Corea del Sur trata con el Norte un acuerdo de paz, antes de su cumbre
Los dos países permanecen técnicamente en guerra, detenida solamente por un armisticio
El proceso de conversaciones sobre Corea del Norte progresa más que adecuadamente. Si desde Washington se ha sabido que el director de la CIA y candidato a secretario de Estado, Mike Pompeo, visitó hace un par de semanas Pyongyang, ahora Corea del Sur ha confirmado este miércoles que aborda con el Norte impulsar un acuerdo de paz que permita poner fin a la guerra entre ambos (1950-1953). Un acuerdo que podrían tratar los líderes de ambos países, Moon Jae-in y Kim Jong-un, en su esperadísima cumbre de la semana próxima.
La guerra de Corea nunca ha terminado, técnicamente. Se saldó con un armisticio, firmado entre el Norte, sus aliados chinos y el mando de la ONU encabezado por EE UU. Un armisticio del que se esperaba que tuviera carácter temporal pero que ha continuado, con mayor o menor fragilidad, hasta nuestros días.
“Estamos viendo maneras de cambiar el armisticio en la península coreana a un régimen de paz”, ha declarado un alto funcionario a los medios en Seúl, con la condición del anonimato.
Formalizar ese cambio se topa con un escollo: el Sur no fue un firmante directo de aquella tregua, sino que formaba parte del mando de la ONU. Para rubricar un tratado de paz formal habría que contar con el resto de países que combatieron en aquella guerra, principalmente Estados Unidos. Pero un acuerdo entre el Norte y el Sur sería un primer paso importantísimo. “Hay posiciones diferentes acerca de si el armisticio puede convertirse en un régimen de paz con solo un acuerdo intercoreano”, ha dicho el alto funcionario, citado por el digital NK News. "Un acuerdo trilateral o cuatripartito es posible, si es necesario".
Por el momento, las señales que se reciben son positivas. Al tiempo que se revelaba la visita de Pompeo, el presidente de EE UU., Donald Trump, que tiene previsto reunirse con Kim en mayo, ya se ha apresurado a dar su luz verde a las conversaciones. “Tienen mis bendiciones para tratar el fin de la guerra", ha dicho.
Los contactos diplomáticos con China también se han intensificado. Una delegación encabezada por el enviado personal del presidente Xi Jinping a Corea del Norte, Song Tao, acompañó la semana pasada a una comitiva artística a Pyongyang. El propio Xi ha aceptado viajar a Corea del Norte, en un desplazamiento aún sin fecha, después de la visita sorpresa de Kim Jong-un a Pekín el mes pasado.
Aunque continúan las negociaciones entre el norte y el sur, aún no hay nada cerrado. Es posible que en los próximos días, antes de la cumbre intercoreana, una delegación del Sur cruce el paralelo 38 para adelantar las conversaciones.
A la cumbre del 27 en Panmunjom, en la zona desmilitarizada que separa a las dos Coreas, Seúl llevará tres puntos principales: la desnuclearización, el logro de un acuerdo de paz permanente y la mejora sustancial de las relaciones entre los dos países.
Pero aunque los contactos continúan a un ritmo intenso, el alto funcionario no quiso prometer que en la cumbre se abordará el fin de la guerra. Sí se podría, ha adelantado, anunciar la prohibición de actos hostiles entre las dos Coreas. "No sabemos aún si se usará una expresión específica como 'el fin de la guerra' en la cumbre intercoreana, pero deseamos un acuerdo para acabar las hostilidades entre Norte y Sur", ha dicho.
Seúl tiene motivos para la cautela. La aspiración a terminar formalmente la guerra ya se abordó en la última cumbre entre las dos Coreas, hace once años. El comunicado conjunto de entonces, en 2007, prometía la colaboración para que las partes implicadas en el armisticio pudieran “declarar un fin a la guerra”. Aquello quedó en nada. El deterioro de las relaciones entre las dos capitales, y el desarrollo del programa nuclear norcoreano, se llevaron las buenas palabras por delante.
Esta vez, el proceso podría chocar de nuevo en la misma piedra, el programa nuclear norcoreano. Pyongyang ha expresado que está dispuesta a hablar de esas armas con Estados Unidos. Pero espera a cambio la retirada del armamento estadounidense en el sur. Y Washington, por su parte, exige que el Norte desmantele su programa nuclear de manera irreversible, completa y verificable. Algo que, hoy por hoy -y probablemente más aún tras los bombardeos en Siria del fin de semana-, es una línea roja para Pyongyang.
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