Cacofonías periodísticas
Quizás pocos lectores percibieron esa desafinación, pero hemos de escribir para ellos; porque son un grupo influyente


Solamente unos pocos aficionados se darán cuenta en un concierto de música clásica de que acaba de desafinar un violinista. Pero todo el esfuerzo del director se dirige a que eso no suceda. Nadie le reprochará tal empeño: una orquesta debe buscar la excelencia. Porque si logra la excelencia, el sonido les parecerá mejor a todos los espectadores, incluidos los que no se dieron cuenta de que había desafinado un violín.
En la lengua escrita se producen también desafinaciones que no todos perciben... y que conviene eludir. Para notarlas hace falta haber entrenado el oído con buenas lecturas, o una intuición natural. Esos efectos desagradables al oído educado se llaman “cacofonías”, vocablo formado con los elementos griegos kakos (malo) y phonía (sonido). O sea, mal sonido.
El Diccionario describe así ese significado: “Disonancia que resulta de la inarmónica combinación de los elementos acústicos de la palabra”. Tal vez la definición se comprendería mejor con un leve cambio: “…inarmónica combinación de los elementos acústicos de las palabras”, en plural; para impedir que se interprete como concerniente a una sola.
No había educado su oído el autor de un titular que anoté en su día: “El campo se prepara para parar” (22 de febrero de 2022). Ya la combinación “se prepara para” ofrece una reiteración fonética desaconsejable, que se convierte en pifia musical al añadirle ese infinitivo. Quizá no mucha gente percibió la desafinación, pero hemos de escribir para ella; porque se trata de un sector de la audiencia muy preparado, personas que pueden influir en las opiniones de sus amistades acerca de un periódico. Imagino en ese grupo a profesores de lengua o de literatura, traductoras, correctoras de editoriales, filólogos, académicas, lectores atentos...
“El campo se prepara para…”; “Trump se prepara para su cuarta imputación” (15 de agosto de 2023), “Estrella Galicia se prepara para parar su producción (21 de marzo de 2022), “La industria se prepara para parar” (9 de marzo de 2022), “Estados Unidos alzará un muro en la frontera con México para parar la inmigración” (23 de marzo de 1996). Un oído afinado habría propuesto otras alternativas: “Trump se pertrecha ante su cuarta imputación”, “El campo se dispone a parar…”, “Estrella Galicia prepara el cierre de sus fábricas”, “...un muro para impedir”, “La industria se previene para detener su producción”.
En un Telediario del 25 de agosto oí: “Hoy se juegan ocho partidos repartidos entre las tres sedes”. Puede entenderse la desafinación (“partidos repartidos” en vez de “partidos distribuidos”) en un lenguaje improvisado, pero no tanto en el que se lee.
También producen efectos negativos reiteraciones como éstas: “Hoy viven a la sombra del éxito de esta ficción cuya primera emisión está de celebración” (12 de septiembre de 2020). “Me he sentido muy seguro, asegura” (27 de agosto de 2023). En esos casos no parece difícil sustituir algún término.
Las cacofonías hallan su envés en la aliteración, o cadena de sonidos expresivos que armonizan con el significado: “...Su cloqueante cacareo de gallina clueca” (García Márquez, Cien años de soledad). “...Bajo la bóveda de la estación y el estrépito de los expresos...” (Muñoz Molina, Beltenebros). “Todavía tenía en sus oídos el retumbar de los truenos en la tormenta de la tarde” (Manuel de Lope, Bella en las tinieblas).
Un buen escritor raramente incurrirá en sonidos desacordes. Sin embargo, a ciertos redactores y editores se les escapa que conseguir el placer de la lectura es también una tarea periodística.
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