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Nuevo presidente en el Eurogrupo: Mário Centeno, el economista afable

Durante dos años lidió con las exigencias alemanas para reducir el déficit y con las de los comunistas portugueses para gastar más, y a todos satisfizo

Hace un año, Mário Centeno, estaba al borde de dejar el ministerio portugués de Finanzas; hoy se acaba de convertir en presidente del Eurogrupo. Así lo han decidido los ministros de Finanzas del euro, que han votado en la reunión de hoy celebrada en Bruselas al socialista para les lidere y suceda a Jeroem Dijsselbloem al frente del grupo. Se impone a otros tres candidatos: el ministro luxemburgués, Pierre Gramegna; el ministro elovaco, Peter Kazimír, y la ministra letona Dana Reizniece-Ozola.

Mário Centeno, a la izquierda, con su antecesor en la presidencia del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.
Mário Centeno, a la izquierda, con su antecesor en la presidencia del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.EMMANUEL DUNAND (AFP)

La diferencia ortográfica entre estrella y estrellado son dos letras, y en la vida, el canto de una moneda, un penalti al poste, un revés a la red. Hace dos años, Mário Centeno, el nuevo líder de los ministros de Finanzas del euro, no era nadie políticamente en Portugal. Un economista teórico e independiente que había redactado el borrador del programa económico del Partido Socialista Portugués, y que los técnicos del partido se habían encargado de dejarlo irreconocible.

Aunque no con carné, Centeno siempre fue socialista de alma. Al menos así salió de la facultad de Económicas, luego viajó, a Harvard concretamente, y se le templaron las ideas. Regresó a la Dirección de Estudios del Banco de Portugal y a la Universidad como profesor, denunciando los privilegios del trabajador veterano que impiden la incorporación de los jóvenes al mundo laboral.

Su ordenada vida se le acabó cuando el primer ministro António Costa le confió la cartera de Finanzas en un Ejecutivo inédito en Portugal: un Gobierno socialista en minoría, apoyado en el parlamento por los antisistema del Bloco y del PC. Si estos le exigían que gastara más, que saliera del euro y que se olvidara de la deuda, los de Bruselas le obligaban a salir del déficit excesivo; si estos le daban el dinero, aquellos le daban los votos. Los dos eran tan imprescindibles como contrarios. Su figura de santo varón se popularizó en los televisores, explicando con infinita paciencia que Portugal iba bien cuando todos, los de aquí y los de allá, decían que iba fatal.

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Su carácter templado y críticamente socarrón aguantaba que cada día un banco le diera un disgusto. Primero fue el hundimiento del Banif, después la guerra de españoles y angoleños en BPI; la de chinos en BCP, el desastre del Novo Banco y el caos continuo del primer banco del país, la Caixa Geral de Depósitos. Este último rifirrafe, con sus SMS inoportunos, estuvo a punto de sacarle del Gobierno, pero no. Centeno puede ser prudente y callado, pero es, sobre todo, cabezón. Que no alce la voz no significa que no dé titulares. Centeno no se ha cansado de criticar duramente a Bruselas por aplicar al Sur una receta equivocada durante la crisis.

El ahora su presidente se ha pasado dos años diciéndole al Eurogrupo, y a la OCDE y al FMI y a su propio Consejo de Finanzas Públicas que no tenían ni idea, que no daban una en sus previsiones, que las cifras buenas eran las suyas. El tiempo le ha dado la razón.

Cogió el país con un crecimiento del 1,5% y un déficit del 4,4% y lo deja en 2,6% de PIB y el 1,4% de déficit para pasmo de Bruselas. El fiero ministro alemán Wolfgang Schäuble se tragó todas sus culebras —hasta la previsión de un cuarto rescate de Portugal— para reconocer que Centeno era el “Ronaldo del Ecofin”.

Tampoco hay que exagerar. Centeno, que el sábado cumple los 51 años, tiene unos superpoderes que ya los quisiera el futbolista. Para empezar, Centeno ha jugado siempre con el árbitro a favor. De hecho, él tocaba el pito. Da igual que los comunistas aprueben lo que sea para el Presupuesto General del Estado, da igual lo que acuerden sus colegas en el Consejo de Ministros, Centeno puede congelar —y lo ha hecho hasta la saciedad— cualquier gasto de cualquier ministerio en cualquier momento y cuantas veces quiera y porque sí. Gracias a esos superpoderes, Centeno ha logrado cuadrar las cuentas de Portugal desde 2015, aunque fuera a costa de reducir un 30% la inversión pública y elevando la deuda pública hasta el 131% (que ahora va a rebajar). Esos superpoderes únicos en Europa no los tendrá en el Eurogrupo, pero sí sus habilidades para cohesionar al norte y al sur, a la izquierda y a la derecha; no ofende a nadie y lleva sus ideas para una nueva Europa y una unión bancaria.

No se ha cansado de criticar a Bruselas por aplicar al Sur una receta equivocada durante la crisis

Al contrario que su antecesor, el imprudente Jeroen Dijsselbloem, y el agorero Schauble, será difícil que de boca de Centeno salga un exabrupto, que menosprecie o falte al respeto a algún miembro de la eurozona. Fajador, curtido en sus años de jugador de rugby, y afable, contemporizará con todos para conseguir su objetivo de más Europa y más agil. Tras haber lidiado, aguantado y sobrevivido a dos años de presiones de los antisistema, el Eurogrupo es, para Centeno, un balneario con siesta, sauna y masaje.

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