El desempleo y la represión en el Rif impulsan el alza de emigrantes marroquíes
En 2017, 22.900 personas alcanzaron las costas españolas en patera, más del doble que el año anterior; el 40% eran argelinos y marroquíes
Miles de marroquíes arriesgan sus vidas cada mes en las aguas del Estrecho para llegar a las costas españolas. Hacía años que Marruecos no experimentaba una situación semejante. El fenómeno arrancó a mediados de 2017. Frontex, la agencia comunitaria de control de fronteras exteriores de la UE, indicó el pasado enero que en 2017 el número de inmigrantes que alcanzaron las costas españolas desde el norte de África fue de 22.900, más del doble que el récord previo de 2016. De ellos, casi el 40% eran argelinos y marroquíes. Solo en el tercer trimestre del año pasado resultaron interceptados 6.668 inmigrantes en las costas del Estrecho. La mayoría eran marroquíes (2.276), seguidos de argelinos (1.234). Evidentemente, en esas cifras no aparecen quienes llegan a su destino sin ser interceptados ni quienes fallecen en el intento.
Frontex achaca este aumento de migrantes marroquíes a la oleada de protestas en el Rif y al empleo de embarcaciones de mayor capacidad que inician su viaje incluso desde Kenitra, una ciudad a meda hora en auto desde Rabat. Un vecino de Alhucemas que conoce muy bien la costa y prefiere preservar el anonimato asegura que durante los últimos meses han partido muchos rifeños pagando entre 800 y 1.500 euros por viajar en una patera. “Otros prefieren comprar entre varios una pequeña barca de pesca sin papeles a un precio que varía entre los 4.000 y los 10.000 euros, según la potencia del motor y el estado de la barca”, añade.
El antiguo portavoz del Hirak (el Movimiento de protestas, en árabe) en Alhucemas, Reda Benzaza, indicó en conversación telefónica desde Málaga: “Hace dos meses tuvimos en Málaga una asamblea del Hirak y al menos 20 de los jóvenes que participaron habían llegado del barrio del Mirador Alto y del pueblo de Ait Hatifa. Esta semana he leído en un medio árabe de Alhucemas que el aspecto de las plazas no tiene nada que ver con el de hace un año. Ahora están casi siempre vacías. En parte, por la gente que se ha ido y en parte por el miedo a la represión”.
Mohamed Benaisa, presidente de la ONG Observatorio del norte de Derechos del Hombre, cree que el incremento se debe a varias razones. Entre ellas, la “insatisfacción que creó en los jóvenes” las frustraciones de la primavera árabe. Remarca también el hecho de que “hay más libertades estranguladas”, “una regresión democrática” y que los “indicadores de la corrupción están en alza”.
Además de Alhucemas, en la localidad minera de Yerada, próxima a la frontera con Argelia, se han registrado desde el pasado diciembre varias manifestaciones que reclamaban mejoras sociales. Decenas de jóvenes fueron detenidos. “Si dejan las fronteras abiertas, mañana no queda nadie en Yerada”, indica por teléfono un vecino de este municipio de unos 20.000 habitantes con la condición del anonimato. “Muchos jóvenes se han ido a Tánger y pagan unos 1.500 euros por meterse en una patera”.
La delegación en Nador de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), la ONG de mayor presencia en el país y la más combativa, señala que el aumento de jóvenes que marcharon en pateras hacia España creció tras la manifestación prohibida del 20 de julio en Alhucemas. Esta organización cree que los controles en las costas marroquíes se relajaron durante ese tiempo. “Paradójicamente, y en el mismo periodo de 2017, hemos constatado un aumento de las persecuciones de las autoridades marroquíes contra los migrantes subsaharianos de Nador: 92 ataques y casi 3.000 migrantes arrestados y expulsados”, indica un portavoz.
“La sola explicación a esta paradoja”, señala la misma fuente de la AMDH en Nador, “es que las autoridades querían eliminar provisionalmente del mercado de la migración esta demanda solvente de los subsaharianos para empujar a las redes de traficantes a trabajar con los marroquíes. Los subsaharianos pagan mejor, por eso los traficantes prefieren trabajar con ellos. Antes del Hirak, el uso de pateras por los marroquíes era casi inexistente. Es preciso recordar que durante la crisis de Siria los marroquíes viajaban hacia Turquía para llegar a Europa”.
Indagar en las posibles causas de este fenómeno no resulta fácil. Varios investigadores marroquíes especializados en inmigración han declinado ofrecer ningún comentario. En Marruecos la prensa no se prodiga en el asunto, aunque hay un mayor seguimiento que en Argelia, donde el tema de la emigración irregular argelina roza la esfera del tabú.
Mohammed Benabid, director del diario L'Economiste, no concede crédito a la tesis de las protestas en el Rif para explicar el fenómeno. Prefiere centrarse en los factores sociales, aunque no excluye como hipótesis del aumento la capacidad de las redes de pasadores para reorganizarse. “Marruecos cuenta con cerca de 2,7 millones de NEET (gente sin estudios, empleo ni formación laboral, en sus siglas en inglés). Es una población que apenas se comienza ahora a identificar estadísticamente, sin saber, por tanto, qué hacen exactamente ni de qué viven. Es un factor que no se puede ignorar y una espada de Dámocles constante, tanto para la cuestión migratoria como para la exclusión a secas”.
La antropóloga Khalid Mouna señala que hay casi medio millón de jóvenes marroquíes que llegan cada año al mercado laboral. “Y el país no llega ni siquiera a insertar profesionalmente a un cuarto de esa población. Es cierto que existe un crecimiento económico, pero está acompañado de una fragilidad en el empleo y un aumento de los contratos temporales”. Cuando se le pregunta Khalid Mouna por qué no se habla en el país de los inmigrantes irregulares marroquíes explica: “Apartar la mirada es una manera de no afrontar la realidad de unos jóvenes que viven una vida indigna”.
'Matrimonios blancos' por 6.000 euros
La inmigración irregular en Marruecos también conoce otros caminos distintos del de la patera. La agencia comunitaria de control de fronteras exteriores de la UE, Frontex, detectó que de las 91 nacionalidades que intentaban entrar en la UE con documentación falsa, la mayoría eran marroquíes (261), seguidos de ucranianos (171) e iraníes (146).
Otra práctica común es la de casarse con un ciudadano español para adquirir la nacionalidad. Es lo que se llama como matrimonios blancos. Este diario contactó por teléfono con un cocinero de 32 años que pagó 6.000 euros a una amiga de su hermana para casarse con ella. "Nos hemos conocido, nos hemos visto, se ha creado una confianza entre nosotros. Le propuse establecer un 'matrimonio blanco'. Hay gente que paga 10.000 y hasta 12.000 euros. Si sale todo bien estaré muy satisfecho".
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