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En la lista del dictador

Abelardo Basdén es uno de los artistas en la relación recién descubierta de repudiados por el régimen militar argentino

Alejandro Rebossio
Abelardo Basden, con diez años, en la gira del circo por Argentina en 1978.
Abelardo Basden, con diez años, en la gira del circo por Argentina en 1978.

En el sótano del edificio Cóndor, sede de la Fuerza Aérea de Argentina, había ratas. Las autoridades ordenaron fumigarlas y pidieron a las diversas oficinas del inmueble que retiraran de allí todas sus pertenencias. Pero se quedó un baúl cerrado con un candado. Los empleados de limpieza decidieron abrirlo hace 10 días. Se toparon con unas 1.500 carpetas de documentos que el Departamento de Historia del Ejército del Aire determinó a primera vista que eran archivos de la dictadura militar que asoló Argentina en 1976 y 1983 y que no se podían destruir. Comunicaron el hallazgo al jefe de la fuerza, Mario Callejo, que lo transmitió —esto es novedoso— a las autoridades civiles del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

Así es como se encontró el mayor archivo de documentos del régimen, ordenados temática y cronológicamente. En el baúl había 280 actas originales de la Junta Militar (órgano de Gobierno), en las que se debate, por ejemplo, el modo en que se referirán a los 30.000 desaparecidos. Personas “con presunción de fallecimiento” o “con averiguación de paradero” fueron los términos usados antes de que en 1983, en el último documento del régimen, se dijera que los desaparecidos estaban muertos. En el baúl había además archivos de la Comisión Asesora Legislativa (CAL, que reemplazó al Congreso), un plan económico aportado por la Asociación de Bancos Argentinos, que ratifica la colaboración civil con la dictadura, y listas negras con más de trescientos artistas, periodistas e intelectuales.

“Registra antecedentes ideológicos marxistas que hacen aconsejable su no ingreso y/o permanencia en la Administración pública. No se le proporcione colaboración”. Así se categorizaba, bajo el rótulo de Fórmula 4, el más grave, a quienes no debían ser contratados por el Estado, que en aquel entonces poseía todos los canales de televisión y diversas radios. Los personajes considerados como Fórmula 1 eran los que carecían de “antecedentes ideológicos marxistas”. Los de la Fórmula 3 ya tenían “algunos antecedentes ideológicos marxistas, pero no suficientes como para que se constituyan en un elemento insalvable para su nombramiento, promoción, otorgamiento de beca...”.

El Ministerio de Defensa, que anunció el hallazgo el pasado lunes, difundió el jueves tres listas negras de 1979, 1980 y 1982. En otras relaciones aún no reveladas aparece Joan Manuel Serrat, según cuenta la encargada de revisar el material, la directora de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa, Stella Segado. Serrat era considerado “no conveniente” porque había “escrito una canción a Montoneros”, la guerrilla peronista. El tema era La montonera y comenzaba diciendo que “con esas manos de quererte tanto pintaba en las paredes Luche y Vuelve”, en referencia al expresidente Juan Domingo Perón, exiliado entre 1955 y 1973.

“No entiendo el alboroto por estas listas”, dice Serrat. “Antes de aparecer en ellas, esta gente fue amenazada, perseguida, sus familiares fueron encarcelados, torturados y asesinados. La mayoría tuvo que irse del país y los de fuera no podíamos ir. Yo no quería ir, por solidaridad, pero tampoco podía. Estoy encantado de estar entre los no deseables de estos criminales. La pena es la generación perdida que tuvimos”, lamenta el cantautor catalán.

300 indeseables

En las tres listas difundidas este jueves por el Ministerio de Defensa de Argentina aparecen más de 300 personas que sostenían ideas políticas progresistas o de izquierdas que fueron expresadas en sus obras, en su trabajo y, en algunos casos, en una militancia partidaria incluso en años anteriores al golpe de Estado de 1976:

