Un caballo en el escaparate genera un escándalo en Buenos Aires
La exhibición de un poni en una mueblería activa una intervención por maltrato animal
Los mini Falabella son caballos apenas más grandes que un perro. Tienen entre 70 y 80 centímetros de alzada, son mansos y no sirven para otra cosa que el disfrute decorativo. Los Falabella son primorosos, como un peluche en movimiento. Tanto que el dueño de una mueblería de diseño de Palermo, el barrio más hipster de Buenos Aires, creyó una excelente idea exhibir un ejemplar en el escaparate de su tienda para llamar la atención. Logró lo que se propuso, evidentemente, aunque los resultados no fueron los que esperaba. Un fiscal recibió una denuncia por maltrato animal, ordenó el traslado del caballito a una chacra y arruinó la idea del joven propietario, obligado durante horas a dar explicaciones ante las cámaras de televisión.
Argentina vive todavía la resaca electoral de las primarias del domingo. Y el tema de un caballo exhibido como muñeco en un escaparate entró como aire fresco por la ventana. Tuco, así se llama el animalito, fue el tema del día en los medios y en las redes sociales. “La idea fue aprovechar el día del niño [en Argentina se celebra el próximo domingo] para que puedan tener contacto con un caballo. Acá hay muchos colegios”, explicó Sasha Fradusco, dueño de la mueblería. Para ello llevó a Tuco hasta su negocio y montó para él un pequeño corral frente al ventanal que da a la calle, donde puso un cartel con la leyenda “Semana del niño” y el dibujo de… un caballo.
Tuco esperó pacientemente en su ventana a que los niños se le acercaran para tocarlo y sacarse fotos. Hasta que una vecina presentó una denuncia. La vecina se llamaba Victoria González Silvano y era titular de la cátedra Derechos del Animal en Universidad de Buenos Aires (UBA). “Lo pusieron ahí por marketing y los animales no son una cosa. Estamos cosificando un animal para vender más”, dijo González al canal TN. “¿Por qué tenemos que hacerle eso? ¿Para que un niño lo conozca? Que los padres lleven a una reserva si quiere conocer animales”, sentenció.
El debate se centró entonces alrededor del estatus de Tuco. Fradusco dijo en su defensa que los mini Falabella son en realidad mascotas, y por eso no creyó un problema tenerlo dentro de un comercio a la calle. ¿Y cómo llegó Tuco allí? El dueño de la mueblería es amigo de Evaristo Falabella, heredero de la familia que cría a esta raza argentina desde finales del siglo XIX. Fue el propio Falabella quien prestó el caballo para su exhibición.
Los Falabella son obra de un inmigrante irlandes llamado J. Newtal, quien luego de años de cruza y selección logró estandarizar caballos con menos de un metro de alzada. Los caballos no llevan el nombre de su creador porque “Newtall no tuvo descendiente varón y su única hija se casó con el hijo de una familia de inmigrantes italianos de nombre Falabella”, explica la empresa en su sitio oficial. “Éste heredó de su suegro no solo unas pocas docenas de esta incipiente raza de caballos, sino también la acendrada pasión por los caballos. Debido a esta pasión, la gente del lugar comenzó a llamar a estos curiosos caballos como 'los de Falabella' o simplemente “Falabella”, agrega el sitio web.
A mediados de la década del 50 los Falabella se convirtieron en divertimiento de lujo para personajes famosos en todo el mundo. “Nunca pensamos que se iba a generar semejante lio”, dijo Evaristo Falabella a medios argentinos. “Si alguien no está de acuerdo se aceptan las opiniones, pero el animal no sufre. Estos caballos no se usan para algo en particular, son solo para disfrutar. Tuco es una mascota, es domesticable y pueden vivir en un jardín de grandes dimensiones. Los que perdieron son los chicos, que no lo van a poder ver”, explicó.
El problema que enfrentaron Fradusco y Falabella fue que en Argentina hay una ley que desde 1954 pena con cárcel a quien maltrate a un animal. Es una ley vieja que necesita actualización, pero suficiente para que una abogada denunciara que Tuco podría ser víctima de algún exceso. Un proyecto de reforma de la ley intenta elevar a “persona no humana” a los animales, lo que ampliará automáticamente sus derechos contra cualquier tipo de vejaciones.
El concepto de “persona no humana” tiene un antecedente en un fallo judicial de 2015 a favor de una orangutana llamada Sandra. Un juez concedió a Sandra un habeas corpus y ordenó al zoológico de Buenos Aires que la libere. El fallo no tuvo el respaldo de ninguna ley nacional y Sandra sigue aún en su jaula porque su traslado podría matarla (tiene 31 años y sufre de depresión, según determinaron los médicos). Pero sentó una importante jurisprudencia.
El debate acerca de los derechos del animal ha incluido la tendencia a prohibir la tracción a sangre en las grandes ciudades, donde aún es común ver carros tirados por caballos de los llamados cartoneros, aquellos que buscan residuos reciclables en la basura. La organización No más Tracción a Sangre (TAS) calculó en mayo pasado, en base a datos propios, que unos 100 mil caballos son sometidos a situación de trabajo y maltrato en Argentina. La tracción a sangre no está permitida en Buenos Aires, pero aún es posible ver carros en los barrios periféricos. Por eso las ONG impulsan en el Congreso una ley que la prohíba en todo el país, una forma de impedir que la decisión final quede en manos de los municipios.
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