Los otros bebés apropiados de Argentina
Decenas de miles de argentinos fueron vendidos o robados al nacer antes, durante y después de la dictadura; ahora buscan sus orígenes
Al día siguiente de que la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, encontrara en agosto pasado, después de 36 años de búsqueda, a su nieto robado por la última dictadura militar de Argentina (1976-1983), esa ONG recibió un récord de consultas de otros argentinos que buscaban su verdadera identidad.
Unos 300 llamaron para hacerse la prueba del ADN y ver si eran hijos de desaparecidos sustraídos por el régimen. Muchos más que los 15 que suelen comunicarse en un día normal. Pero desde la recuperación del nieto de Carlotto solo dos casos más se han descubierto.
La realidad es que hay por lo menos decenas de miles de argentinos que buscan sus orígenes que no fueron víctimas de la dictadura, pero que también fueron apropiados al nacer, ya sea porque fueron entregados, vendidos o robados.
“Acá siempre se han apropiados de chicos ajenos, desde antes de la dictadura”, comenta Alejandro Inchaurregui, director del Registro de Personas Desaparecidas de la provincia de Buenos Aires, uno de los pocos organismos públicos que ayuda a quienes pretenden buscar su identidad.
“Sobre todo gente adinerada se apropió de los chicos de los pobres”, continúa el director del registro que se creó en 1999 para atender a los familiares de desaparecidos del régimen, pero que desde 2005, ante la demanda de los otros muchos que buscan sus orígenes, amplió sus funciones y atendió unos 2.600 de estos procesos. Unos 800 han sido resueltos.
En algunos casos investigados por la provincia de Buenos Aires, se trata de adopciones legales en que el adulto adoptado busca a su madre y el misterio se resuelve rápidamente con la consulta de expedientes. Pero muchos otros requieren una investigación especial porque son apropiaciones: niños inscriptos como propios cuando en realidad eran de otros, en la mayoría de casos con una compraventa de por medio.
Más allá del régimen
Dentro de este universo de apropiaciones están las madres biológicas que entregaron a sus hijos porque carecían de recursos para criarlos, porque habían sido violadas o porque eran adolescentes y ser madre a esa edad constituía una afrenta social décadas atrás.
Algunas recibieron dinero a cambio, pero la mayoría no. No todos los padres apropiadores pagaron por los bebés, pero la mayoría sí, según Inchaurregui.
A su vez hubo intermediarios, en general médicos, enfermeras o parteras, que en general cobraron por la venta y que incluso en ocasiones robaron los bebés, les dijeron a las madres que habían muerto al nacer y que no podían entregarles sus cuerpos.
Todo este comercio sigue vigente en las historias que se escuchan en provincias norteñas como Santiago del Estero o Misiones, pese a las leyes de los 70 y los 90 que facilitaron las adopciones, aunque tanto Inchaurregui como Patricia Peña, presidenta de la ONG Raíz Natal, una de las que trabaja en la búsqueda de identidad, opinan que la historia de los 500 bebés robados por la dictadura concienció más a los argentinos del delito de inscribir como propios hijos ajenos.
Todo este comercio sigue vigente en las historias que se escuchan en provincias norteñas
Peña se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo en 1999 para averiguar sus orígenes. Sabía que no había sido una bebé robada en la última dictadura porque había nacido mucho antes, en 1958, pero buscaba orientación.Siempre había sospechado que no era hija biológica de sus añosos padres, pese a que ellos siempre le dijeron que lo era. Cuando murieron, en 1991 y 1998, una sobrina segunda le contó la verdad. Y una nieta recuperada por Abuelas, Tatiana Sfilgoy, le comentó que muchos otros estaban en su misma situación y acabaron fundando los colectivos Quiénes Somos y Raíz Natal.
Desde 2001 hasta ahora, todos los días Peña recibe una media de cinco llamadas en su casa de personas que buscan sus identidades, unas 25.000 en total.
Peña llegó a averiguar que su madre era una adolescente de Mar del Plata que tuvo una relación con un médico treintañero. Ambos de clase media y que vino a Buenos Aires a parir y entregarla sin dinero de por medio a sus “padres de crianza”, como ella los llama. Nunca encontró a sus padres, pero ayudó a otros a hacerlo.
Tampoco halló su origen Soledad Madeira, que nació en 1978, pero sigue militando en Raíz Natal. Ella, morena, sospechaba que no era hija de sus padres, rubios. Cuando era adolescente le reconocieron que había sido comprada a una médica que acabó muriendo prófuga de la justicia, llamada Mabel Grosso.
En 1999, Soledad se acercó a Abuelas, se hizo el ADN y descartó que fuera hija de desaparecidos. “Por lo menos descartamos esa opción. Sí me encontré con gente que nació en la misma clínica”, explica Soledad. “Hallar a mi madre biológica no es algo que me desvele, no llegó el momento o quizá nunca la encuentre, pero es lindo encontrar otras historias en las que se recupera la identidad”, se reconforta mientras atiende a su bebé recién nacido.
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