  • Actores: Norma Aleandro, que protagonizó la película argentina ganadora del Oscar La historia oficial; Héctor Alterio, que actuó en La historia oficial; Norman Briski, que participó de Elisa vida mía; Luis Brandoni, que recientemente fue candidato a senador por la oposición en Argentina; Nacha Guevara, que interpretó a Eva Perón en un afamado musical; Emilio Alfaro que actuó en Los jóvenes viejos.
  • Cineastas: Fernando Pino Solanas, director de Sur y La nube, acaba de ser elegido senador por la oposición; Leonardo Favio, autor de culto por películas como El romance del Aniceto; Octavio Getino, oriundo de León y fundador del Grupo Cine Liberación.
  • Músicos: Los tangueros Osvaldo Pugliese y Atilio Stampone; los folkloristas Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, considerada unas de las principales voces de Latinoamérica; Horacio Guarany, autor de la canción Si se calla el cantor; Antonio Tejada Gómez y César Isella, compositores de Canción con todos; Jaime Dávalos, otro renovador del cancionero popular argentino; Hamlet Lima Quintana, el productor Julio Mahárbiz; el cantautor Víctor Heredia, autor de Sobreviviendo; la rockera Marilina Ross, una de las pocas representantes de su género que estaban prohibidas; el pianista Miguel Ángel Estrella.
  • Escritores: Julio Cortázar, autor de Rayuela y otros clásicos; María Elena Walsh, creadora de clásicos infantiles; el uruguayo Eduardo Galeano, famoso por Las venas abiertas de América Latina; Tomás Eloy Martínez, autor de Santa Evita y El vuelo de la reina; el poeta Juan Gelman, premio Cervantes; Abelardo Castillo, premiado por cuentos como Las otras puertas; Griselda Gambaro, autora de Ganarse la muerte, considerada por el régimen "contraria a la institución familia y al orden social".
  • Periodistas: Osvaldo Bayer, que escribió el libro La Patagonia rebelde; el desaparecido Paco Urondo, autor de La patria fusilada, Jacobo Timerman, el secuestrado director del periódico La Opinión; Rogelio García Lupo, cofundador de la agencia de noticias cubana Prensa Latina; Hugo Gambini.
  • Dramaturgos: Roberto Cossa, autor de obras como Yepeto y Tute cabrero; Osvaldo Dragún, que con Cossa fue uno de los promotores del movimiento Teatro Abierto; Carlos Gorostiza, otro integrante de ese colectivo y autor de Los cuartos oscuros; Hugo Midón.
  • Intelectuales: Eva Giberti, psicóloga y encargada del programa argentino de violencia contra las mujeres; el italiano Gino Germani, que fundó la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires; el sociólogo Juan Carlos Portantiero; el crítico literario Noé Jitrik.

En las listas ya publicadas figuran otros artistas españoles, los del Circo de los Muchachos, grupo que creó el ya fallecido sacerdote gallego Jesús Silva en 1956 para integrar a niños y jóvenes en situación de riesgo social. Comunista cristiano, pero tolerado por el franquismo, Silva y su elenco sufrieron el acoso de la dictadura de Jorge Videla en una gira en 1978. Así lo recuerda su sobrino político Abelardo Basden, que a sus 10 años participó de aquel viaje. “Nuestro espectáculo llevaba un mensaje político y social. Se llamaba Revolución Circus. Ya la palabra revolución era un desafío”, cuenta Basden, que se dedica a la música en Ourense. “Pero las autoridades no tenían idea del espectáculo. Al principio hubo buena relación con ellas, pero a los 15 días se desató el mal rollo, empezamos a ser vigilados, había militares en las funciones, nos seguían coches por las calles, nos pedían muchos permisos para instalar la carpa, el padre Silva fue detenido e interrogado en La Plata”, relata Basden. Incluso la dictadura de Videla escribió una carta a la del chileno Augusto Pinochet (1973-1990) advirtiéndole de que eran “comunistas con relación con movimientos terroristas”.

El espectáculo comenzaba con una canción que decía que “la vida es hermosa, más brillante que el sol” y entonces el niño Basden irrumpía sentado encima de una silla entre el público cantando: “¡Mentira, mentira! El mundo está lleno de injusticia, lleno de ilusiones carcomidas por las garras frías del rencor”. Eso no cayó bien en el régimen y entonces los militares pidieron a Silva que lo cambiara. Tampoco les gustaba que al final se anunciara una torre humana en la que los “fuertes iban abajo, los débiles arriba” y los niños, en lo más alto, pedían “justicia para tanta gente que sobrevive en medio de la explotación”. Silva se negó a hacer modificaciones con el argumento de que cambiaba el sentido de la obra.

Así fue que un día el joven Abelardo gritó “¡mentira, mentira!” y entonces un uniformado le puso una suave mano en el hombro y lo sentó. “Primero estaba sorprendido”, cuenta Basden. Entonces se dio cuenta de que en la primera fila solo había militares. “Sentí impotencia, empecé a cantar desde el suelo”, recuerda el músico. “Se acabó el espectáculo”, le dijo el de la mano en la clavícula. El niño miró los rostros aterrorizados del público y entonces sintió pánico, pero siguió cantando mientras lagrimeaba. Los espectadores comenzaron a gritar. La obra se interrumpió y el director y Silva salieron al escenario para hablar con los militares. Finalmente, el espectáculo se reanudó y aquel día se hicieron tres funciones más. Otro día se desmoronó una tribuna, no hubo heridos, y artistas y público sospecharon que había sido un accidente planificado.

El circo viajó después a Bahía Blanca (690 kilómetros al sur de Buenos Aires). Dormían en un albergue de la Iglesia cuando los hombres con borceguíes los despertaron quitándoles los colchones. Varios camiones los esperaban fuera. Justo ese día estaban los reyes Juan Carlos y Sofía en la ciudad. Silva tuvo que correr más rápido que los diplomáticos españoles para llegar hasta ellos y pedirles protección. Entonces los camiones militares se marcharon. A los pocos días, en Mar del Plata, el cura recibió la orden de marcharse en 24 horas de Argentina y en plena función, a medida que cada artista acababa su número, se subía a los autobuses que los llevaron a Brasil.

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