¿Está listo México para su próximo gran huracán, inundación o terremoto?
Oscar Ishizawa, experto en manejo del riesgo de desastres del Banco Mundial, explica cómo mitigar sus efectos y cómo debe prepararse el país para futuras catástrofes
Ya es historia conocida: las pérdidas humanas y materiales ocasionadas por las tormentas Ingrid y Manuel son cuantiosas. Esas vidas truncadas que podrían haber concluido estudios, hacer una carrera, seguir trabajando y contribuyendo a la sociedad. A eso hay que incluir, combinado con otros factores, la caída de las expectativas de crecimiento del país. Tras el temporal la Secretaría de Hacienda y Crédito Público de México ajustó sus previsiones de crecimiento económico del 1,8% al 1,7% para 2013. El Banco Mundial calcula que el costo de adaptación de América Latina a temperaturas superiores a los 2 grados ascenderá a unos $20.000 millones anuales para el 2050. Oscar Ishizawa, experto en manejo del riesgo de desastres del organismo, explica cómo mitigar los efectos de este tipo de fenómenos y cómo debe prepararse el país para futuras catástrofes.
Pregunta: ¿Estas últimas inundaciones en México están relacionadas con efectos del cambio climático?
Respuesta: Es difícil explicar las consecuencias de estos eventos únicamente a partir de cambios en intensidad y frecuencia de los fenómenos naturales, como los huracanes y tormentas tropicales. Creo que gran parte del problema está vinculado a los procesos de uso y ocupación del territorio y actividades económicas que generan condiciones de alta vulnerabilidad.
P. Dos fenómenos meteorológicos simultáneos provocan decenas de muertes y pérdidas millonarias. ¿Una coincidencia desafortunada o cabe más preparación?
R. Las pérdidas millonarias y las decenas de muertos que provocaron las inundaciones causadas por el paso y encuentro de estas dos tormentas tropicales, algo que no ocurría en 50 años, revelan principalmente dos grandes problemas en México:
Primero, la falta de planificación territorial y urbana que favorece el asentamiento de poblaciones en zonas de alto peligro por inundaciones y deslizamientos que deberían ser designadas como zonas no-habitables; y segundo, la ausencia de programas de mantenimiento y reducción de riesgos que se traduce en el muy mal estado en que se encuentra mucha de la infraestructura pública, en particular la de carreteras, caminos y puentes, que se ve altamente afectada durante fenómenos de esta naturaleza. A esto se suma la falta de medidas adecuadas de preparación ante desastres que se destinan a proteger a la población, como son la instalación de sistemas de alerta temprana ante inundaciones y deslizamientos, y los programas de educación en prevención y preparación ante desastres que permiten a la población actuar de manera organizada en este tipo de eventos.
P. Más del 80% de latinoamericanos viven en ciudades, ¿es entonces este tipo de catástrofes difícil de evitar?
R. La concentración de la población en zonas urbanas es un gran reto en términos de gestión del riesgo de desastres. Sin embargo, esta no es una condición per se para que ocurran catástrofes de este tipo. La falta de planificación urbana y aplicación de normas de construcción y uso del suelo en zonas urbanas pueden ser factores detonadores y construir vulnerabilidad que se traducen en eventos como el que ocurrió en México, en desastres de gran magnitud.
P. ¿Cómo debería prepararse un país para afrontar una catástrofe de estas dimensiones?
R. Los desastres naturales constituyen una fuente significativa de riesgo fiscal en países altamente expuestos a catástrofes naturales, como México, generando así deudas de considerable magnitud para los gobiernos. La ausencia de mecanismos eficientes de preparación y atención de emergencias y de una adecuada planeación financiera para hacer frente a los desastres puede crear dificultades y demoras en la respuesta, lo que podría agravar las consecuencias en términos de pérdidas humanas y económicas.
Para prepararse a este tipo de eventos es indispensable que un país conozca los peligros y riesgos que se pueden presentar en su territorio. Este conocimiento va a permitir a un país estructurar el marco de políticas y normas, y las acciones y medidas de inversión necesarias tanto transversalmente a nivel sectorial, como territorial, para gestionar el riesgo de desastres. Estas acciones no tienen que ser vistas únicamente como de prevención, preparación y respuesta ante un desastre sino que integralmente en el marco de las políticas de planificación del desarrollo.
P. ¿Cuenta México con los recursos para lidiar técnica y financieramente con este tipo de catástrofe?
R. México cuenta con una estrategia de financiamiento del riesgo de desastres estructurada en base al Fondo de Desastres Naturales. Dentro de esta estrategia, se cuenta con diversos instrumentos financieros que permiten disponer con recursos para responder a la emergencia de un desastre, financiar la rápida rehabilitación y el proceso de reconstrucción. El Banco Mundial apoya estos procesos a través de servicios de conocimiento y financieros, con respaldo de su amplia experiencia global. Se trata de incluir la gestión del riesgo de desastres como base de las políticas de desarrollo, de tal manera que aseguren sostenibilidad en el crecimiento y brinden seguridad tanto a las poblaciones, como a las actividades económicas.
P. La comunidad científica ha advertido sobre las posibles consecuencias del calentamiento global. ¿Veremos más desastres como este en el futuro?
R. Los desastres por fenómenos naturales están íntimamente ligados a debilidades y vacíos en la planificación del desarrollo de un país. Mientras las políticas de ordenamiento del territorio y uso del suelo sean deficientes, y se sigan multiplicando los asentamientos en zonas de alta peligrosidad, mientras se siga construyendo infraestructura pública y vivienda sin tomar en cuenta normas de construcción mínimas, construyendo así más vulnerabilidad, se verán más desastres en el futuro.
Isabelle Schaefer es Productora Online del Banco Mundial.
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