasificado como “desaparecido en patera” y prosiguió la búsqueda.
El teléfono sonó finalmente y Bintou escuchó por primera vez después de tantos años la voz de su marido. Su primera reacción fue tirar el aparato. Pero volvió a sonar. “¿No te acuerdas de mí?”, preguntó él antes de decirle su nombre, el de su hijo y la fecha de la boda. Ambos aceptaron reencontrarse y volver a vivir juntos.
Adama llegó a Madrid desde Bélgica, donde estaba a punto de ser expulsado por haber perdido los papeles. Había estado detenido en Marruecos y trató varias veces de cruzar a España. Poco a poco, empezaron a acostumbrarse de nuevo el uno al otro. “Le tenía mucho miedo, él dormía en el salón y no le quise dar las llaves”, cuenta Bintou sobre los primeros tiempos del reencuentro. Sigue viviendo con él en Madrid, pero recuerda cómo al principio, a través de la rendija de la puerta, ella y sus hijos observaban a este hombre al que veían como un extraño. Al fin y al cabo, “la guerra nos separó durante diez años”, recuerda.
La búsqueda con una foto en Internet
El CICR puso en marcha en 2013 la página web Trace The Face para que los migrantes que llegan a Europa puedan subir la foto de la persona que buscan. Ha sido usada ya por más de 12.000 personas, pero apenas 97 han logrado reencontrarse con sus familiares gracias a esta herramienta. Sin embargo, 2017 ha sido esperanzador: en tan solo doce meses se resolvieron 41 casos, mientras que en todos los años anteriores fueron 39. Y hasta abril de este año, otras 17 personas han hallado a sus familiares. Según la base de datos de la página, la mayoría de los migrantes que buscan a sus parientes son de Afganistán, Somalia, Irak, Eritrea y Siria, países con zonas de difícil acceso. Los datos revelan que un 20% de demandas son de menores que viajaban solos.
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