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Trabajar cansa
Columna
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El verdadero gran reemplazo está en los pisos

La derecha clama contra oleadas de extranjeros que nos invaden, pero no dicen ni pío de los millonarios y fondos de inversión de otros países que están echando a los españoles de las grandes ciudades

Vivienda
Carteles de protesta contra el turismo masivo, los desahucios y los pisos turísticos en el barrio de El Pópulo, en Cádiz.PACO PUENTES
Íñigo Domínguez

La extrema derecha es tendencia en Europa, qué duda cabe, y como soy muy influenciable casi me apuntaría, pero es que veo a esos partidos muy despistados con el gran reemplazo, algo con lo que yo también estoy preocupadísimo. El problema es que no lo vemos igual. Deben centrarse un poco y no dejarse engañar por las apariencias, porque luego confunden a sus votantes. Ya habrán oído clamar a estas formaciones, y también a la derecha, contra oleadas de extranjeros que nos invaden. Señalan a gente corriente que viene a trabajar, tener un techo, pagar impuestos (y nuestras pensiones), a ser un ciudadano más. Pero no veo que reemplacen a nadie, más bien viven y trabajan donde los demás no quieren. Lo auténticamente español sería manifestarse para que subieran el sueldo de los camareros, por ejemplo. En resumen, ven peligro en los más pobres, que suele ser la gente menos peligrosa que hay. Les dan miedo los que más miedo tienen y menos miedo dan. Es incomprensible, y malísimo para el estrés, solo hay que ver lo tensos que están siempre estos líderes ultras. Además, vuelven loca a la gente: el tipo que ha disparado al presidente eslovaco pedía crear milicias armadas para proteger a los europeos de la llegada de miles de migrantes.

Lo curioso es que estos partidos, siendo tan perspicaces, no dicen ni pío del auténtico gran reemplazo, a la vista de todos en el centro de las ciudades, no oculto en el extrarradio: el de millonarios y fondos de inversión de otros países que se están comprando los pisos de las capitales y nos echan de ellas, y ni trabajan ni pagan impuestos aquí, viven donde todos querríamos vivir y les hacen la ola las autoridades. Muchas veces es para alquilar estas viviendas a turistas, con multinacionales que apenas tributan aquí. No veo manifestaciones con banderas españolas en barrios ricos, acomodados y de derechas, donde los españoles empiezan a ser minoría y están siendo desplazados literalmente, no imaginariamente.

Todo esto me confunde, porque entonces el problema no parece ser que llegue un extranjero, sino el dinero que tiene, y quién se forra aquí con ello. Si eres un racista de verdad te tienes que sentir estafado, o todos o ninguno. Es para plantearse si eres un xenófobo como Dios manda, porque a ver si unos extranjeros te parecen bien y otros no. A ver si simplemente estás con los que mandan, y con los que hacen negocios sin importarles la patria, la tradición y los valores. Yo creo que un facha serio tiene que estar contra todos, sin discriminar, porque la identidad es la identidad, y solo hay que ver cómo se están quedando sin personalidad nuestras ciudades.

Yo vivo en el centro de Madrid, somos cada vez menos. En los dos edificios de enfrente ya solo quedan cuatro viviendas de vecinos, los han ido echando para convertirlas en pisos turísticos. En una de ellas vive una anciana con unas goteras que cada vez que llueve se le inunda la casa, pero no se lo reparan a ver si se va. Los demás están acojonados esperando el fin del contrato, porque les subirán tropecientos euros y tendrán que irse, pero no del edificio, sino del municipio. Con un sueldo medio ya no puedes vivir de alquiler en Madrid ni Barcelona. Cerró la frutería y ahora es una peluquería canina. Cerró una tienda de música y quieren poner un hotel de cápsulas estilo japonés, de esos donde duermes en un tubo. Ya solo abren tiendas de empanadillas argentinas o bubble tea chino. Nos echan y nos reemplazan. Si aún queda una ultraderecha seria, hagan algo para parar esto y olvídense de los pobres diablos. ¿Dónde está Desokupa cuando uno lo necesita?

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.
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