La UE quiere vigilar la inversión foránea en áreas estratégicas ante la pujanza china
La Comisión Europea teme la entrada de compañías del gigante asiático en ámbitos sensibles como la energía o el transporte


Más apertura, más reglas. Bruselas quiere estrechar la vigilancia sobre la compra de empresas europeas que operan en sectores clave por parte de compañías extracomunitarias. La Comisión no ha citado a ningún Estado, pero el nombre de China sobrevuela la iniciativa: el desembarco de empresas del gigante asiático en sectores estratégicos europeos ha generado preocupación. En 2016 la inversión china en la UE se disparó un 77% hasta los 35.000 millones de euros según datos de Merics. Las cifras tienen nombres propios. Hace un año la empresa robótica alemana Kuka, pieza clave en la apuesta por la digitalización de la industria germana, pasaba a manos de la china Midea pese a los esfuerzos de Berlín por evitarlo. Meses antes, en el caso más sonado, la china Cosco se convirtió en la accionista mayoritaria del puerto griego de El Pireo ante las urgencias del país heleno para hacer frente a su abultada deuda.
La Comisión Europea carece de competencias para evitar que infraestructuras estratégicas acaben en manos extranjeras, pero aunque la última palabra sobre su venta es de los Estados miembros, quiere que los países comunitarios compartan información sobre la entrada de capital foráneo en los ámbitos más sensibles, entre los que citan redes de energía, transporte, telecomunicaciones o ciberseguridad. "Si una empresa pública extranjera desea comprar un puerto europeo, una parte de nuestra infraestructura energética o una empresa de tecnología de defensa, la adquisición solo debe llevarse a cabo con transparencia, estudio y debate. Tenemos la responsabilidad política de saber lo que se cuece a nuestro alrededor", ha afirmado la comisaria de Comercio, Cecilia Malmstrom.
De ser aprobado, el nuevo mecanismo pondrá a disposición de los Veintiocho una suerte de botón de alerta por el cual cualquiera de ellos podrá dar la voz de alarma cuando crea que una inversión concreta puede afectar a su seguridad o al orden público de otro socio. Bruselas quiere, en fin, tener capacidad de opinar sobre la entrada de potenciales inversores que pudieran utilizar las herramientas de la globalización con fines no únicamente comerciales. El nuevo marco es pues un modo de ampliar la vigilancia, pero está por ver su operatividad dada la nula capacidad de decisión de Bruselas a la hora de aprobar o negar inversiones.
La Unión Europea ha asumido desde la victoria de Donald Trump el rol de campeón del libre comercio ante el vacío dejado por Estados Unidos. Bruselas ha multiplicado los frente negociadores por todo el planeta, con un pacto ya aprobado con Canadá, un preacuerdo con Japón, discusiones en marcha con México y los países de Mercosur, y conversaciones pendientes de iniciarse con Australia y Nueva Zelanda. Pero a esa hiperactividad negociadora que abre los mercados europeos a la inversión extranjera le acompaña el temor de pecar de ingenuidad ante su aterrizaje en sectores estratégicos europeos.
Anticipándose a eventuales acusaciones de poner barreras a la inversión, la Comisión alega que EE UU, China o Japón ya tienen sistemas de control similares, pero lejos de azuzar el fantasma proteccionista, matiza que se recurrirá a este mecanismo en casos excepcionales. Bruselas no quiere pasarse de frenada enviando a los inversores extranjeros la señal de que no son bienvenidos en un momento en que considera la política comercial y la inversión como dinamizadores de la recuperación económica. "Todo el que espere que la UE bloquee inversiones cada semana quedará decepcionado", ha señalado el vicepresidente de la Comisión, Jyrki Katainen.
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