“Mezclar lo verdadero y lo falso es propio de las dictaduras”
Periodista. Uno de los más finos analistas de la política internacional se ha convertido en un corresponsal extranjero en su propio país, en observador atónito de la ‘era Trump’
Desde las páginas de The New York Times, Roger Cohen (Londres, 1955) es uno de los columnistas más influyentes de EE UU. En sus memorias, The Girl from Human Street, relata la historia de su familia, que empieza en Lituania. Todos los que no huyeron murieron asesinados por los nazis. Su historia pasa por Sudáfrica y Reino Unido y está marcada por la tolerancia y la idea de que sólo la generosidad de otros países que abrieron sus fronteras permitió su existencia. Una frase del historiador británico Simon Schama, que cita en una de sus últimas columnas, resume su pensamiento sobre la presidencia de Donald Trump: “La indiferencia ante la verdad y la mentira es una de las condiciones previas del fascismo. Cuando muere la verdad, también cae la libertad”. Cohen visitó Madrid recientemente, invitado por la Fundación Rafael del Pino, donde pronunció una conferencia.
Pregunta. Su familia logró sobrevivir porque pudieron convertirse en refugiados. ¿Qué siente ante la política migratoria de Donald Trump?
Respuesta. Vengo de una familia que tuvo que emigrar en cada generación, de Lituania, de Sudáfrica… Estoy indignado, es innecesario. No hay ninguna evidencia de que algún ciudadano de los países vetados haya cometido un acto terrorista con pérdida de vidas en EE UU en los últimos años. Durante toda la campaña vimos que Donald Trump, con Steve Bannon detrás, es antimusulmán. Lo hemos visto con esta medida, impulsada por prejuicios. La forma en que fue adoptada produjo caos, indignación justificada, no sólo entre aquellos que no pudieron entrar en EE UU pese a tener visado, sino en todo el mundo. Es injustificable.
P. ¿Podemos entender la historia del siglo XX, incluso del siglo XIX, sin la inmigración masiva de millones de personas en todo el mundo?
R. Estados Unidos es una idea, y una parte importante de esa idea es que es un país de inmigrantes. Trump es un retrógrado. Todo movimiento populista necesita un mito del pasado (“que América vuelva a ser grande de nuevo”), y un enemigo, que para Trump son los mexicanos y los musulmanes. Está tomando un camino muy peligroso, el del miedo. Dicho esto, ganó y fue capaz de intuir algo que está ocurriendo, de captar el miedo, la ansiedad ante la precariedad económica, el resentimiento, el sentimiento de que las élites actuaron con total impunidad en el crash de 2008. Y, al igual que en el caso del Brexit, se basó en mentiras, no hay otra palabra para ello. Existe la percepción de que la democracia no protege a todos…
P. Realizó un reportaje sobre los campos en los que son confinados los refugiados que tratan de llegar a Australia, un lugar atroz. ¿Cree que en la crítica a las medidas de Trump hay cierta hipocresía, que muchos países hacen lo mismo sin decirlo?
R. Nos enfrentamos a un problema real: vivimos el momento con más refugiados desde 1945 y la capacidad de las democracias occidentales para absorber a cientos de miles de personas es limitada. Alemania no ha sido hipócrita, ha acogido a cerca de un millón de refugiados. Es necesario que la gente sea tratada con justicia y con humanidad, de acuerdo con la Convención sobre los Refugiados. En el caso de Australia, no es así en absoluto. Desde hace más de tres años, miles de personas, seres humanos, se están pudriendo en dos islas remotas. Muchos están enfermos, otros están traumatizados, es algo terrible. En EE UU, el hecho de que el presidente emplee este tipo de prejuicios contra los musulmanes, una población total de 1.100 millones de personas en el mundo, puede tener consecuencias muy graves.
“Existe un problema muy grande en EE UU, es un país dividido y a los seguidores de Trump les da igual lo que diga ‘The New York Times”
P. ¿Cuál es la diferencia entre la posverdad y las mentiras que dicen muchos presidentes y políticos de todo el mundo como, por ejemplo, las mentiras de George W. Bush en las que se basó la invasión de Irak?
R. Hay una diferencia. Trump dice cosas, como el ataque ficticio en Suecia, que por un lado son ridículas, por otro son peligrosas. La palabra del presidente de EE UU es algo que durante 75 años ha ayudado a mantener la seguridad global, era creíble, pero ya no lo es. Es cierto que la invasión de Irak se basó en falsedades. Pero ahora el presidente de EE UU acusa a The New York Times y The Washington Post, dos pilares de la república, de difundir noticias falsas, estamos entrando en un mundo en el que dos más dos es igual a cinco. Mezclar lo verdadero y lo falso es un problema muy serio porque es una característica fundamental de las dictaduras. Al final la única verdad es la voz del líder, que es lo que Trump se considera. Hay que tener mucho cuidado con los paralelismos históricos, pero, a la vez, no podemos ignorar lo que ocurrió en los años treinta. Tenemos a Steve Bannon, el hombre en la sombra, diciendo que “la prensa debería cerrar la boca”. Creo que los medios tienen que hacer su trabajo: pedir responsabilidades al poder y ser testigo de los acontecimientos. Esto es más serio, porque hay un ataque premeditado y total contra la verdad. Se está creando un ambiente en el que la verdad y la mentira son intercambiables.
P. En su libro escribe: “Las verdades son muchas y todas las guerras se luchan por la memoria”. ¿Podemos llegar a ese estado? ¿Aunque no haya guerra, cree que nos encontramos en Europa y en EE UU ante partes enfrentadas con memorias diferentes?
R. He cubierto guerras en Líbano, en Bosnia y cada parte tiene su verdad y su memoria, que siempre es fluida y manipulable por líderes nacionalistas. François Mitterrand solía decir que “el nacionalismo es la guerra”. El nacionalismo llevado a un cierto punto siempre representa la guerra y ese es el triunfo de la UE. Una de las cosas que me alarman más estos días es cómo la gran creación política de la segunda mitad del siglo XX, la UE, es atacada por el presidente Trump, ha sido erosionada por el Brexit, y está sufriendo una extraordinaria amnesia sobre sus logros.
P. ¿Puede la prensa ser suficiente para frenar a Trump?
R. No es sólo la prensa, están también los tribunales. Es extraordinario contemplar cómo la Constitución de EE UU, tantas décadas después, sigue proporcionando instrumentos para pedir responsabilidades a las autoridades. Hay un problema muy grande en EE UU: es un país dividido y a los seguidores de Trump les da igual lo que diga The New York Times. ¿Cómo superas esa ruptura? Es una pregunta muy importante.
P. Los populismos ofrecen siempre soluciones sencillas a problemas complejos, ya sea Trump, Marine Le Pen en Francia o Geert Wilders en Holanda. Dicen que basta con tomar medidas contra los extranjeros para que todo se arregle. ¿Cómo podemos enfrentarnos a eso?
R. La realidad les pondrá en su sitio, veremos si Trump tiene algún conejo en la chistera, si puede devolver los puestos de trabajo en las fábricas en la era de la robotización. La clase media americana comprobará los resultados. No vamos a cambiar la naturaleza humana, el hecho de que la gente se sienta atraída por un personaje autoritario como Trump, que utiliza el miedo, que está lleno de ira, que promete soluciones milagrosas. También hay que reconocer que ha hecho algo extraordinario, increíble.
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