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Los mayores controles propician una caída récord en la prescripción de opiáceos en Estados Unidos

La emisión de recetas descendió un 12% en 2017, la mayor disminución desde 1992. La epidemia de sobredosis mata a más de 150 personas al día

Varias pastillas del fármaco de opiáceos Percocet
Varias pastillas del fármaco de opiáceos PercocetPatrick Sison (AP)

Hay buenas noticias en medio del dramático panorama de la epidemia de muertes por opiáceos en Estados Unidos. Los mayores controles de gobernantes y médicos propiciaron el año pasado un descenso récord en la emisión de recetas de fármacos con opioides. Las prescripciones cayeron un 12% en 2017, según un informe publicado este jueves por un instituto científico de la multinacional médica Iqvia. Es el mayor descenso desde 1992, cuando se inició la serie estadística.

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EE UU vive en los últimos años una durísima introspección para tratar de entender por qué las muertes anuales por sobredosis han superado a las de accidentes de tráfico o las de soldados caídos en más de una década de guerra en Vietnam. El gran culpable es la proliferación a partir de los años noventa de recetas de opiáceos como potentes analgésicos contra el dolor. La enorme adicción de esos fármacos ha atrapado a millones de personas. Cuando se quedaron sin recetas o las dosis les parecían insuficientes, la mayoría empezó a pincharse con heroína o a usar peligrosos derivados, como fentanilo. Al margen de la escasez de controles de las autoridades, muchas miradas apuntan a la actuación de doctores y sobre todo de farmacéuticas, que afrontan una avalancha de demandas, acusadas de engañar sobre el potencial de adicción de sus productos.

En 2016, el último año con cifras completas, murieron 63.632 estadounidenses por sobredosis, según datos oficiales. Es un 21,5% más que el año anterior. Un 66% fallecieron por abusar de opiáceos obtenidos con o sin receta. La ferocidad de la epidemia (más de 150 muertos al día) ha rebajado la esperanza de vida en EE UU y ha costado al Gobierno estadounidense cerca de un billón de dólares desde 2001.

La evolución de las prescripciones médicas en el último cuarto de siglo se asemeja a la forma de una montaña. De 1992 a 2011 la emisión de recetas fue creciendo progresivamente: pasando de 22 pastillas por adulto al año a 72 pastillas, según los datos de Iqvia, que se miden por el equivalente a cantidad de morfina por miligramo. A partir de 2011, cuando se alcanzó el pico en el número de recetas de opiáceos, la cifra ha ido cayendo progresivamente, hasta 52 pastillas por adulto en 2017.

El informe atribuye el descenso a “cambios en el uso clínico” fruto de las modificaciones regulatorias que han restringido la emisión de recetas desde 2012. El año pasado, no solo se prescribieron menos fármacos con opiáceos sino que los que se dieron tenían una menor duración y potencia, rebajando por tanto el riesgo de adicción.

Se estima que EE UU consume un 30% de todos los opiáceos en el mundo cuando supone poco más del 4% de la población mundial. El principal desafío para las autoridades es evitar que las personas que dejan de tener recetas de fármacos se hagan adictas y prevenir las sobredosis de aquellas que ya se hayan pasado a la heroína o al fentanilo.

La Administración de Donald Trump declaró el pasado octubre la epidemia de muertes por opiáceos una “emergencia de salud pública”. El presidente ha amenazado con aplicar la pena de muerte a narcotraficantes y con que el Gobierno federal se una a las más de 400 demandas judiciales de Estados y ciudades contra los grandes productores de opiáceos. Las autoridades federales y la mitad de los 50 Estados del país han impuesto nuevas restricciones a la venta de analgésicos. Médicos y farmacias también han tomado medidas para reducir el uso de opiáceos. Pero de fondo aflora el temor de que se tarde muchos años en lograr superar la tragedia actual.

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