“El peligro es que otros quieran ocupar el espacio de las FARC”
Óscar Naranjo, uno de los negociadores del Gobierno colombiano, habla sobre los pendientes en las negociaciones con las FARC
Buena parte de las grandes batallas contra capos de la droga y contra la guerrilla que ha librado Colombia en las últimas tres décadas se pueden rastrear en la carrera profesional de Óscar Naranjo, de 58 años. En esa especie de mapa de una violencia que fue salvaje, tuvo un papel clave para acabar con el jefe del cartel de Medellín, el narco Pablo Escobar, y para desmantelar el de Cali en los noventa. Detuvo a decenas de narcotraficantes, montó la oficina de inteligencia de la policía y, en 2008, fue uno de los líderes de la operación que descabezó y dejó malheridas a las FARC con la muerte de Raúl Reyes y, en 2010, del Mono Jojoy. Hace dos años se retiró de la policía y todo el mundo le sigue llamando general a Naranjo.
La Colombia de la que Naranjo es hoy ministro asesor para el Posconflicto es muy distinta. Aunque dividida, está embarcada en un proceso para zanjar el conflicto de cinco décadas que ha causado 220.000 muertos y millones de desplazados. Naranjo es también uno de los negociadores del Gobierno de Juan Manuel Santos con las FARC. Su cargo mira al futuro, al día después de que se firme -si al final ocurre- el pacto con la guerrilla. "Hay tareas que el Gobierno estima que deben empezar con o sin acuerdo", explica Naranjo en Madrid, donde participó en un foro sobre la paz organizado por EL PAÍS el lunes. "Por ejemplo, el catastro. Solo un 21% de los predios rurales están registrados. Hay que llevar más seguridad y justicia a los territorios, sobre todo a los 200 municipios que han estado viviendo con mucha intensidad el conflicto, algo que ha impedido que el Estado llegue allí de manera integral", comenta.
Sabe que tienen que actuar deprisa. "A la firma de los acuerdos se pondrá en marcha el llamado plan de respuesta rápida de los 12 primeros meses. Lo que no hagamos en el primer año puede deslegitimar el acuerdo. Los campesinos y toda la sociedad deben empezar a recibir el impacto de haber firmado la paz y recibir sus dividendos. Ese plan incluye seguridad, justicia, organización comunitaria e identificación de proyectos específicos de asistencia a esas comunidades".
La misión es gigantesca y compleja. El mayor peligro reside en "organizaciones criminales que quieran llenar el espacio que abandonan las FARC". El general retirado explica que "esa es una historia que se ha repetido en Colombia. La más reciente fue cuando se produjo la desmovilización paramilitar [2006, con el expresidente Álvaro Uribe]. El espacio lo llenaron las bandas criminales [Bacrim]. Somos conscientes de ese riesgo, y tenemos el deber de dar garantías plenas de seguridad no solo a los desmovilizados, sino también a la población general".
Lo deseable es que todos quepamos dentro de la paz. Este es un proyecto de nación y no de un Gobierno o de un presidente"
Tampoco está claro que todos en las FARC vayan a dejar las armas y los negocios ilícitos que controlan algunos grupos. Naranjo dice querer confiar en "la evidencia que están demostrando las FARC de que tienen mando y control sobre sus estructuras", pero explica que, en el trabajo de análisis de otros procesos de paz —"hemos recopilado información de al menos 37", dice—, "entre el 10% y el 18% de los que militaban en esas organizaciones se quedan al margen" de los acuerdos.
El diálogo con las FARC ha dividido a la sociedad colombiana. "Lo deseable es que todos quepamos dentro de la paz. Este es un proyecto de nación y no de un Gobierno o de un presidente", afirma Naranjo, que trabajó a las órdenes del expresidente Álvaro Uribe, y de Santos cuando era ministro de Defensa del primero y ahora como presidente. "Tengo admiración y respeto por quienes fueron mis jefes, y quisiera que la oposición a la negociación que lidera Uribe se fuera acercando al proceso, con sus críticas", dice.
De esa época en la que él era policía y el crimen organizado atenazaba al Estado, Naranjo recuerda que "los ciudadanos fueron muy generosos con el que presentaba resultados y daba demostraciones inequívocas de integridad". En cierto modo, comenta, "lo que estamos haciendo ahora es la extensión de lo que hicimos en el pasado, cuando entendimos que aplicar la seguridad y justicia era la manera de crear las condiciones para una salida política al conflicto". Ahora, en este proceso de negociación, "yo siento que la gratitud todavía no aflora porque estamos en la coyuntura que quiere marcar el fin del conflicto, y hay legítimamente opiniones que no creen o desconfían del proceso, y ahí uno se siente un poco en solitario. Pero, cuando uno lee la historia de quienes han estado construyendo la paz, ve que hay incomprensión al principio y al final la satisfacción de haber dado un paso hacia adelante".
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