EE UU y Europa debaten si prohibir ordenadores y tabletas en la cabina del avión
Washington analiza extender a la UE las restricciones vigentes desde países árabes ante la amenaza terrorista
La amenaza terrorista puede ampliar las restricciones en los viajes a bordo de un avión. Estados Unidos ha discutido este miércoles con representantes de la Comisión y de otros siete países, la ampliación a Europa de la prohibición de llevar aparatos electrónicos de mayor tamaño que un móvil en la cabina del avión. La medida obligaría a los pasajeros que salgan de un aeropuerto europeo con destino a EE UU a dejar dispositivos como el ordenador portátil, tabletas, libros electrónicos o reproductores de DVD en la bodega de la aeronave, dentro de la maleta facturada. EE UU defiende que así se conjuraría la amenaza de que los terroristas utilicen los aparatos para introducir explosivos ocultos en su interior con los que atentar en pleno vuelo, pero las autoridades comunitarias afirman no tener evidencias de que un ataque de este tipo pueda llevarse a cabo.
El Gobierno de Donald Trump ya implantó el veto a los aparatos electrónicos dos meses atrás en diez aeropuertos de ocho países de mayoría musulmana: Egipto, Turquía, Kuwait, Qatar, Marruecos, Jordania, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Y Reino Unido hizo lo propio con seis estados, entre ellos Túnez. Sobre la extensión de la prohibición a Europa planea la incógnita de si entraría en vigor en todo el bloque comunitario o solo en determinados aeropuertos, pero en principio tendría efectos a gran escala: el año pasado volaron a Estados Unidos 30 millones de pasajeros desde aeropuertos de los Veintiocho, y este verano hay programados 3.257 vuelos semanales rumbo al otro lado del Atlántico según la organización aeroportuaria ACI Europe. Existe el temor de que si Estados Unidos impone la prohibición próximamente, provoque largas colas en pleno periodo vacacional. Entre las aerolíneas afectadas se encontrarían grandes compañías que vuelan a EE UU como Iberia, British Airways, Lufthansa o Air France-KLM.
La reunión de esta tarde en Bruselas se planteó como un encuentro de alto nivel técnico y político. Por el lado europeo han estado presentes los comisarios de Interior y Transportes, y representantes de los siete países comunitarios con mayor tráfico aéreo con Estados Unidos, entre ellos España. Enfrente, una delegación estadounidense liderada por la número dos de seguridad, Elaine Duke. Fuentes comunitarias han informado que el cara a cara se ha limitado a un intercambio de información acerca de las amenazas que penden sobre la seguridad aérea, pero la decisión definitiva sobre el veto se retrasará. La próxima semana volverán a encontrarse, esta vez en Washington, para abordar de nuevo la cuestión. La primera toma de contacto entre las partes se produjo el pasado viernes a través de una llamada telefónica con el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, en la que fijaron la cita de hoy.
El portavoz de Seguridad Nacional estadounidense, David Lapan, ve muchas opciones de que el veto se amplíe a otros países, aunque no especificó cuáles. "Es probable que las restricciones aprobadas en marzo se extiendan a otras zonas", aseguró este martes en Washington. Lapan negó que la prohibición responda a una falta de confianza en los países de origen de los pasajeros, sino simplemente al deseo de combatir la amenaza. Por su parte, Bruselas ha descartado poner en marcha una prohibición similar en los vuelos con destino a países europeos sin consultar a los Estados miembros.
La posible introducción del veto despierta dudas en algunos socios europeos, que consideran la medida desproporcionada. También ha desatado ya las primeras críticas. El grupo liberal en el Parlamento Europeo lo compara con la prohibición de llevar líquidos en el equipaje de mano, que considera inútil. "¿Es la prohibición de ordenadores portátiles la última de la serie de medidas ineficaces pero molestas?", dijo a modo de queja la eurodiputada Sophie In’t Veld. El veto a los líquidos se produjo en 2006 después de un atentado frustrado que pretendía hacer estallar aviones en vuelo entre Reino Unido y EE UU con explosivos líquidos.
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