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Las discutibles razones económicas de Trump para dejar el acuerdo de París

El presidente de EE UU augura un panorama desolador para el empleo, pero la transición hacia las energías alternativas se escapa de su control

Acción de protesta de Greenpeace en la embajada de EE UU en Berlin
Acción de protesta de Greenpeace en la embajada de EE UU en BerlinMichael Sohn (AP)

Donald Trump justificó su decisión de abandonar el acuerdo de París con argumentos económicos. Considera que así protegerá a los trabajadores de un impacto devastador. El presidente habló incluso de una conspiración global para redistribuir la riqueza de Estados Unidos (EE UU) a otros países. Pero la retirada, que respalda con datos sesgados, puede tener el efecto contrario. Estos son los principales puntos de debate.

Al cumplir su promesa electoral, Trump da un nuevo giro de tuerca a su política de nacionalismo económico del American First (América primero) de su lema de campaña. Nada más llegar a la Casa Blanca decidió abandonar el tratado de libre comercio Transpacífico (TPP) y el mes pasado inició el proceso para revisar el acuerdo de libre cambio con México y Canadá (Nafta). La lógica es simple: estos tratados “castigan” al contribuyente y dan una ventaja competitiva al resto de países.

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Empleo

Destrucción de empleo, salarios más bajos, cierre de empresas, apagones. Este es el escenario que pinta Trump. Para defender su decisión, citó una serie de cifras tomadas de un informe elaborado por la NERA Economic Consulting, una firma que trabaja para la industria energética. El impacto en el Producto Interior Bruto (PIB) sería superior a los tres billones en el curso de varias décadas, indicó el presidente. El PIB estadounidense ronda los 19 billones de dólares.

Habló también de la pérdida de 2,7 millones de empleos para 2025. Se elevaría a 6,5 millones en 2040, según el Center for Policy Research. Eso implica la eliminación de 285.000 puestos de trabajo cada año. Pero la economía estadounidense está generando empleo a una media de dos millones anuales desde el final de la crisis. El impacto económico del acuerdo del clima, por tanto, genera un intenso debate.

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El problema del argumento de los más críticos en el equipo de Trump, según la Resources for the Future, es que asume que el esfuerzo de la lucha contra el cambio climático caerá exclusivamente en la industria pesada, como la metalúrgica, la química, la petrolera e incluso la automovilística. Habrá siempre ganadores y perdedores, indican, pero el coste del recorte se distribuye de forma equitativa.

Donald Trump dijo en su discurso que ganó las elecciones para “defender los intereses de los ciudadanos de Pittsburg, no de París”. La retórica del presidente vuelve a chocar ahí con la realidad. La antigua ciudad del cinturón industrial de Pensilvania se transformó por completo. En esa transición apostó por embarcarse en la nueva revolución tecnológica y dejar atrás la vieja industria.

Carbón

El republicano se queja, al mismo tiempo, de que el acuerdo da más margen a Europa y China al permitirle niveles de cumplimiento más favorables mientras las nuevas reglas de juego exigen un mayor sacrificio a EE UU. “El pacto da una ventaja financiera a otros países”, insiste Trump. Citó en concreto a India, porque el tratado de las Naciones Unidas le permite doblar la producción de carbón.

Donald Trump se dirigió directamente en su discurso a los empleados de esta industria, uno de los grupos “olvidados” en los que se apoyó su victoria electoral. “Se están abriendo nuevas minas otra vez”, dijo. Hablaba de una instalación en Pensilvania, un estado clave en la contienda, que empezará a operar el 8 de junio y que producirá un carbón especializado para la industria metalúrgica.

Los estudios que maneja Trump no cuentan tampoco los beneficios a largo plazo de la reducción de las emisiones. La destrucción de empleo, insisten los expertos, en sectores como el carbón se equilibra con las ganancias en las energías alternativas. Las empresas en el negocio de la energía solar emplean a 374.000 personas en EE UU, el doble que la del carbón. En la eólica rondan los 102.000 empleos.

La evolución del mercado de la energía, de hecho, muestra que la minera es una industria decadente. Un estudio de la Universidad de Columbia estima que el sector minero perdió 60.000 empleos desde finales de 2011. Esto se explica porque cada vez más producción de energía llega de fuentes “limpias” como el gas natural. Lo admite Gary Cohn, el principal asesor económico de Donald Trump.

El carbón, dice, “ya no tiene mucho sentido” como materia prima para convertirse en combustible. El gas natural es más barato y accesible con las nuevas técnicas de extracción. La revolución del fracking hizo que este recurso energético se comiera una tercera parte del mercado del carbón. Además es limpio y se exporta cada vez más. Las empresas que operan en este negocio emplean a 363.000 personas.

Crecimiento

Trump dijo también que el acuerdo de París forzará a EE UU a poner un candado a sus abundantes reservas energéticas. Los datos del departamento de Energía muestran, sin embargo, que la producción seguirá creciendo hasta 2040 bajo el escenario que dejó la era Obama. El gas natural seguirá creciendo hasta alcanzar el 40% de la producción del país. También el petróleo, aunque se equilibrará en 2025 conforme los recursos sean menos productivos.

El presidente volvió a repetir en su discurso que, gracias a su plan de estímulos, la economía volverá a crecer a un ritmo entre el 3% y el 4%. Eso equivale a una expansión similar a la era de las puntocom. Para atender la demanda adicional de energía, añade, se necesitarán “todas las formas” en el mix. “Si se creciera cerca del 1% entonces quizás bastaría con las renovables”, indicó en su discurso.

La proyección de crecimiento de Donald Trump es optimista, más incluso que la de Ronald Reagan en su primer presupuesto hace tres décadas. Los analistas de Wall Street señalan, además, que para lograr esas tasas, la fuerza laboral debería crecer y también la productividad. Además, está por ver que el Congreso de EE UU apruebe su plan de recortes de impuestos y de inversión en infraestructuras.

Los expertos del World Resources Institute reconocen que la retirada del acuerdo de París podría restar impulso al ritmo de creación de empleo en las energías alternativas, pero no interrumpirlo. También señalan que el avance tecnológico hará gran parte del trabajo en el cumplimiento de los objetivos de reducción de emisiones. Y hay otros factores que ayudan, como el cambio en los hábitos de consumo.

Competitividad

Las grandes empresas multinacionales no comparten la lógica de Trump, porque ven el pacto de París como una plataforma para facilitar una respuesta global efectiva y equilibrada al cambio climático. En otras palabras, el tratado de las Naciones Unidas aporta un marco político a largo plazo para realizar las inversiones. Eso, a su vez, permite generar empleo y crecimiento económico al expandirse a nuevos mercados.

El otro temor de las grandes empresas es que la decisión del presidente provoque tensiones comerciales. Los países firmantes podrían responder imponiendo tarifas a productos como el acero, que son más baratos de producir como resultado de esta maniobra. La represalia, concluyen los expertos del Peterson Institute, es la manera que tienen para equilibrar el terreno de juego que busca Donald Trump.

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