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ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
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La cultura de la indiferencia

Ahora no se opera con “relativa predictibilidad” sobre el futuro inmediato, como dijo la gerente del FMI

Familias ucranias andan por la frontera con Polonia en Medyka, el día mismo del ataque ruso contra su país, el 24 de febrero de 2022.
Familias ucranias andan por la frontera con Polonia en Medyka, el día mismo del ataque ruso contra su país, el 24 de febrero de 2022.Dominika Zarzycka (Getty)
Joaquín Estefanía

Ha surgido una mayoría ciudadana apática, desprovista de interés, fácilmente aplacada con trivialidades y mentiras evidentes. Lo escribe Hannah Arendt en el prefacio a la primera edición de su obra magna, Los orígenes del totalitarismo, en la mitad del siglo pasado. Lo cuenta la escritora estadounidense de origen polaco Anne Applebaum en un artículo aparecido hace unos meses con motivo de la guerra de Ucrania y que cada día que pasa sin tregua adquiere más actualidad: Por qué debemos leer a Hannah Arendt ahora (Letras Libres, mayo de 2022). Applebaum dice en él que a Arendt le fascinaba la pasividad de tanta gente, cuando apenas había pasado un lustro del final de la Segunda Guerra Mundial, la extendida disposición, e incluso el afán, de creer mentiras y propaganda. Pensemos —reflexiona— en la mayoría de los rusos actuales, que ignoran que hay una guerra en el país vecino y que tienen prohibido llamarla así. Las masas “lo creen todo y no creen nada, creen que todo es posible y que nada es cierto”.

Con mucha menos prosopopeya teórica, coincide esta tesis con las que el papa Francisco lleva expandiendo desde hace tiempo, y que repitió muy explícitamente en su último discurso de Navidad: vivimos en una sociedad amenazada por la cultura de la indiferencia. La indiferencia es la gran enfermedad de hoy: mirar para otro lado.

La guerra de Ucrania se aproxima al primer año natural y nada permite pensar que nos vamos a librar de ella, so pena de que aparezca en el horizonte un cisne negro (el peor sería entrar en su fase nuclear). El hecho de forzar una negociación se hace cada día más difícil, pues las condiciones mínimas que pone cada una de las partes resultan antagónicas. Ahí anda Europa, que ha puesto fuerzas físicas y materiales a través de la OTAN, y que desde el 24 de febrero pasado —día oficial del comienzo de las hostilidades— ha aplicado casi una decena de paquetes de sanciones al agresor, Rusia, y a sus mandamases.

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Ello tiene efectos económicos y energéticos devastadores, también sobre los países europeos enredados. Los más directos han sido la necesidad de buscar fuentes energéticas alternativas a las rusas (debido a la gran dependencia de ellas) y, en algunos casos, la recuperación de fuentes de energía que ya habían sido descartadas como malignas en la lucha contra la emergencia climática y en favor de una transición verde que urge cada día más (carbón y nuclear). Y también tiene consecuencias sobre el poder adquisitivo de la mayoría de las poblaciones y sobre el aumento de la inflación.

No deben pasar inadvertidas las declaraciones de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, la búlgara Kristalina Georgieva, a la cadena de televisión CBS, que emitían dos mensajes cruzados muy significativos: que el año que ahora ha entrado será más duro que 2022 para la mayor parte del planeta; se va a producir una ralentización simultánea de las tres grandes zonas económicas del mundo, EE UU, Europa y Asia, y como secuela un tercio de la economía mundial entrará en recesión, entre la cual estará la mitad de los países de la Unión Europea. Segundo mensaje: la pandemia de coronavirus (especialmente en lo que afecta ahora a China), la invasión de Ucrania o la inflación tienen, una tras otra, impactos agravados que hacen que los gobiernos deban tener una aproximación más precavida. Corolario: “Ya no operamos con relativa predictibilidad sobre lo que puede suceder en el futuro”.

Se ha pasado de una guerra en blanco y negro a una guerra en color, y el precio, tanto de los alimentos como de algunas materias primas y productos energéticos, no depende ahora tanto de las políticas económicas nacionales como del marco geopolítico externo. En este contexto, que algunos comparan con una segunda guerra fría en la que China tiene un papel más preponderante que en la primera, España asumirá la presidencia rotatoria de la UE en el segundo semestre del año en curso. En medio del desorden mundial.

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