Temerosos del 'escrache' público
El poder y sus adictos señalan a la prensa crítica con linchamientos mediáticos de corte cuasi fascista
En la Argentina no hay censura pero la profesión de periodista está seriamente amenazada. Periodista que se atenga a los códigos y reglas del periodismo, que tenga acceso a fuentes del Gobierno, que participe de ruedas de prensa, que pueda preguntar con libertad sobre los aspectos más delicados de la gestión oficial sin ser descalificado.
Periodista que no deba temer al “escrache” público, una metodología cuasi fascista, con la que el poder y sus adictos expresan su ira contra los informadores que se resisten a subordinar su trabajo a los parámetros oficiales, como ha ocurrido aquí. Los “escraches” son procedimientos dramatúrgicos montados en las calles por militantes que levantan pancartas con los rostros de los periodistas críticos con el Gobierno, quienes también son lapidados (en el sentido virtual, claro está) en los programas que el oficialismo financia en la televisión estatal o privada.
El dilema es entre la información y la propaganda, ésta oculta en lo que se ha dado llamar “periodismo militante”, una fórmula que desde el comienzo evade cualquier escrutinio sobre la verdad y la calidad de la información y es reemplazada por una posición absolutamente favorable a Cristina Kirchner.
Este nuevo período de Gobierno abre una expectativa de cambio. Tengo pocas esperanzas, pero espero fervientemente una gran sorpresa, contra toda evidencia.
Ricardo Kirschbaum es editor general del diario Clarín
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