A Yesid Reyes y Carlos Medellín
A treinta años del asalto guerrillero al Palacio de Justicia, Colombia recorre el camino para acordar la paz
Han pasado 30 años y como en cada aniversario el país se vuelca a reclamar la verdad. Las víctimas lloran a sus muertos y los medios de comunicación repetimos sin cesar los sonidos y las imágenes de los disparos, las bombas, los helicópteros sobrevolando, las tanquetas con sus cañones ingresando, las llamas consumiéndolo todo, los cadáveres, de uno de los momentos más dolorosos que haya vivido Colombia: el holocausto del Palacio de Justicia.
En cada aniversario vuelven y citan a declarar a los ministros de la época. Lo hicieron en 2006, en 2008 y ahora nuevamente. En cada aniversario aparece un nuevo valiente que habla con menos miedo. En cada aniversario surgen nuevas preguntas, que hoy son más importantes de responder porque Colombia recorre como hace 30 años el camino para acordar la paz con los insurgentes, esta vez los de las FARC y esta vez con una posibilidad real y la más compleja de todas las tareas: pensar en un nuevo pacto social, en el postconflicto.
Todas las preguntas y todas las lecciones aprendidas son de obligada reflexión. Porque precisamente esa verdad que reclaman las víctimas y la sociedad sobre los hechos del Palacio de Justicia son las que volverán a reclamar en 5, 10 ó 20 años si no somos capaces que cerrar el ciclo de nuestra violencia, de nuestro conflicto, con verdad, justicia y reparación. Los cierres incompletos, las verdades a medias y esa fragilidad de nuestra justicia o su impudicia son las razones por las cuales nuestros militares temen hoy, con justa razón, el juzgamiento y reclaman seguridad jurídica para el servicio que prestan, obvio en los casos de militares honorables.
El perdón por sí solo, ya está demostrado, se lleva la verdad. Por eso no sirve. Lo que sirve es que el país sepa y acepte y los responsables paguen. La toma del Palacio de Justicia fue advertida: octubre 18 de 1985, el periódico El Nuevo Siglo publicó que encontraron un plan del M-19 patrocinado por los extraditables de Pablo Escobar para tomarse el Palacio de Justicia. Que el día de la Toma se retiró la seguridad de los magistrados amenazados. Que Belisario Betancur se negó a negociar con el M-19 y los narcoterroristas, únicos responsables de la Toma. Que el presidente Betancur ordenó la retoma del Palacio a sangre y fuego. Que lograron rescatar a su hermano Jaime Betancur y a Clara Forero, la esposa del entonces ministro de Gobierno Jaime Castro y que la orden después fue: “disparen a todo lo que se mueva”. Que incluso la Fuerza pública metió bidones llenos de gasolina para hacer explotar todo, asesinar magistrados, funcionarios, guerrilleros, y luego lavar los cadáveres a chorros de agua.
Betancur acaba de reiterar su súplica de perdón: “Si errores cometí pido perdón a mis compatriotas, por esos errores que nunca fueron nada distinto de mi búsqueda de la paz que el presidente (Juan Manuel) Santos está buscando con ansiedad para todos los colombianos”. No es suficiente. Betancur tiene que decir la verdad. ¿Es verdad, por ejemplo, que estaba divorciado de los militares que no confiaban en él, que estaba en su fase terminal sin apoyo, con su proceso de paz extinguido, que el ejército estaba humillado por el M-19, que no mandaba ni era obedecido? ¿O estaba usted ex presidente en control de una operación de retoma hecha por unidades ordinarias como la brigada 13 y la escuela de caballería y es entonces usted responsable de todo?
El General Rafael Samudio Molina era comandante del Ejército. Hay grabaciones de sus órdenes. Jesús Armando Arias Cabrales era entonces un eslabón en la cadena de mando. Betancur y Samudio están libres y los comandantes operativos Arias y Plazas están presos. El M-19 se tomó el palacio con el propósito de juzgar al Presidente y al Estado. Pensaban que se instalarían por semanas o meses tal como ocurrió en la Toma de la Embajada Dominicana a negociar el juzgamiento mediático del Estado y del Presidente. Entraron matando. Usaron a los magistrados como escudos humanos y el Estado respondió con la brutalidad y la degradación propia de los victimarios.
Carlos Medellín, ex ministro de Justicia, perdió a su padre en la retoma del Palacio de Justicia. Hombre valiente, decente. Carlos Medellín Forero iba a debatir el día del asalto, en la única Sala de la Corte que sesionaría, nada menos que la exequibilidad de la ley del Tratado de Extradición con los Estados Unidos. Lo mataron.
Yesid Reyes es actual ministro de Justicia. Fue precisamente su padre Alfonso Reyes Echandía, entonces presidente de la Corte Suprema, quien llamó al presidente Betancur para rogarle que cesara el fuego. Betancur no le pasó al teléfono y entonces el magistrado acudió a los micrófonos de Caracol Radio: “Que el Presidente de la República dé la orden de cese al fuego. ¡Inmediatamente!. Después vino el silenciamiento de los medios. La ministra de entonces, Noemí Sanin, pidió interrumpir las transmisiones para no afectar los operativos de rescate. El padre del hoy ministro de Justicia murió por un proyectil 9 milímetros que no usaba la guerrilla.
Son ustedes dos a quienes dedico esta columna, los hombres que han tenido que vivir con el dolor, con la condición de víctimas, pero quiénes también han sido reconocidos con altas dignidades, desde donde están llamados a ayudar a cambiar esta historia. Son por lo tanto una esperanza para que los magistrados de hoy, ya no los inmolados, sino los involucrados en investigaciones de soborno, paguen por sus delitos, para que se acabe la politización judicial, para que la justicia restaurativa cobije a todas las partes, para generar los consensos sobre la construcción de una estructura institucional que nos haga más respetables entre nosotros mismos.
Para cicatrizar tenemos que ser capaces de responder si no seguiremos siendo tan frágiles como entonces. Me pregunto, ¿la mafia, los corruptos, los excesos militares, la degradación de los que se levantan en nombre del pueblo son fantasmas del pasado? ¿Nos estamos mirando en ese espejo? Hoy sabemos cosas que no sabíamos antes. Hoy defendemos el respeto por los derechos humanos. Hoy la víctima está en el primer escalón y el mundo nos mira expectantes para saber si podremos firmar esa paz que nos ha sido tan esquiva y darle la bienvenida a una nueva forma de convivencia. No podemos olvidar que el M-19 hizo la toma con el propósito de juzgar al Estado y quien ha estado siendo juzgado es el Estado.
* Diana Calderón es directora de Informativos y de Hora 20 de Caracol Radio Colombia Twitter @dianacalderonf
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.