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La ruta migratoria a España se convierte en la más letal del mundo

En lo que va de año han fallecido 217 personas, una de cada 29 que lo ha intentado. En el Mediterráneo Central es una de cada 36, según la Organización Internacional para las Migraciones

Naiara Galarraga Gortázar
Migrantes subsaharianos rescatados ayer en Tarifa.
Migrantes subsaharianos rescatados ayer en Tarifa.EP

Los cadáveres de 15 migrantes que intentaban llegar a España fueron rescatados el domingo pasado en una patera a la deriva en aguas de Argelia. El mes acababa como había empezado. El 1 de abril 11 africanos perdieron la vida en aguas del Estrecho. El Mediterráneo Occidental es escenario de un goteo de naufragios, fallecidos y desaparecidos que lo han convertido en lo que va de 2018 en la ruta migratoria proporcionalmente más letal del mundo, más letal que la que une Libia e Italia y que la frontera entre México y Estados Unidos. Uno de cada 29 migrantes que ha intentado alcanzar España desde el 1 de enero de 2018 ha muerto o desaparecido, frente a uno de cada 36 de los que se dirigían a Italia, según los datos recopilados hasta el 2 de mayo por Missing Migrants Project de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Eso la convierte en la ruta más peligrosa del planeta, no en cifras brutas. Seis de cada diez migrantes muertos este año durante la travesía se ahogaron en el Mediterráneo, la mayoría tras zarpar de Libia. Menos de uno de cada diez perdió la vida en la frontera México-EE UU.

La OIM “está alarmada por el aumento de muertos” entre quienes parten de África rumbo a España porque “en cuestión de cuatro meses han fallecido casi las mismas personas que en todo el año pasado”, explica Joel Millman, portavoz de la OIM. Entre enero y el 2 de mayo se han ahogado 217 personas (y han llegado a las costas 4.400), cuando en todo 2017 perdieron la vida 224 migrantes (cuando los arribados sumaron cinco veces más: 22.108), según los datos de Missing Migrants Project.

Los responsables de esta organización, creada por la OIM a partir de un proyecto periodístico para contabilizar los migrantes que mueren en ruta, insisten en que estas cifras son estimaciones calculadas en base a los datos oficiales de llegadas, rescatados, interceptados por guardacostas de países ribereños y testimonios de los supervivientes de las pateras hundidas. El año pasado, cruzar hacia España irregularmente fue mucho menos peligroso. Mientras que camino de Italia murió uno de cada 50 migrantes, camino a España fue uno de cada 128 y de Grecia uno de cada 833.

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Este espectacular aumento de la peligrosidad en el Mediterráneo Occidental no ha llamado la atención o no ha sido destacado por las autoridades españolas y europeas, que sí han recalcado en los últimos meses el fortísimo aumento de llegadas por esa vía. Un incremento que se empezó a notar tras el acuerdo de la UE y Turquía, que cercenó en 2015 la muy concurrida ruta de los Balcanes por Grecia desde Turquía, y los más recientes esfuerzos de Italia (con acuerdos diversos y apoyo a los guardacostas libios) por frenar las salidas desde Libia.

Miguel Zea Gandolfo conoce muy bien las aguas por las que los africanos intentan llegar a España. Jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo de Almería, apunta a las precarias pateras como una de las causas del aumento de la peligrosidad. “Las embarcaciones son cada vez más precarias”, explica por teléfono. Cuenta que “no están ni termoselladas”, compran los componentes por separado, los pegan con cola, y “a veces las lanchas se deshacen tras una o dos horas navegando”. Los motores son de segunda, tercera mano, y “ni siquiera llevan medios para pedir auxilio”. Un cóctel letal. El portavoz de la OIM coincide en señalar a las embarcaciones.

Zea recalca también el fuerte aumento de llegadas a España y “el mal tiempo continuado de este invierno, que les lleva [a los migrantes] a zarpar en cuanto ven la más mínima oportunidad” de mejora.

Salvamento Marítimo maneja unas cifras de muertos y arribados distintas a las de la OIM porque, según su jefe de Almería, solo contabiliza las operaciones en las que participa; pero sus datos también reflejan que el viaje en patera por el Mediterráneo Occidental es cada vez más peligroso. Salvamento cifra en 83 los muertos (solo en abril fueron 36) y en 4.013 los migrantes que consiguieron alcanzar la costa desde el 1 de enero. El año pasado contabilizaron 153 muertos y casi 19.000 rescatados. Es decir, los ahogados hasta abril suponen la mitad de fallecidos que en 2017 mientras los localizados son una quinta parte.

Los naufragios de 2018 en la zona del Estrecho quizá llaman menos la atención porque afectan a embarcaciones con decenas de pasajeros, no como el hundimiento de barcos que habían zarpado de Libia o Egipto con centenares de pasajeros que han conmovido a Europa en los últimos años al causar entre 300 y 400 muertos en un solo suceso como el de Lampedusa en 2013. La letalidad de una ruta puede variar enormemente si se produce un gran naufragio o aumenta el tráfico de manera notable.

Millman, de la OIM, también menciona, como otro posible factor para explicar que la ruta a Italia sea menos insegura que a España, las operaciones desplegadas por la UE y las ONG en el Mediterráneo Central para rescatar pateras. Añade que “nunca había visto tanta actividad [migratoria] de Argelia a España”.

El representante de Salvamento Marítimo ofrece algunos detalles de lo que le ocurrió a la patera hundida en Argelia el domingo. Sus hombres y mujeres la estuvieron buscando pero transcurrían las horas y no daban con ella. “Aquí es muy difícil que salga una patera y no lleguen noticias de ella porque los familiares suelen alertar a las ONG”.

El misterio se resolvió cuando les avisaron de que en realidad la embarcación no había zarpado del punto que originalmente les dijeron sino desde otro lugar. Eso les llevó a concluir que la embarcación debía estar en aguas de Argelia. Avisaron a sus colegas del país árabe, que la encontraron. Junto a los 15 cadáveres, rescataron a 19 supervivientes.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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