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La punta de la lengua
Columna
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La diferencia entre ‘deber’ y ‘deber de’

Ni Feijóo ni otros profesionales de la palabra hacen caso a las academias y a los libros escolares

Alex Grijelmo
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso de los Diputados, el 29 de septiembre.EDUARDO PARRA (EUROPA PRESS)
Álex Grijelmo

Alguien debe advertirle a Núñez Feijóo acerca de la diferencia en la lengua culta entre deber y deber de. Porque no debe de habérselo contado nadie.

Como indica el académico Diccionario Panhispánico de Dudas (2005), deber + infinitivo denota obligación: “Debo entrar a las ocho”. Mientras que si se añade la preposición de (deber de + infinitivo) significará probabilidad o suposición: “Debió de entrar a las ocho”.

Y así lo han explicado de antaño hasta hogaño libros de texto como Gramática y redacción, de Francisco Marsá (editorial De Gassó, año 1959; página 210); Gramática didáctica del español, de Leonardo Gómez Torrego (SM, 1997; 196); Lengua castellana y literatura (para tercero de la ESO; Cruïlla, 2002; 165) o Gramática y ortografía para la ESO (Santillana, 2004; 153).

El Esbozo de una Nueva Gramática, de la Academia Española (1973) resolvía a su vez: “La diferencia es muy expresiva y la Academia recomienda mantenerla” (página 448). Y antes, su Gramática de 1900 sentenciaba que para denotar obligación “es viciosa la interposición de la preposición de” (página 73; y página 55 en la edición de 1928).

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No obstante, el Panhispánico acota hoy en día que la lengua culta admite también el sentido de conjetura sin incluir la preposición de (“debió salir por allí”); mientras que mantiene el rechazo a añadirla si se desea expresar obligación. Es decir, la lengua culta no admite el uso que le oímos con frecuencia a Feijóo.

Los filólogos actuales suelen explicar con tiento que una expresión “no pertenece a la norma culta”, “es vulgar” o “coloquial” o “popular” (en oposición a “culto”), que “no es académica”, o que se considera “poco elegante”… sin condenar tajantemente ninguna forma en términos generales, lo cual apoyamos. Años atrás se habría hablado sin más miramiento de expresiones “incorrectas” o “erróneas”.

El ya clásico Diccionario de dudas y dificultades de Manuel Seco (1995), por ejemplo, tilda de “no académico” el uso de deber (sin de) para expresar suposición, y tacha de “vulgar” el de deber de con el sentido de obligación, tan habitual en el político conservador.

El Diccionario del Español Actual (Seco, Andrés y Ramos, 1999; y también la versión en línea de 2023) califica la fórmula deber de para expresar obligación como “popular”; adjetivo con el que no podría disculparse Feijóo por su pertenencia al PP.

Y la Nueva Gramática (2009, apartado 28.6k) indica: “Para expresar obligación se recomienda la variante sin preposición”.

Pero ni Feijóo ni otros profesionales de la palabra atienden a estas corteses sugerencias que les permitirían expresarse con mayor precisión y elegancia.

El 29 de septiembre, le oímos en el debate de investidura: “Ustedes participan porque la ley se lo permite, deberían de cumplirla; “deberían de respetarlas”. Y al día siguiente: “No debería de ser una opción”; “el respeto mutuo debe de ser fundamental”, “el método de trabajo que debe de guiar la legislatura”; “un pacto que convierta al Senado en lo que debió de ser y no es”. Y el 3 de octubre: “Quien se postule como candidato debe de explicitar cuántos apoyos cuenta”... Por su parte, Yolanda Díaz también dijo, el 5 de octubre: “No debemos de caer en los debates nominalistas”; “no debo de hacer este tipo de valoraciones”.

Y más ejemplos habrá, sin duda; y de todos los colores. Por eso suplicamos a los políticos, ya que se pasan la vida en el uso de la palabra, que no desacrediten lo que miles de maestros explicaban aquellos días en los que ellos faltaron a clase.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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