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EL FACTOR HUMANO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La defensa contra Trump: la risa

¿Qué protección tenemos frente a las avalanchas de tonterías que seguirá lanzando el nuevo presidente de EE UU en Twitter?

El presidente de EE UU, Donald Trump, tras firmar unos decretos, este lunes, en Washington.
El presidente de EE UU, Donald Trump, tras firmar unos decretos, este lunes, en Washington.KEVIN LAMARQUE (REUTERS)
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"Al tonto le encanta el martirio de la fama", Lord Byron.

Hay poco más que decir sobre la bufonesca ineptitud del nuevo presidente de Estados Unidos. La cuestión para la enorme mayoría de los habitantes del planeta que tiene la justa medida de Donald Trump es la siguiente: ¿cómo vamos a soportar los cuatro años que se supone que va a durar en la Casa Blanca? ¿Qué defensas tenemos contra las avalanchas de tonterías que seguirá lanzando a diario desde su medio de información personal, su Pravda privado, la red social Twitter?

Los gobernantes del resto del mundo lo tienen difícil. No pueden pasar de Trump porque no pueden pasar de EE UU, lo cual les obligará a morderse la lengua y, cuando se reúnan con él, sucumbir al sórdido espectáculo de fingir admiración, tratándole como si fuera una persona digna del oficio que el destino le ha entregado. Calcularán que la mejor táctica será relacionarse con el presidente de la potencia como si fuera un niño difícil de tendencias pirómanas: “¡Qué chico más bueno que eres, Donald! ¡Qué listo que eres! ¡Qué guapo! No, no, no: ¡no toques esas cerillas!”.

Pero en cuanto a los demás, los que nos hemos salvado de la responsabilidad de limitar el daño a las naciones en las que vivimos, tenemos más alternativas.

Una opción sería boicotear Twitter. Yo cerré mi cuenta hace unos seis meses y es de las mejores decisiones que tomé en 2016. Se suponía en sus inicios que Twitter era una especie de plaza virtual en la que se reunía todo el mundo a intercambiar noticias u opiniones, un lugar en el que se forjaba la conciencia colectiva de la humanidad. Pero ha acabado siendo como un bar del Salvaje Oeste en el que se imponen los pistoleros más gritones, más ignorantes y más maleducados. O sea, Twitter es el entorno natural de Donald Trump.

Qué saludable sería que poco a poco la gente fuera abandonando Twitter hasta dejar a Trump ahí solo, el loco en su colina. Ayudaría bastante que los diarios, las radios y las televisiones, que los medios de noticias tradicionales, como nos llaman, hiciéramos un esfuerzo para abstenernos de propagar la palabra tuitera de Trump. Quizá estemos en vías de extinción, como también dicen, pero en tal caso muramos de pie y con la cabeza alta en vez de someternos a la humillación de convertirnos en los retuiteros oficiales del payaso en jefe.

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Otra opción, seguramente más viable, sería que siguiésemos siendo espectadores de la presidencia trumpiana, tuitorrea incluida, pero —por el amor de Dios— dejad de tomarla en serio y tomadla por lo que es: un circo de pésimo gusto, un grotesco reality show.

Hace unos 20 años un amigo que trabajaba para la revista Newsweek me hizo una observación que lamentablemente olvidé durante la campaña electoral del año pasado. Fíjate en los candidatos, me dijo el amigo, olvídate de las políticas que proponen y hazte una sola pregunta: ¿cuál de los dos lo haría mejor como presentador de un programa de concursos televisivos? En la respuesta a la pregunta tendrás el ganador. Un repaso a los resultados de las elecciones presidenciales de EE UU en la era de la televisión (Kennedy contra Nixon, Reagan contra Carter, Bill Clinton contra Dole, Obama contra McCain, etcétera) demuestra que el periodista de Newsweek acertó. No hay duda alguna de que Trump está más dotado para presentar este tipo de programas populoides que Hillary Clinton; no hay duda porque eso es precisamente lo que hizo famoso a Trump (fue la cabeza visible de Celebrity Apprentice) antes de postularse a la presidencia.

Y esto es lo que Trump sigue siendo hoy, el anfitrión de un cutre reality que de realidad poco tiene y de seriedad menos. Con lo cual deberíamos consumir el espectáculo por lo que es y no por lo que juega a ser; con lo cual los periodistas encargados de contarnos el día a día de la Casa Blanca deberían suspender las reglas habituales de su oficio, abandonar el tono solemne que la cobertura de la política les exige y reconvertirse en algo más parecido a críticos de televisión o cine. (Si yo fuera el director de este diario intentaría convencer a Carlos Boyero de que se fuera como corresponsal a Washington ya).

No es descartable que Putin se lance a una aventura bélica similar a la de Ucrania en los países bálticos

Hablando un poco más en serio, aunque cueste, cabe la posibilidad de que la delirante presidencia trumpera conduzca a la humanidad hacia el apocalipsis. Es de esperar que la fogosa relación de amor que Trump vive hoy con aquel más siniestro payaso, el Joker ruso Vladímir Putin, acabe mal. No es descartable que Putin, su arraigo al poder potencialmente amenazado por un calamitoso derrumbe de la economía tercermundialista de su país, se lance a una aventura bélica similar a la de Ucrania en los países bálticos, miembros de la OTAN. En ese caso el cóctel capaz de detonar la tercera guerra mundial estaría servido.

Esperemos que no se llegue a este extremo, que el fondo de sagacidad y sensatez institucional que se supone que aún perdura en EE UU, y quizá en Rusia, frene la catástrofe a la que nos podría llevar Trump. Lo lógico, claro, sería que se iniciase un proceso de impeachment contra el flamante presidente hoy mismo; que su presidencia no llegase ni a los cien días. Ya que parece que esto no va a ocurrir, y hasta que las cosas se pongan serias de verdad, lo mejor que nos queda para resistir los años de Trump en la Casa Blanca con las mentes más o menos sanas es la risa, lo que más se merecen él y los tontos que le votaron.

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