Obama busca como legado la modernización del país
Al presidente le corresponde ejecutar los cambios sociales, demográficos y económicos de la opinión pública estadounidense
Barack Obama inició este domingo formalmente su segundo mandato tras prestar juramento ante el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, en una ceremonia privada en la Casa Blanca. Empieza, por tanto, el periodo en el que el primer presidente afroamericano de Estados Unidos deberá construir su legado, basado en un ambicioso programa de transformaciones sociales y económicas para la modernización de este país.
La ceremonia será repetida el lunes ante 800.000 personas en las escalinatas del Capitolio, lo que recuerda hasta qué punto la política es espectáculo de masas. Esta es una jornada, esencialmente, de celebración. En las calles de Washington había ayer una mayoría de negros porque, coincidiendo, además, con el día de Martin Luther King, esta es una gran fiesta para esa comunidad, que se pregunta cuándo tendrán otra oportunidad de ver a alguien de su raza en ese codiciado podio. Todo el país puede celebrar también el hecho de que esta es la 57 toma de posesión de forma ininterrumpida, es decir, dos siglos y medio de democracia sin paréntesis.
Pero las urgencias de la vida cotidiana suelen dejar en segundo plano esos hitos históricos. Estados Unidos eligió en noviembre a Obama como presidente para que resolviese los problemas que hoy tiene el país y lo equipase adecuadamente para el futuro, y eso es lo que Obama tratará de hacer para pasar a la historia como uno de los grandes.
Estados Unidos ha cambiado mucho en los últimos cuatro años, no tanto por la capacidad resolutiva de Obama, sino por la fuerza de la demografía y del impulso renovador consustancial en el ser humano. El país es hoy más diverso, más abierto y más progresista. Hispanos y asiáticos han ganado posiciones en la política y en la economía. Las mujeres han acelerado su avance hacia la igualdad. Como demuestran las encuestas, los norteamericanos son hoy mucho más receptivos al control de las armas de fuego, al respeto a los derechos de los homosexuales, al esfuerzo para controlar el cambio climático, al entendimiento pacífico con otras naciones. Al mismo tiempo, se ha reducido la influencia política de los hombres blancos y, con ello, ha descendido el apoyo a la pena de muerte o a la discriminación racial, ha bajado el número de personas afiliadas a iglesias organizadas y el apoyo al uso de la fuerza en la política exterior. La ambición por el éxito y el dinero, parte indivisible del carácter estadounidense, está ahora mucho matizada por la criminalización generalizada de las grandes fortunas y de los métodos inmisericordes de obtener el triunfo.
Le corresponde a Obama trasladar ese estado de la opinión pública a propuestas precisas para la modernización del país. Una está ya en marcha, la de la prohibición de las armas de guerra y el control de la venta de todas las demás, en un esfuerzo de encaminar poco a poco a esta nación, que posee la mitad de todas las armas privadas del mundo, hacia una cierta normalización.
EE UU ha cambiado mucho en los últimos cuatro años, no tanto por la capacidad resolutiva de Obama, sino por la fuerza de la demografía y del impulso renovador consustancial en el ser humano
El resto de la agenda de este segundo mandato, probablemente, será presentado el 12 de febrero en el discurso de Obama ante el Congreso sobre el estado de la Unión. La que más inminente parece es la reforma migratoria. La Casa Blanca y los demócratas quieren una ley global que incluya la legalización de los, aproximadamente, 11 millones de inmigrantes sin papeles y resuelva, al mismo tiempo, los problemas de seguridad fronteriza y otros que presenta el actual sistema migratorio. Los republicanos pretenden dividir esa iniciativa en varias leyes, de forma que se deje la legalización de los indocumentados para el final o para nunca.
La modernización de EE UU exige también de forma urgente una reforma energética. Este año se ha extraído aquí más petróleo que en ninguno de las últimas tres décadas. Se calcula que en 20 años más, este país no necesitará del petróleo de Oriente Próximo para mantener su desarrollo. Debería esta esa ser la situación idónea para que se plantee una inclusión gradual y económicamente asumible de las energías alternativas, puesto que EE UU es también el responsable de cerca del 20% de las emisiones de CO2 en todo el mundo, y Obama ha anticipado que este es el momento de reducir la dependencia de los combustibles fósiles.
Todos estos cambios están, por supuesto, vinculados a las posibilidades económicas y al presupuesto. Y éste último es una cuestión de prioridades. Aprovechando que ha acabado la guerra de Irak y que está a punto de concluir también la de Afganistán, Obama pretende reducir por primera vez desde hace 40 años el presupuesto militar. Para eso quiero situar al frente del Pentágono a un republicano y a un veterano de guerra, Chuck Hagel, que tendrá la difícil misión de convencer a los militares de que gasten menos.
Para la oposición republicana, la prioridad económica es la reducción del déficit público. Obama comparte la necesidad iniciar la línea descendente en esa materia, pero con la prudencia suficiente como para no poner en peligro el crecimiento.
Estabilidad económica, medio ambiente, ley migratoria y control de armas sería, junto a la reforma sanitaria y la creación de un nuevo clima de cooperación internacional, un gran balance del que hablar dentro de cuatro. Pero serán cuatro largos años.
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