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La ausencia de Putin marca la cumbre del G-7

El club de las democracias ricas excluye al ruso en respuesta por la anexión de Crimea

Pilar Bonet
El presidente Putin en un torneo de hockey de aficionados, el 16 de mayo en Sochi.
El presidente Putin en un torneo de hockey de aficionados, el 16 de mayo en Sochi.Yevgeny Reytov (EFE)

Vladímir Putin es el gran ausente de la cumbre del G-7 que se inicia hoy en Alemania. Por segunda vez, el club de las democracias ricas excluye al presidente ruso en respuesta por la anexión de Crimea en 2014. Angela Merkel, Toni Blair, Romano Prodi, Jacques Chirac, George Bush y el mismo Putin sonreían relajados en la foto de familia de la cumbre del G-8 de 2006, la primera que Rusia albergó, en el golfo de Finlandia, cerca de San Petersburgo. Aquella imagen parece hoy antiquísima.

La mayoría de los retratados ya se jubilaron y los que aún están en la brecha, como Merkel y Putin, no están para sonrisas cuando abordan la guerra en el Este de Ucrania.

Al llegar al poder en el año 2000, Putin definía a Rusia como un país europeo y animaba a Occidente a invertir y a aportar tecnología a cambio de materias primas y seguridad energética. Putin quería desplegar un sistema de defensa antimisiles común con Estados Unidos y los europeos y fue el primero en brindar ayuda a Washington tras el 11 de septiembre de 2001.

Pero la desconfianza acabó por imponerse. La negociación para suprimir los visados con la Unión Europea se eternizó, Bruselas dictó sus normas a la relación de Moscú con los viejos socios soviéticos y socialistas cuando éstos, reciclados como democracias, ingresaban en la UE. Además, los planes de EE UU para desplegar elementos de un escudo antimisiles en Polonia y Rumanía resultaron excluyentes y Putin interpretó las revoluciones populares en Georgia o Ucrania como precedentes, instigados desde EE UU, de lo que podía ocurrirle a él en Rusia.

Al principio el líder no objetaba a la ampliación de la UE, pero sí a la ampliación de la OTAN. Sus prevenciones ante la Alianza se reforzaron cuando ésta respondió negativamente a su sondeo sobre un posible ingreso de Rusia, que, a diferencia de los otros nuevos socios, quería entrar por la puerta grande. Con la aplicación de la política de asociación oriental de Bruselas, la ampliación de la UE se convirtió a ojos de Rusia en parte del mismo fenómeno hostil representado por el ensanchamiento de Alianza.

El sentimiento de “fortaleza acosada” de Moscú va en paralelo al miedo al “imperio en expansión” que sienten los vecinos de Rusia ante la política de Moscú en Abjazia, Osetia del Sur, el Transdniéster, y sobre todo en Crimea y en el Este de Ucrania. Putin se niega a revisar su rumbo en Ucrania y acusa a EE UU de intentar mantener su hegemonía mundial con ayuda de sus aliados europeos. Para redefinir las relaciones internacionales de forma más favorable para Rusia, el presidente echa un pulso a Occidente y lo mantiene. “La situación nunca será como antes, pero no sabemos si lograremos una nueva armonía o si vamos hacia una nueva guerra fría”, afirma Valeri Fadéiev, director del semanario Experty persona próxima al Kremlin. “Ucrania”, dice, “es parte de ese gran juego”. “Putin puede estar decepcionado o irritado, pero su política en Ucrania es la respuesta lógica a la presión militar estratégica de Occidente”, dice.

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“El Kremlin y el Estado mayor entienden que hay una nueva guerra estratégica con Rusia. La ampliación de la UE va en paralelo a la ampliación de la OTAN y nadie sabe hasta dónde llegará”, señala Fadéiev. “La línea de defensa estratégica de la URSS pasaba por la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y el mar Negro. La línea de defensa estratégica de Rusia pasa por Kaliningrado, Bielorrusia, el Trasdniéster y Crimea”, afirma. “Crimea es un tema cerrado y Rusia no la entregará”, añade.

Los conceptos de “acoso” y “expansión” dominan hoy las valoraciones de la relación entre Rusia y Occidente en detrimento de análisis más fríos sobre comportamientos, motivaciones y prioridades. Mientras tanto, Putin no tiene intención de aislarse. “El G-7 es un atavismo de la época en que las principales potencias occidentales controlaban el mundo, pero las cosas han cambiado”, dice Fadéiev refiriéndose a la votación de la ONU sobre el no reconocimiento al cambio de estatus de Crimea en marzo de 2014. Entonces, 100 países apoyaron a Ucrania, 58 se abstuvieron y 11 votaron en contra. En estas dos últimas categorías, está el 63% de la población mundial, subraya.

De cultivar la interdependencia con occidente como base de la de la seguridad, Putin ha pasado a fomentar otras alternativas como sus aliados de la Unión Económica Euroasiática, los países BRIC y en particular China. El líder no admite culpa alguna por el deterioro de sus relaciones con Europa, no se arrepiente de nada y hace tiempo que dijo no confiar en nadie. Putin rescata las tradiciones autóctonas, restringe de forma sistemática la influencia occidental en la política interior y amenaza con etiquetar como indeseable a quien cuestione el modelo patriarcal ruso y su concepto de patriotismo.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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