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Trabajar cansa
Columna
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Sobre la crisis de la empanadilla

Llevo dos semanas esperando a ver si alguien dice algo, una idea, una propuesta, una reflexión, y nada. No se pueden plantear debates que abren un boquete en nuestra vida diaria y que caigan en el vacío

Inmigrantes Almeria
Trabajadores inmigrantes recogen tomates en Almería este 5 de abril.Pablo Miranzo (Anadolu/ Getty Images)
Íñigo Domínguez

Llevo dos semanas esperando a ver si alguien dice algo, una idea, una propuesta, una reflexión, y nada. No se pueden plantear debates que abren un boquete en nuestra vida diaria, un vértigo existencial repentino, y que caigan en el vacío, dejando aún más huérfanos y desorientados a los ciudadanos sobre su futuro. Luego las jóvenes generaciones desarrollan pavor al porvenir, se deprimen, se autolesionan, no es para menos. Fue el 30 de abril y el titular era este: “La crisis de la empanadilla: por qué las obleas de masa han desaparecido de los supermercados”. Es verdad que pudo llegar a ser eclipsado por otro del mismo día, sobre un informe del Banco de España (“España necesitará 24 millones de trabajadores inmigrantes hasta 2053 para sostener las pensiones”), pero ¿se pueden creer que nadie ha dicho nada ni siquiera del primero? Si se preguntan cuál me interesó más, cuál pinché, por supuesto fue el de la empanadilla, el otro se me hacía demasiado apocalíptico, inabarcable, pero no me digan que los partidos políticos no podían haber dicho algo al menos de las empanadillas, un tema más asequible. Pues ni palabra.

Tenía esperanzas en la campaña electoral catalana, cuando cada partido explica sus soluciones a nuestros problemas. Además, Cataluña se caracteriza precisamente en los últimos años por debatir, y con mucha pasión, sobre dilemas reales, muy de la calle, y qué hay más cotidiano que la empanadilla. Pasar de la empanada a la empanadilla me parecía de lo más natural. Pero tampoco. Feijóo incluso evitó el tema, prefirió hablar de inmigración: “Pido el voto a aquellos que están a favor de la inmigración legal, pero también a los que no admiten que la inmigración ilegal se deje en nuestras casas, ocupando nuestros domicilios y nosotros no pudiendo entrar en nuestras propiedades”. Ya, si yo me hago cargo, pero la empanadilla qué. Es tramposo eludir las cuestiones complejas y lanzarse sobre temas manidos, como la inmigración. El informe ese del Banco de España explicaba que se tendrían que crear 800.000 puestos de trabajo al año para acoger a esos 24 millones de inmigrantes que necesitamos -nosotros y las empresas-, y tampoco vale cualquiera, pues se requerirá mano de obra con formación, y habría que invertir en educación e integración de esos inmigrantes y sus hijos, nuevos españoles que nos salvarán. Pero este Gobierno tan preocupado de abrir debates y los partidos políticos se supone que están en ello, ya nos irán contando. Vox, en concreto, tiene recetas muy claras al respecto.

Me pasó lo mismo la semana anterior con otro informe del Banco de España del 23 de abril, de titular alarmante: “El Banco de España calcula que faltan 600.000 viviendas hasta 2025 para equilibrar el mercado inmobiliario”. Decía cosas terribles pero que, a fin de cuentas, ya sabemos todos: el acceso a la vivienda se ha agravado estos años porque los alquileres crecen más que los salarios. Un 76% de los inquilinos no puede permitirse comprar un piso y cuatro de cada 10 está en riesgo de pobreza, el mayor porcentaje de la UE.

En fin, alguien tendría que dar un toque al Banco de España, y a los expertos en general, para que dejen de asustarnos con cosas que no van a ninguna parte. Precisamente yo esa semana andaba absorto con dilemas más acuciantes, como que la penetración está perdiendo puntos (las nuevas generaciones están superando el coitocentrismo), o la forma correcta de cortar una sandía, porque se acerca el verano e imagínate, tú ahí con la sandía, sin saber qué hacer, buscando soluciones de última hora en el móvil como un tonto.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.
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