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ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
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La ley del más rico

Existe la “inflación de la codicia”, la que diferencia entre los salarios y los beneficios

El noruego Borge Brende, del FMI, Kristalina Georgieva, del Banco Mundial, el ministro de Exteriores qatarí, Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, su homólogo finlandés Pekka Haavisto, el ministro de exteriores saudí Prince Faisal bin Farhan y el senador demócrata estadounidense Chris Coons en el Foro Económico Mundial en Davos, el pasado 17 de enero.
El noruego Borge Brende, del FMI, Kristalina Georgieva, del Banco Mundial, el ministro de Exteriores qatarí, Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, su homólogo finlandés Pekka Haavisto, el ministro de exteriores saudí Prince Faisal bin Farhan y el senador demócrata estadounidense Chris Coons en el Foro Económico Mundial en Davos, el pasado 17 de enero.FABRICE COFFRINI (AFP/Getty Images) (AFP via Getty Images)
Joaquín Estefanía

A lo largo de los últimos lustros cada crisis acrecienta la brecha social. Así ha sucedido en la Gran Recesión, la pandemia y en el aumento desbocado de los precios de los alimentos y la energía. Por ello en Davos se habla cada vez más, año tras año, de desigualdad. No porque las élites que allí se reúnen se hayan vuelto más justas y piadosas, sino por el temor a que el planeta reviente social y climáticamente ante tanta ine­quidad. Hace mucho tiempo ya que Davos se convirtió en la capital de las élites y que allí fue donde se sustituyó el concepto de establishment para denominar a las personas situadas en las más altas posiciones, y que ostentan un enorme poder.

Si alguien sigue habitualmente lo que allí se habla y lo compara con lo que luego se hace, puede llegar a la conclusión de que todas las élites son extractivas, tal es la lentitud de los cambios. Las élites extractivas son aquellas que se apartan del bien común y dedican los esfuerzos a su propio bienestar y al del grupo al que pertenecen; estas élites elaboran un sistema de captura de rentas que les permite, sin crear riqueza, detraer rentas de la mayor parte de la ciudadanía en beneficio propio.

En Davos se conversa mucho y luego cada uno a su casa. No hay más que seguir los informes que ejercicio tras ejercicio presenta allí la organización no gubernamental Oxfam. Por ejemplo, en 2014 sus responsables aparecieron con un informe titulado Gobernar para las élites, cuyos contenidos valdrían perfectamente para hoy, incluso aumentados. La mayor parte de la población mundial opinaba entonces algo tan desmoralizador como que las leyes están concebidas para beneficio de “los otros” (generalmente los más ricos) y por tanto martillea una desigualdad sobre otra. En España, 8 de cada 10 ciudadanos estaban de acuerdo con esa afirmación. Las élites económicas logran ejercer una influencia clara sobre las políticas públicas (sobre todo en materia de impuestos) mientras los ciudadanos de a pie a duras penas consiguen tener un influjo limitado o nulo. Allí se hablaba de “monopolio de oportunidades” tras la apropiación de los procesos políticos por parte de las élites económicas.

Este año, Oxfam ha presentado un informe titulado La ley del más rico en el que analiza una época sin precedentes marcada por la acumulación de múltiples crisis simultáneas. Como consecuencia de ellas, el desarrollo humano, medido por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), registra un retroceso en 9 de cada 10 países. El índice de desarrollo humano es una forma de medir la calidad de vida del ser humano en el medio en el que se desenvuelve. La ONG habla de la “inflación de la codicia”, pues mientras alrededor de 1.700 millones de trabajadores de todo el mundo ven crecer sus salarios menos que la inflación, los ultrarricos han multiplicado exponencialmente su riqueza y los beneficios empresariales han alcanzado niveles récord.

Hay al menos dos ideas que han permeado machaconamente en la reunión del Foro Económico Mundial de este año y que han ganado terreno ideológico: la de gravar más a quien más tiene, bajo la tesis de que más impuestos a los más ricos contribuye a reducir la concentración de poder de las élites y no solo a mitigar la desigualdad económica sino también la social, colonial y de género; y la de que se ha de producir un choque para evitar el colapso climático dado que éste está paralizando, cada vez con más frecuencia, la economía de algunas regiones con fenómenos meteorológicos extremos como las sequías, los ciclones y las inundaciones. En presencia de algunos de sus responsables, el secretario general de la ONU, António Guterres, acusó a las multinacionales de combustibles fósiles de mentir sobre el impacto de su negocio en el medio ambiente: “Al igual que la industria tabaquera, deben rendir cuentas”.

Ahora hay un año por delante para medir la distancia entre la dialéctica y la práctica política.

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