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Cinco años de derrotas españolas en la lucha para los grandes cargos en la UE

El país se quedó fuera del comité ejecutivo del BCE en 2012 y ahora la única esperanza se centra en que Guindos lo recupere

Javier Casqueiro
La sede del Banco Central Europeo en Fráncfort.
La sede del Banco Central Europeo en Fráncfort.EFE

España empezó el mandato de Mariano Rajoy como presidente en 2012, perdiendo las principales batallas para pujar por los grandes cargos europeos. En estos cinco años, el país no ha se ha hecho con ninguna plaza relevante ni ha recuperado el peso institucional que sí ha ganado claramente Portugal, que pasó por una situación económica igual o más grave durante la crisis. El Gobierno español no reconoce oficialmente esas carencias y alude a una concatenación de casualidades para evitar las comparaciones con el país vecino, del que se destaca que, “como no es grande, no molesta a nadie”. Otras fuentes gubernamentales del máximo nivel sí aceptan que se comenzó por jugar el partido equivocado para colocar a Luis de Guindos como presidente del Eurogrupo, un puesto que ya no satisface. Ahora se apuesta por situarle en el comité ejecutivo del Banco Central Europeo, la única vacante de nivel antes de volver a barajar el reparto tras las elecciones europeas de 2019.

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El primer titular que generó esta partida se produjo en julio de 2012, a los pocos meses de llegar Rajoy a La Moncloa y en pleno hundimiento de la crisis: “España se queda por primera vez sin un puesto clave en el consejo del BCE. Se trata del primero de los grandes países del euro que sale del comité ejecutivo”. Aquella disputa original no se dio bien ni se midió adecuadamente, reconocen ahora fuentes del máximo nivel del Ejecutivo. “Alemania y sus amigos ya tenían decidido ese puesto”, se concluye ahora, y tampoco sirvió que se ofreciera a última hora el nombre de una mujer ante la acumulación de aspirantes solo masculinos.

El gobernador del Banco de Luxemburgo, Yves Mersch, fue el sustituto del español José Manuel González-Páramo como miembro del directorio del Eurobanco y se dejó fuera a Antonio Sáinz de Vicuña, director de los servicios jurídicos del BCE y el candidato español para ese puesto. El alemán Klaus Regling era el señalado para presidir el mecanismo permanente de rescate europeo, en detrimento de la candidata española, Belén Romana. Entonces se apuntó que las propuestas españolas no eran de suficiente nivel, pero en el Gobierno entienden que aquello fue “una excusa porque todo estaba decidido, como se nos admitía en privado”. El mensaje que la canciller alemana Angela Merkel quería mandar entonces era de dureza ante los ajustes y no convenían los matices de un país del sur en pleno rescate.

En aquellos meses clave, cuando Rajoy y España estaban pendientes al minuto de la prima de riesgo y de las llamadas de Merkel, en La Moncloa se convocó una reunión por parte del jefe del gabinete del presidente, Jorge Moragas, con varios secretarios de Estado implicados en las negociaciones, para seleccionar las partidas que realmente había alguna posibilidad de ganar. Y se concluyó que la más viable podría ser ubicar al ministro Luis de Guindos como presidente del Eurogrupo. Esa jugada tampoco salió bien.

España, la cuarta economía de la UE y el quinto país más poblado, con varios grandes bancos multinacionales, forzó una votación en julio de 2015 y volvió a cosechar otro fracaso. El socialdemócrata holandés Jeroen Dijsselbloem partía como favorito, no defraudó y se quedó con la presidencia del Eurogrupo, la cita de los ministros de Economía de la Eurozona, con un resultado apabullante (12-7) pese a que el Gobierno de Rajoy intentó justificar que fue muy ajustado. Ahora, la marcha de Dijsselbloem abrió una segunda oportunidad para Guindos, que rechazó esa carrera porque ya no se le da tanta importancia (ante la inminencia de un futuro ministro europeo de Economía) y optó por volcarse en entrar en la ejecutiva del BCE, que debe resolverse en febrero para ocupar la vacante la próxima primavera. La renuncia de Guindos y el respaldo de España han facilitado la llegada del portugués Mário Centeno, un ministro alabado por todo el mundo por su capacidad, flexibilidad y dominio de lenguas, pero cuya elección subraya de nuevo las carencias españolas.

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Un miembro relevante del Gobierno de Rajoy, sin embargo, ofrece una explicación para tanta presencia portuguesa y tanto hueco español en esos despachos: “Portugal es el Luxemburgo del sur, tiene buena reputación por llevar ya unos años haciendo bien las cosas, con los gobiernos de Pedro Passos Coelho y António Costa que han actuado correctamente, han sido muy prusianos al cumplir a rajatabla lo que se les ha marcado y se han ganado el respeto de la UE”. También se acepta que en este tipo de trueques europeos siempre “se tiende a un equilibrio entre los países del norte y los del sur y Portugal, como Luxemburgo, no molesta a nadie y tiene un vecino poderoso como España que les apoya”.

Fuentes del Gobierno de Rajoy constatan, en cualquier caso, que España en estos momentos no está suficientemente representada y valoran que, tanto Portugal como Luxemburgo, están sobrerrepresentados. Y se remontan al segundo mandato del expresidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, para fijar el momento en el que se empezó a perder comba. En el Ejecutivo se argumenta que la dureza de la crisis y cómo afectó durante tantos años a España tampoco ha ayudado a recuperar ese terreno en los primeros niveles políticos, aunque se presume de que media docena de eurofuncionarios españoles sí están muy bien posicionados como directores generales dentro de la UE. Portugal, sin embargo, ha sido rescatada totalmente y acumula mandos de mayor relevancia.

El problema, además, se agrava ahora al corroborar que no habrá más reparto de cargos hasta después de las próximas elecciones europeas, en 2019. Será entonces cuando habrá que renovar la presidencia de la Comisión y los comisarios. España no ha tenido opciones de competir por la presidencia del Consejo Europeo porque para ese nivel solo pueden competir expresidentes y no se vislumbra ni a Felipe González, ni a José María Aznar o Zapatero por interés por ese cargo.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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