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El meteórico movimiento social que agita Túnez

Lideradas por experimentados activistas, las protestas contrarias a la austeridad han puesto el país patas arriba en tan solo nueve días

Subidos a la escalinata del céntrico Teatro Municipal, los líderes del movimiento contra la austeridad Fesh nastanneu? (“¿A qué esperamos?”) se alternaban el viernes en las arengas a una pequeña multitud de un millar de personas. Todos ellos lo hacían con una gran naturalidad, lo que no deja de ser sorprendente habida cuenta que la plataforma se creó hace tan solo nueve días, el tiempo que han necesitado para poner el país patas arriba. Desde el lunes, cada noche se han registrado disturbios en prácticamente todas las provincias, que se han saldado con una víctima mortal, decenas de heridos y unos 800 arrestados. Ahora bien, la bisoñez del movimiento no se corresponde con las de sus fundadores, todos ellos sazonados activistas.

Una manifestante protesta este viernes en la capital tunecina.
Una manifestante protesta este viernes en la capital tunecina.SOFIENE HAMDAOUI (AFP)

Wael Nauar, un hombrecillo de talante reposado fuera del púlpito, es uno de sus más carismáticos oradores. A sus 32 años, lleva el activismo político en las venas. Fue preso político durante la dictadura de Ben Alí, presidió el principal sindicato estudiantil y participó muy activamente en la revolución de 2011. Su perfil es representativo de la docena de fundadores de la plataforma “Todos nos conocíamos ya de luchas sociales anteriores. Hacía tiempo que comentábamos que hacía falta mover a la sociedad contra el desastroso presupuesto de 2018, que recoge subidas de precios e impuestos”, comenta mientras sorbe un café. La retirada del proyecto, ya aprobado en el Parlamento, es su demanda central.

Wael Nauar.
Wael Nauar.R.G

Fesh nastanneu? no se adscribe a ninguna ideología concreta, pero muchos de los fundadores venimos de partidos u organizaciones progresistas”, afirma Warda Azig, una enérgica estudiante de Filosofía, también entre las fundadoras. Ella es miembro del Watad, un partido nacionalista árabe y de extrema izquierda. Y aunque aseguran que fue casualidad, es significativo que la primera reunión del grupo tuviera lugar en una sede del Frente Popular, el principal partido de la oposición, de tendencia comunista. En cuanto a sus profesiones, abundan los funcionarios, estudiantes y desempleados, la mayoría de clase media.

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Una característica que comparten todos, fundadores y simpatizantes, es su juventud. Raro es ver alguno que supere la cuarentena. De ahí, que se le pueda comparar con el 15-M español. Pero existe una diferencia importante entre ambos: los tunecinos sí poseen una fuerte identificación partidista “Aquí no nos hace falta crear un partido político nuevo. De los que hay, diversos nos representan”, sostiene Nauar, que conoce bien la experiencia de Podemos, pero no la considera aplicable a Túnez.

La existencia de unas tupidas redes informales entre los activistas tunecinos de diversos movimientos sociales, como el potente Manish Nsameh, contrario a la amnistía para los corruptos de la era Ben Alí, ayuda a explicar el ascenso meteórico de Fesh nastanneu? De hecho, muchos activistas son miembros de varias de estas campañas. En un país adicto al Facebook, las redes sociales han hecho el resto. "Sí, cierto, tenemos una gran presencia on line, pero no solo. Hemos ido a las zonas deprimidas a repartir folletos y a hablar con la gente. Les hemos explicado porqué deben movilizarse", asevera Azig. De momento, ya cuentan 8.500 miembros y la cifra aumenta diariamente.

Cánticos contra el Gobierno y el FMI

Además del encarecimiento de la cesta de la compra, en los discursos pronunciados en la concentración, hechos a grito pelado y sin altavoz, se tocaron otros problemas, como la corrupción o la represión policial, que se ha traducido en el arresto de 75 miembros de la plataforma. El momento más tenso de la jornada llegó en un amago de carga policial, justo tras los gritos de “Ministerio del Interior, Ministerio terrorista!”. Sin embargo, los activistas se mantuvieron fieles a su credo no violento, y no llegó la sangre al río. “Nosotros siempre hemos llamado a manifestaciones pacíficas. Otra cosa es que, algunos muchachos, a causa de su pobreza y frustración, aprovechen la situación de caos para saquear y robar. Y con esa excusa nos demonizan”, insiste Nauar.

Warda Azig.
Warda Azig.R.G

Como era de esperar, los cánticos de los manifestantes, que blandían una barra de pan y una tarjeta amarilla, también se cebaron con los partidos en el Gobierno. A los islamistas de Ennahda se les acusó de “ser agentes del colonialismo, y vender el país”. Mientras un manifestante ondeaba una gran bandera anarquista, se escucharon también proclamas contra EE UU, Francia y sobre todo el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el que el Gobierno suscribió un préstamo de 2,400 millones de euros antes de aplicar el programa de ajuste estructural.

Según Henda Chennaui, una veterana activista, el éxito de Fesh nastanneu? en su pulso con el Gobierno dependerá del grado de agitación en las regiones marginadas del interior, epicentro de los enfrentamientos nocturnos. Sin embargo, no está claro que esta alianza entre ideologizados activistas urbanos y jóvenes desempleados de las regiones olvidadas sea suficiente para torcer el brazo del primer ministro. Yusuf Chahed se juega su credibilidad antes los acreedores y los inversores internacionales, que exigen un saneamiento urgente de las cuentas públicas.

Si la revolución del 2011 sirve de modelo, la clave residirá en el posicionamiento de clase media, malhumorada y apática, hasta ahora, ausente de las movilizaciones. “El día que supe que habíamos ganado fue cuando vi masas de manifestantes en Sfax, en Túnez, en las ciudades desarrolladas de la costa. Si la revuelta se hubiera limitado a las zonas pobres del interior, Ben Alí podría haber sobrevivido”, recordaba el analista Lamine Bouazizi. Precisamente, la celebración el próximo domingo del séptimo aniversario de aquella rebelión ofrecerá una ocasión de oro a Fesh nastanneu? para ampliar el perímetro de la contestación.

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