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Ensayos de persuasión
Columna
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La segunda oportunidad

Lo que une a las distintas izquierdas de América Latina es su lucha contra las desigualdades

Marchas en Colombia
Una manifestación en contra de la reforma fiscal propuesta por el presidente colombiano Gustavo Petro, en Cali, el pasado 26 de septiembre.Joaquín Sarmiento (AFP via Getty Images)
Joaquín Estefanía

Casi uno de cada dos latinoamericanos ocupados (el 48,8%) está instalado en la economía sumergida, y por ello no tienen o no tendrán derecho en el futuro a los servicios básicos de la ciudadanía social (pensiones, seguro de desempleo, educación y sanidad públicas, convenios colectivos, etcétera). Es un dato promedio regional. Con este porcentaje tan duro de la realidad han de lidiar las diferentes izquierdas que han ganado las elecciones en muchos de los países de la región y que son tan disímiles entre sí. Quizá lo más importante que une a los ejecutivos de Brasil, México, Colombia, Chile, Argentina, Bolivia… es la lucha contra las desigualdades como prioridad de sus políticas. Seña de identidad de la socialdemocracia.

Tras la oleada de gobiernos de izquierdas en América Latina (AL) durante la primera década del siglo actual, que terminó en el momento en que las materias primas redujeron de manera drástica sus precios, generando un colapso en las economías de los países exportadores de las mismas, ahora esas izquierdas —que han aumentado su presencia en países tan significativos como Colombia o Chile— disponen de una segunda oportunidad para reducir esas desigualdades y disminuir el número de ciudadanos vulnerables. En aquella primera ocasión lograron bajar los porcentajes de pobreza y extrema pobreza, limitaron un poco la inequidad de ingresos e hicieron emerger una clase media, a menudo frágil, que ejerció sus demandas en ocasiones fuera de los circuitos partidistas tradicionales. Pero la desigualdad de patrimonio —lo que se posee, no lo que se gana—, que es la que hace principalmente de AL la zona del mundo con el índice de Gini más elevado, continuó avanzando.

Se enfrentan a ello en un contexto internacional bastante complicado. Si a partir del año 2007 la Gran Recesión fue el marco de referencia de la época, hoy todavía están inmersos en una pandemia que no acaba de irse y les rozan las consecuencias de la invasión de Ucrania. En lo que ha transcurrido desde 2014 (año en que finalizó el ciclo alcista de las materias primas) hasta ahora, AL habrá crecido menos que durante la “década perdida” de los ochenta. Los gobiernos de todo signo se van a enfrentar a demandas sociales crecientes con recursos limitados, entre otros aspectos porque no han hecho los deberes (las reformas fiscales) y la recaudación tributaria de la región es baja en relación con la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico.

Según el informe preliminar que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) elabora todos los años sobre los 33 países de la región, ésta se enfrenta, entre otros, a los siguientes problemas:

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— Una tasa de crecimiento significativamente menor que la de 2022, que ya se ha observado en la segunda parte del ejercicio recién acabado.

— Presiones inflacionistas. No se espera una gran aceleración de los precios, sino que éstos sigan siendo elevados (los de las materias primas se han ajustado, en general, a la baja).

— Mayor reducción del empleo formal y estancamiento o pérdida de poder adquisitivo de los salarios reales.

— Reducción de los flujos financieros hacia la zona.

Y, a largo plazo, las arraigadas brechas estructurales de desarrollo. En el último número de la revista Pensamiento Iberoamericano, la secretaria general de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Josette Altmann-Borbón, explica que AL enfrenta una situación compleja producto de una acumulación de crisis que se vienen arrastrando desde hace décadas y que han venido a empeorar los graves problemas estructurales de las sociedades; problemas como la desigualdad, la pobreza, la inequidad, la inseguridad, la degradación ambiental, las violencias, el desempleo, el crimen organizado, la corrupción y la impunidad, a los que se suman ahora los efectos negativos de la covid y la guerra, “generando mayores enojos ciudadanos que dificultan la gobernabilidad y debilitan la calidad de la democracia en todos los países de la región”.

La gran perturbación que padece AL es muy similar a la de otras partes del mundo. Su singularidad está en la graduación de las dificultades.

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