Paul Auster y el misterio insoportable
Se muere un autor y recuerdas sus libros, los momentos de lectura cuando eras más joven, los ratos pasados en su compañía sin conocerle, pero con una complicidad en el asombro ante el mundo
Habrán visto estos días noticias con fotos sobrecogedoras del espacio interestelar. En una sola imagen se veían 50.000 galaxias. Apostaría que incluso allá lejos, en una constelación muy lejana, también están pendientes de Taylor Swift. En estas informaciones se subraya, una vez más, aunque siempre seguimos como si nada, que el 95% del universo es materia y energía oscura, no sabemos lo que es. Podría ser incluso ultraderecha, o inmigrantes. Del mismo modo, en el extremo opuesto, el mundo virtual e intangible de internet, hay estudios que apuntan que casi la mitad es lo que llaman internet muerto. Es decir, no es humano, sino producido por máquinas, por granjas de bots majaras, por algoritmos de inventiva descontrolada. Estímulos robóticos provocan respuestas automatizadas, y en medio estamos nosotros, peleándonos unos contra otros sin saber si estás discutiendo con un señor de Albacete o una de las cien identidades de un adolescente bielorruso subcontratado por fondos de inversión de composición desconocida. En medio de esta incertidumbre que se nos hace intolerable encima no sé si mi viejo coche pasará la ITV, todos los años con esta tensión. Nada es lo que parece, y hasta el novio de Ayuso de repente se sustancia, se nos aparece en un juzgado, y resulta que no se parece nada al que creíamos conocer por las pocas fotos disponibles. Parecía otra persona, un tipo pagado para despistar a los fotógrafos, o hasta un ex, que nunca jamás se habrá encontrado con ella, en el microcosmos de Madrid.
En esta confusión se muere Paul Auster, un amante del misterio, de la vida tal como es, así de inasible, azarosa y con un sentido enigmático que siempre estamos tratando de descifrar, muriendo en el intento. Se muere Paul Auster y recuerdas sus libros, los momentos de lectura cuando eras más joven, los ratos pasados en su compañía sin conocerle, pero con una complicidad en el asombro ante el mundo. Decía Cortázar que dejas de leer a un autor como dejas de ver a un amigo, y busque algún libro suyo en las estanterías de casa, siempre desordenadas por una cierta tendencia al caos que supongo que tiene relación con todo esto. Encontré uno, lo abrí y tenía dos frases en la primera página. Una era una cita de Heráclito, puesta por el autor: “Si buscas la verdad, prepárate para lo inesperado, pues es difícil de encontrar y sorprendente cuando la encuentras”. Debajo, había otra estaba escrita con boli por un amigo mío, que me regaló el libro, y con el que, casualidad, hablé por teléfono el día anterior, aunque en los últimos años casi no nos hemos visto. Escribió hace muchos años debajo de la cita, sobre la verdad: “Seguro que la encuentras”. Pero aquí sigo, sin enterarme de nada, algo embarazoso para alguien que se dedica a lo que yo me dedico. Luego leí al azar algunas páginas, y me seguían diciendo cosas, de eso que te quedas de pie un rato absorto con el libro en la mano. Me sobresalté un poco, me di cuenta de que era la primera vez que leía a Paul Auster estando él muerto, y era como si me siguiera hablando a pesar de todo, de este ligero inconveniente que es protagonizar un funeral. Pero oía su voz, sentía su cercanía, exactamente igual que cuando estaba vivo, como si siguiera por ahí. Tal vez en ese 95% misterioso de la realidad. Aquí, en este 5%, creo que incluso del 95% no tenemos ni idea o puede ser fake. Pero es fascinante cuánta gente hay que lo tiene todo clarísimo. No sé cuánto porcentaje de misterio podemos tolerar, por lo visto, poquísimo, y no deja de ser gracioso porque es de lo que está hecha la vida.
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