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Tribuna
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Europa frente al islam

Tanto el terrorismo como la extrema derecha buscan la creación de comunidades musulmanas separadas de la sociedad occidental

Lluís Bassets
Entrada de la estación de trenes de Colonia el 31 de diciembre.
Entrada de la estación de trenes de Colonia el 31 de diciembre.AFP

Unos, como Donald Trump, lo dicen de forma insultante y grotesca. Otros con argumentos históricos y eruditos, como Niall Ferguson. Pero el mensaje es idéntico y alarmante. Es el fin de la civilización occidental, a la que ha declarado la guerra el terrorismo yihadista. Si el multimillonario estadounidense que pugna por la candidatura republicana a la Casa Blanca culpa directamente a Angela Merkel por abrir las puertas a los refugiados sirios, el historiador británico considera que la actual situación de la Unión Europea es muy similar a la caída de Roma por la invasión de los bárbaros.

“Como el Imperio Romano a principios del siglo V”, ha escrito Ferguson en un artículo publicado en estas mismas páginas, “Europa ha dejado que sus defensas se derrumbaran. A medida que aumentaba su riqueza han disminuido su capacidad militar y su fe en sí misma. Se ha vuelto decadente, con sus centros comerciales y sus estadios. Al mismo tiempo, ha abierto las puertas a los extranjeros que codician su riqueza sin renunciar a su fe ancestral.” (París, víctima de la complacencia, EL PAÍS, 19 de noviembre de 2015).

No se trata de ideas marginales o de locuras demagógicas. Basta observar la evolución del mapa electoral europeo de los últimos años para percibir cómo ideas similares prosperan y se instalan en las sociedades y en los gobiernos. Con la excepción realmente notable y curiosa de la Península Ibérica —que requeriría una reflexión sobre las peculiaridades de España y Portugal para que no cuenten en sus parlamentos con la lacra de partidos xenófobos y racistas—, Europa se está convirtiendo en un continente cada vez más inclinado hacia la derecha más extrema, con ya dos países como Hungría y Polonia en manos de partidos antieuropeos y xenófobos.

La dificultad para gestionar la doble crisis de los refugiados sirios y del terrorismo yihadista es enorme. Es evidente que una y otra solo tienen que ver en el origen: la inseguridad provocada por el califato terrorista está expulsando a centenares de miles de civiles que buscan refugio y prosperidad allí donde puede estar, que es en Europa. Aunque es cierto que algunos de los autores de los atentados de París se camuflaron entre los refugiados para cruzar fronteras, estos últimos no son causa sino efecto del terrorismo yihadista y solo la demagogia de quienes amalgaman islam y terror, como hacen Trump y los Gobiernos húngaro y polaco, permite deducir que hay que prohibir la entrada de musulmanes a Occidente.

No son tan solo los Gobiernos de extrema derecha los que propugnan políticas de extrema derecha. Entre las propuestas para combatir el terrorismo barajadas por el presidente francés, el socialista François Hollande, hay ideas que atentan al concepto republicano de ciudadanía, como sería la creación de dos clases de ciudadanos, los que tienen ancestros franceses de pura cepa y los que son inmigrantes de segunda generación ya nacidos en Francia, los únicos a los que se podría desposeer de la nacionalidad; o la alternativa, todavía más extravagante, de que cualquier francés pudiera ser desposeído.

Lo peor de la propuesta es su intención electoralista y sus nulos efectos disuasivos: ¿acaso un yihadista suicida va a preocuparse por su nacionalidad? Si prospera, quedará erosionada la idea francesa del ius solis, derecho de la tierra que declara francés a quien nace en territorio francés, opuesta al ius sanguinis, el derecho de sangre etnicista, que da la nacionalidad solo al hijo de quien ya la tiene. Hollande teme a Sarkozy, quien a su vez teme a Marine Le Pen, y lo que al final está en juego es que en mayo de 2017 la presidencia francesa caiga también en manos de la extrema derecha y Europa se haga más oscura, más negra.

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Si Hollande se juega la presidencia en el combate contra el terrorismo, Merkel se juega la cancillería en la gestión ordenada de la oleada de refugiados

Si Hollande se juega la presidencia en el combate contra el terrorismo, Merkel se juega la cancillería en la gestión ordenada de la oleada de refugiados (1,1 millones) que han llegado a su país en 2015. El año 2016, decisivo para competir en buenas condiciones en las elecciones en 2017, no ha empezado con buen pie para la canciller que se propuso convertir la integración de los refugiados en el gran reto alemán y europeo. La mala noticia se la proporcionaron los numerosos robos y agresiones sexuales a mujeres por parte de centenares de jóvenes, identificados por la policía como norteafricanos, principalmente en Colonia, pero también en otras ciudades.

Hay más de 120 denuncias, pero también mucha confusión en los hechos de Nochevieja. No se comprende por qué las noticias tardaron tanto en conocerse. Tampoco la reacción y la actitud de la policía, que en principio no reconocía los incidentes. Son escasas las identificaciones y pruebas. Hay sospechas de que pudo haber coordinación a través de las redes sociales, en una especie de flash mob o acción falsamente espontánea y coordinada con móviles. También hay la certeza de que la identificación de los refugiados con masas de machos musulmanes embriagados que roban y violan a mujeres alemanas conviene a movimientos xenófobos como Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente).

La guerra que ha declarado el terrorismo yihadista contra Occidente quiere erosionar el Estado de derecho, las libertades y los valores europeos, y en buena medida lo consiguió ya con George Bush tras el 11-S cuando era Al Qaeda quien la conducía. Y lo está consiguiendo bajo conducción del ISIS también ahora en Francia, con Hollande, tras el 13-N. Pero pretende algo más, tal como ha explicado Gilles Kepel, como es enervar las actitudes racistas, victimizar a los musulmanes y provocar una atmósfera de islamofobia generalizada. “Denunciándola constantemente, convertida en tara congénita de las sociedades europeas, y sustituyendo al antisemitismo como pecado cardinal de Occidente, los islamistas se esfuerzan en establecer fronteras comunitarias culturalmente infranqueables para todos los europeos de ascendencia musulmana”. (Terreur dans l’Hexagone. Gènese de la djihad française. Gallimard).

Para conseguir este objetivo de separar los musulmanes en una comunidad aparte, el terrorismo tiene buenos aliados. No hay que hacer correr mucho la imaginación para sospechar que los hechos de Nochevieja en Alemania van más allá de un inaceptable comportamiento espontáneo de jóvenes extranjeros, principalmente de origen árabe, y que son en cambio acciones fomentadas e incluso coordinadas por organizaciones hostiles a la sociedad europea.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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