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La punta de la lengua
Columna
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Origen y litigio de “pinganillo”

La palabra fue inventada en 1980 por José María Fraguas, redactor de TVE y hermano del humorista Forges

José María Fraguas
Diputados de Vox abandonan el pleno dejando sus auriculares en el escaño del presidente, Pedro Sánchez, el pasado 19 de septiembre.Samuel Sanchez
Álex Grijelmo

Los diputados de Vox dejaron sus pinganillos sobre el escaño vacío de Pedro Sánchez, el día en que por vez primera se habló en gallego, euskera y catalán en el Congreso.

El actual sentido de “pinganillo” es muy joven. La palabra apareció en el castellano con el de “carámbano”, o pedazo de hielo puntiagudo; porque pinga (cuelga) de algún sitio y se forma mediante goteo (gotear también equivale a “pingar”). El diccionario del jesuita Esteban Terreros y Pando (elaborado a mediados del XVIII) lo recoge como equivalente de “frío” y “helado”. La Academia no lo refleja hasta 1927 (Diccionario manual), como sinónimo de “calamoco” (“carámbano que cuelga de las tejas”).

Su significado actual de “auricular inalámbrico poco visible” nació en 1980, inventado por el entonces redactor de TVE José María Fraguas, Pirracas, hermano del añoradísimo humorista Antonio Fraguas, Forges. Aquel periodista, y más tarde realizador, se refirió ante sus compañeros por vez primera vez con esa palabra al innovador aparato cuando se lo colgó de la oreja en una conexión desde el Festival de San Sebastián para hablar de la película Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón, de Almodóvar. Él ignoraba que el vocablo ya disponía de un significado, y lo formó de nuevas a partir de “pingar”. Y así se convirtió en un caso más de onomaturgia, o palabras de autor.

Algunos de aquellos pinganillos tenían un tamaño notable; hasta el punto de que una espectadora le dijo por la calle a José Antonio Martínez Soler, entonces presentador de Buenos días, de TVE, que era una pena que fuese sordo.

La nueva acepción no tardó en saltar a las antenas cuando alguien contaba que se le había caído el pinganillo o que oía instrucciones por él. Y así se popularizó hasta llegar al Diccionario en una de sus versiones electrónicas posteriores a 2014.

Pero diez años antes un avispado empresario zaragozano de productos electrónicos, Eduardo José Hernando de Liñán, decidió apropiarse del término para su uso comercial, y lo inscribió como marca el 28 de enero de 2004 con el número de registro 2579589. A partir de ahí lo defendió con uñas y dientes, y por eso tales aparatos se suelen anunciar como audífonos o auriculares. Fraguas recuerda que Liñán incluso le llamó a él a fin de reclamar para sí la propiedad de la palabra. Además, el empresario zaragozano conminó a un competidor que había registrado los dominios epinganillo.net, epinganillo.es y epinganillo.com –creados para distribuir ese tipo de auriculares– a que desistiese en el intento. De ello surgió un litigio que comenzó en 2012 en un juzgado de lo Mercantil y llegó hasta el Supremo, que lo resolvió en febrero de 2015.

Parte del duelo jurídico se estableció acerca de si ese nuevo sentido de “pinganillo” era de uso común, lo que cuestionaría su legitimidad como marca. El dueño de los dominios alegaba que sí, desde que en 1983 la usó un presentador de TVE, y aportaba recortes de prensa. Pero, ay, el Diccionario no la incluía cuando fue inscrita en el registro. El Supremo consideró no probado que la vulgarización existiera al solicitarse los derechos, y le dio la razón a Liñán.

Suya es la propiedad mercantil, pues, pero el vocablo nos pertenece a todos; igual que nuestras lenguas.

Busco cómo han traducido “pinganillos” los diarios en catalán, gallego y euskera. En gallego y catalán hallo tal cual la palabra inventada por Fraguas. Y en euskera encuentro itzulpena entzuteko aurikularrak (auriculares para escuchar la traducción). Mejor los auriculares para escuchar que los de taparse los oídos, que preferiría Vox.

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FE DE ERRORES. En el último párrafo de este artículo se ha mejorado la traducción del euskera a raíz del comentario aportado por el lector Luis Cosculluela.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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